Solamente un miembro de la dinastía de diplomáticos residió en Cuba, Raimundo de Onís López, que había sido cónsul del reino de España en Burdeos en 1767. Fue enviado como director de correos diez años después, alcanzando el puesto de intendente de Finanzas en la isla en septiembre de 1788. Aunque no se conoce con certeza la fecha de su muerte en Cuba posiblemente se produjera a comienzos del siglo XIX. En 1809 llegó a Estados Unidos, su sobrino Luis de Onís González, coordinándose con los capitanes generales de la Isla, de los que dependía la gobernación de las Floridas. Luis estableció relación con el intendente general de Puerto Rico desde 1813 y de Cuba desde 1816, el liberal Alejandro Ramírez, seguramente debido a la experiencia anterior de su tío Raimundo. El Intendente había fijado las tierras de realengo, favoreciendo la inmigración desde España y la concesión de tierras. Así Onís recibió ofertas de tierras en Puerto Rico y en 1818 solicitó 500 caballerías de tierras (unas 100 hectáreas) en Cuba, teniendo en cuenta la expansión de los cultivos de caña de azúcar. En su correspondencia con su hijo Mauricio, pensaba que tendría que emplear mano de obra esclava negra para tal menester. No existe constancia de la concesión de dicha solicitud, aunque fue informada favorablemente por el ministerio de Estado teniendo en cuenta los servicios prestados. Onís había establecido, además, vínculos con una Sociedad Económica de Amigos del País cubana.