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El trágico destino Chino de un diplomático cesante


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Los Onís fueron una familia de diplomáticos durante más de 130 años entre 1760 y 1889. Cuatro generaciones desempeñaron puestos diplomáticos entre la época del final del Antiguo Régimen y la España liberal. El protagonista de esta historia, Luis Carlos de Onís y Onís, nació en 1820 y fue apadrinado por su abuelo Luis de Onís, recién regresado de su misión en Estados Unidos entre 1809 y 1819. Su padre, Mauricio Carlos, también diplomático, se había casado con su prima hermana, Carolina de Onís, e ingresado como oficial de la secretaría de Estado en 1818. Su brevísimo ascenso a la primera secretaría de Estado en el verano de 1840 le permitió recomendar a su hijo para que entrara en la carrera diplomática como agregado y joven de lenguas. En diciembre de 1840, su hijo ingresaba como auxiliar sexto de la secretaría de Estado, manifestando al presidente del gobierno, Joaquín Ferrer, que no lo hacía por los servicios de su padre ni en consideración a los “más de dos siglos que habían servido sus antepasados”.

Mauricio Carlos de Onís llegó a ser presidente del Senado en el otoño de 1843, tomando el juramento de la reina Isabel II, a los 13 años. La caída del jefe de gobierno progresista, Salustiano Olózaga, en un turbio incidente con la reina, le condujo a ser brevemente ministro plenipotenciario en París, donde fue destinado el joven Luis Carlos como agregado, donde tomó posesión al final de enero de 1842. Sin embargo, en febrero de1844 el moderado Martínez de la Rosa fue nombrado nuevo embajador, procediendo a la inmediata y total reorganización de la legación en Francia, lo que conllevó la cesantía de Luis Carlos de Onís. No obstante, había ya ingresado en la orden de Carlos III, donde su padre era secretario en 1843. Su primera misión en el extranjero había durado apenas dos años.

Luis Carlos de Onís quedaría cesante durante ocho años, solicitando ya en 1847 ser beneficiado con algún destino exterior o un puesto de mayordomo de palacio o auxiliar del Consejo Real, dados los “dilatados (servicios) de la familia del exponente”. La solicitud sería también apoyada directamente por su padre que escribió a la Reina, pero la secretaria de Estado informó de que no había vacantes de secretario de legación. No obstante, el poderoso general Narváez trasladó de nuevo la solicitud de Mauricio de Onís para su hijo en 1849.

A pesar de que el tiempo de protagonismo liberal de Mauricio Carlos, vinculado al partido progresista, había pasado tras el fin de la revolución liberal y el predominio del partido moderado, consiguió que su hijo fuese beneficiado con el puesto de mayordomo de semana de una de las infantas e ingresar como auxiliar del Consejo Real en 1851, hasta su supresión en septiembre de 1854 durante el bienio progresista. Mientras tanto, se había casado con la aristócrata Melitona de Sauli Moresqui, hija de los marqueses de Sauli y San Antonio en 1852, con la que tendría una hija.

La trayectoria de su padre en el progresismo y la supresión del Consejo Real, permitieron que Luis Carlos fuera destinado como secretario a la legación de Parma y Toscana en 1855. La nueva misión habría de ser brevísima pues las Cortes Constituyentes decidieron hacer economías, suprimiendo la Legación en el verano del mismo año. El joven Onís pidió sus pasaportes en septiembre de 1855, recibiendo de la duquesa regente la condecoración de la cruz de San Jorge. En ese tiempo de cesantía, recibió en 1857 el encargo de formar parte de una comisión para la abolición del corso marítimo, misión que concluyó un año después.

A pesar del final del bienio progresista, Luis Carlos fue nombrado secretario de segunda clase para la legación en Dinamarca en abril de 1859, tomando posesión en Copenhague a mitad de junio. Quedó como encargado de negocios al poco de llegar debido al permiso del ministro Vicente Gutiérrez Terán, con 20 mil reales de sueldo anual. A la pertenencia a la orden de Carlos III, añadió la de oficial de la del Toisón de Oro en mayo de 1861 con 8 mil reales. Había pedido licencia por la enfermedad de su padre en 1860, que moriría al año siguiente. Con su padre había formado parte de la Sociedad Económica Matritense y creado alguna sociedad mercantil. Al mismo tiempo que seguía destinado en Copenhague, con licencias de cuatro meses casi todos los años, le fue concedida en las postrimerías del reinado de Isabel II, en junio de 1864, el sueldo de 24 mil reales como oficial supernumerario de la secretaría de Estado. Sin embargo, poco más de año y medio después, quedó cesante de nuevo como oficial supernumerario, quedando únicamente responsable del arreglo de la biblioteca del Ministerio.

El destronamiento de Isabel II dejó sin destino a Luis Carlos de Onís, optando no obstante en 1870 a seguir formando parte del escalafón del Ministerio. En enero de 1876 pidió ser clasificado para la pensión como funcionario, siendo nombrado en 1882 miembro de una comisión para el arreglo de los expedientes de los diplomáticos.

Al quedar un puesto vacante en la legación de Shanghai en agosto de 1885 le correspondió a Luis Carlos de Onís, secretario de primera clase, por rigurosa antigüedad.

Tras las guerras del opio, las potencias occidentales habían penetrado en el imperio chino, logrando concesiones territoriales. España observó con preocupación la expansión imperialista, temiendo ver amenazada su posesión del archipiélago filipino. Para entonces, había crecido mucho la comunidad de chinos en el archipiélago y hacía una década que se había suprimido la importación de miles de trabajadores chinos a Cuba.

La misión a tan exótico destino a una avanzada edad fue recibida con recelo y preocupación por el ministro Leopoldo de Alba Salcedo. Alba renunció a emprender viaje de retorno a España antes de la llegada de su sucesor, debido a las circunstancias especiales del clima y la avanzada edad de Onís, sin dejarle como encargado de negocios. Sin embargo, el nuevo ministro Tiburcio Rodríguez Muñoz le dejó a Onís como encargado de negocios para China y Siam en abril de 1889, pues tenía una licencia de diez meses. A los seis meses, Onís contrajo unas fiebres tifoideas, muriendo en dos días de enfermedad, el 17 de octubre de 1889. Tras la muerte de su jefe, el conde de Llorente se hizo cargo de la Legación, sufragando de su peculio el entierro de Onís en Pekín, aunque el Ministerio no pudo hacerse cargo del gasto debido a los medios del finado.

A partir de entonces, la familia abandonó la carrera diplomática, destacando algunos miembros en la docencia y gestión universitaria, si bien el filólogo Federico de Onís habría de ser una especie de “embajador cultural” en Estados Unidos desde los años veinte hasta su muerte en Puerto Rico a mitad de los años sesenta del siglo XX.

Abdón Mateos López (Madrid, 1960) es un historiador español. Catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) en Madrid, dirige el Centro de Investigaciones Históricas de la Democracia Española y la revista semestral Historia del Presente. Fundador y presidente de la Asociación de Historiadores del Presente desde el año 2000.

Desde el año 2007 es responsable en la UNED de la Cátedra del exilio. En el año 2008 obtuvo la acreditación nacional de Catedrático de Historia Contemporánea. En el año 2009 obtuvo un segundo año sabático en Roma en la Universidad LUISS, financiado con la convocatoria nacional de Movilidad, y la Universidad de Las Palmas.

Actualmente dirige el proyecto de la Cátedra del Exilio (2011-16, patrocinado por el Banco de Santander) Emigrantes y exiliados en América después de la guerra civil. La construcción de una ciudadanía democrática, así como el proyecto de investigación del Ministerio (2012-16) "Historia del PSOE. Construcción del partido y reformismo democrático, 1976-1990".

Fue secretario general de ASU en Madrid.

Ha publicado recientemente Historia del PSOE en transición. De la renovación a la crisis (Madrid, Sílex, 2017).

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