El célebre eclesiástico y afrancesado Juan Antonio Llorente escribió, como es bien sabido, una Historia crítica de la Inquisición, que publicó en el exilio francés, compuesta por cuatro volúmenes, y donde trabajó exhaustivamente con fuentes, generando una intensa polémica durante el siglo XIX entre los sectores absolutistas e integristas, que la atacaron, y los liberales, que vieron en ella el relato de las persecuciones que se habían perpetrado en la historia española. Llorente, no lo olvidemos, fue comisario del Santo Oficio y secretario supernumerario de la Inquisición de Corte en la época del despotismo ilustrado. En 1793, el inquisidor general le encargó un informe sobre el modo de actuar en los procesos de la Inquisición. Al morir quien se lo encargó, Llorente entregó el informe a Jovellanos en 1797, que lo empleó en su representación al rey sobre la Inquisición, y que le trajo serias consecuencias. Por su parte, en la represión que se desencadenó contra los jansenistas, iniciado ya el siglo XX, Llorente fue acusado de traicionar al Santo Oficio, perdiendo sus títulos en el mismo. Luego abrazaría la causa afrancesada.