En la época ilustrada, cuando se fueron fraguando las ideas sobre los derechos del hombre, girando en torno a la libertad e igualdad, las logias jugaron un papel fundamental, pero nunca a través de un documento, o una consigna para que los masones, una vez fuera del templo, fustigasen la monarquía absoluta o la sociedad estamental, o conspirasen para derribar los pilares del Antiguo Régimen, como fue acusada por algunos pensadores (los jesuitas Barruel o Hervás y Panduro, entre otros). En realidad, era muy fácil que en un taller hubiera masones de ideas muy distintas en relación con el mundo que les había tocado vivir, y tuvieran que respetarse unos y otros, algo impensable en el mundo profano. La Masonería no trabajó en tiempos de las revoluciones como otras sociedades secretas, beligerantes contra el orden establecido, como fue el caso de la Carbonería, quizás el más famoso de todos, ni como las primeras ligas y sociedades posteriores hasta la Primera Internacional (Liga de los Justos, Liga de los Proscritos, etc.)