Capitán Richard F. Burton. En la Corte del Agha Khan. II
- Escrito por Emilio Alonso Sarmiento
- Publicado en Historalia
Una de las herramientas clave, en el crecimiento del ismaelismo, fue la utilización de lo devotos, los “fida’is”, cuyo cometido fue propagar sus creencias, convertir a los infieles y, asesinar impunemente a todo adversario, en tanto acto decisivo, de dedicación al Gran Maestro. Acerca de su destreza, su sigilo y sus secretos, a la hora de lograr sus objetivos, se difundieron no pocas leyendas.
El término sirio, con que se denominó a estos fida’is, fue el de “hashshashin”, o tomadores de hashis. Poco antes de los primeros cruzados, que se enfrentaron a ellos en Oriente, se habían convertido ya en “assassins”, término hoy común en infinidad de lenguas. Por todo Oriente Medio, los dirigentes religiosos y, otras personalidades, como los generales, los primeros ministros y los visires, los guerreros y héroes, entre ellos el general Saladino, que era kurdo, siempre que defendieran opiniones divergentes, de la doctrina de “los del Séptimo”, hubieron de afrontar el riesgo, muchas veces cumplido, de morir a manos de los Asesinos. Los hombres empezaron a llevar cota de malla, bajo las ropas de diario y, a contratar guardaespaldas, que no en pocos casos eran fida’is disfrazados y, a la espera de su ocasión para matar.
Para sobrevivir a las represalias y, para evitar que se los detectase, entre los musulmanes ortodoxos, los ismaelíes y otras sectas extremistas, desarrollaron la práctica de la “taqiya”, el disimulo o encubrimiento, de las propias creencias. Ese ocultamiento de las auténticas creencias personales, por medio de la taqiya, dejó de ser simple cuestión de supervivencia, para convertirse en un precepto religioso de obligado cumplimiento. Un teólogo shií del siglo X, Ibn Babuya al-Saduq afirmo: “Que es nuestra creencia, en lo que concierne a la taqiya, que su cumplimiento sea obligatorio… Dios ha especificado que la manifestación de la amistad a los infieles”, sólo será posible “en estado de taqiya”.
La taqiya, parece haber sido adoptada también, por Richard F. Burton, como práctica de esencial sensatez, a resultas de los cual, sus sentimientos acerca de la fe islámica, son harto oscuros. La taqiya, especialmente entre los partidarios del Séptimo y del agha khan, seguía siendo corriente en tiempos de Burton. No obstante, en el siglo XIII irrumpió un enemigo, al cual no fue posible disuadir mediante el asesinato ni la taqiya, “La herejía ismaelí”. Los mongoles se habían apoderado, de las fortalezas de los Asesinos en Persia, o bien las habían destruido. Unos 12.000 ismaelíes, tanto simples creyentes como Grandes Maestros, fueron asesinados en la fortaleza central de Alamut. En Siria los partidarios del Séptimo, no resistieron unidos, ni siquiera un siglo. Tal pareció ser el finadle la secta y de los Asesinos, por lo que puede saberse en el resto del mundo, hasta el fortuito descubrimiento de Khalilullah.
Al encontrarse con un grupo de “khojas” en Karachi, Burton inició de inmediato, un breve estudio, pero se vio imposibilitado, para sondear con mayor profundidad, pues todos los khojas, practicaban la taqiya. Los khojas de Karachi, no eran en modo alguno populares, escribe Burton. Antes bien “se les despreciaba abiertamente. Comenta que sus enemigos, los sunníes, los llamaban “tundo”, que significa “mancos” o “tullidos”, alusión tanto más insultante entre los musulmanes, que emplean la diestra, para llevarse los alimentos a la boca y, la zurda para propósitos “sanitarios”. El hombre que pierde la mano derecha (por ejemplo, por cometer un robo) se ve pues obligado a comer con la izquierda, desgracia de tal calibre, que significa su automática exclusión, de la comunidad de los fieles.
Los persas tenían encanto y eran inteligentes, ingeniosos, sumamente educados, e incluso cultos y entretenidos (las anotaciones de Burton, en “Las mil y una noches”, rememoran infinidad de anécdotas, no pocas veces de corte obsceno, que datan de este periodo) si bien nunca se tomó en serio, las pretensiones de divinidad, que esgrimían los imanes.
Pues eso.
(Continuará)
Emilio Alonso Sarmiento
Nacido en 1942 en Palma. Licenciado en Historia. Aficionado a la Filosofía y a la Física cuántica. Político, socialista y montañero.