Luxemburgo en el siglo XIX
- Escrito por Eduardo Montagut
- Publicado en Historalia
La Francia revolucionaria anexionó el Ducado de Luxemburgo en el año 1795, convirtiéndose en un departamento francés, pero el Tratado de París de 1815 en el contexto del Congreso de Viena, en la derrota de Napoleón, cambió su estatus internacional al designar que quedaría bajo la administración del rey de los Países Bajos, Guillermo I, que lo erigió en Gran Ducado. Luxemburgo perdió parte de sus territorios en favor de Prusia, en su expansión en la zona occidental de la Confederación Germánica, aunque recibió a cambio el ducado de Bouillon. Luxemburgo, precisamente, formaría parte de dicha Confederación.
Luxemburgo se incorporó a la lucha que los belgas emprendieron para erigirse en un Estado propio y salirse del reino de los Países Bajos en 1830, aunque la capital no pudo hacerlo al contar con una guarnición prusiana, garante de los principios rectores del equilibrio europeo diseñados en el Congreso de Viena de la Restauración. Recordemos que el Reino de los Países Bajos con Bélgica y la unión personal del monarca de dicho Reino con Luxemburgo constituían una especie de Estado-tapón en el norte de Francia para frenar posibles veleidades expansionistas de la misma, como había ocurrido en el pasado.
Los Tratados de 1831 y 1839 dividieron el territorio de Luxemburgo. La parte occidental, de mayoría valona, permaneció unida a Bélgica como provincia de Luxemburgo, mientras que la parte oriental, de mayoría germana, siguió como Gran Ducado bajo la soberanía del rey de los Países Bajos. Esta unión era más bien formal porque el Gran Ducado tenía sus propias instituciones. Debemos recordar que el Tratado o Convención de Londres de 1839, Reino Unido, Austria, Francia, Prusia y los Países Bajos reconocieron oficialmente la independencia de Bélgica, aunque ya lo era de hecho desde la Revolución de 1830.
En el año 1841, Guillermo II concedió a Luxemburgo una Constitución con un sistema parlamentario, pero muy conservador. Al año siguiente, el rey permitió que Luxemburgo entrar en el Zollverein alemán -el mercado común alemán- para intentar apartar el territorio de las influencias belga y francesa. En 1848, al calor de las Revoluciones europeas, se ampliaron las libertades, pero en 1856 se volvió a la Constitución restrictiva de 1841. No sería hasta 1867 que se consiguiera la aprobación de una Constitución plenamente liberal. Ese año es crucial en la Historia contemporánea de Luxemburgo por la denominada Crisis Luxemburguesa. Se trató de un conflicto diplomático surgido porque distintas potencias, con Prusia a la cabeza, se negaron al intento de compra del Gran Ducado por parte del emperador Napoleón III. Casi se llegó a una guerra, que se solucionó en el Tratado de Londres de dicho año, pero la semilla de la tensión entre París y Berlín ya estaba germinando para la futura guerra franco-prusiana. Luxemburgo siguió adherido al Zollverein, se reafirmó su neutralidad y siguió adherido de forma personal al rey de los Países Bajos. No sería hasta 1890 en que el Gran Ducado pasaría a ser regido por Adolfo de Nassau, familiar lejano del rey Guillermo III, al que sucedió en su muerte en el Gran Ducado de Luxemburgo. Por lo tanto, la dinastía Nassau sería la titular de la Corona del Gran Ducado, como recuerda el artículo tercero de la actual Constitución.
Luxemburgo experimentó un gran desarrollo económico en la segunda mitad del siglo XIX gracias a sus ricas minas de hierro del sur, impulsando la industrialización.
Eduardo Montagut
Doctor en Historia. Autor de trabajos de investigación en Historia Moderna y Contemporánea, así como de Memoria Histórica.