La izquierda debe condenar las manifestaciones violentas
Se ha convertido en un lugar común que la violencia política no tiene sentido. Pero, vaya si tiene sentido, otra cosa es que sea moralmente reprochable y penalmente punible. La reciente violencia política de la extrema derecha populista en el Capitolio tenía como objetivo evitar la alternancia en la presidencia en los EEUU, pero sobre todo consolidar la imagen de una legitimidad patriótica, al margen de la legalidad y de las instituciones democráticas. La degeneración violenta, una vez más, en las calles de Barcelona, está vez con la excusa de la libertado de expresión, pretenden cerrar el paso a un gobierno transversal, como mensaje constructivo de las recientes elecciones y al tiempo consolidar la imagen de una España como régimen postfranquista frente al cual es legítima la desobediencia, la independencia unilateral al margen de la legalidad e incluso la violencia. En eso estamos.
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