Pisos turísticos y derecho a la vivienda
- Escrito por Josep Burgaya
- Publicado en Opinión
La explosión del turismo como fenómeno masivo con las posibilidades que dan las plataformas de internet ha generado, aparte de la multiplicación de los viajes, el surgimiento del negocio de arrendar viviendas para hospedar a turistas o cortas estancias, que está siendo muy lucrativo. Airbnb es su plataforma de referencia y quien más ha hecho para transformar las ciudades con atractivo turístico, y no precisamente para mejorarlas. El turismo, para ciudades como Barcelona o Madrid o poblaciones costeras actúa como una auténtica plaga, porque las transforma de tal modo que las hace inhabitables para sus ciudadanos, convirtiendo lo que eran tranquilos lugares para vivir, en parques temáticos destinados únicamente a exprimir a los viajeros, cuantos más mejor. Ciertamente que el turismo como sector complementario a otras actividades puede resultar relativamente positivo, pero deja de serlo cuando de manera industrializada convierte a las poblaciones o los barrios en espacios sólo pensados para los viajeros, haciendo esta industria una apropiación de lo común y del espacio público. No hay que olvidar que, antes que nada, nuestras ciudades y calles son para vivir de manera decente sus ciudadanos.
En realidad, la conversión de viviendas en apartamentos turísticos lo que hace es encarecer los precios del alquiler hasta expulsar a una población que no puede hacerle frente. Es el pan nuestro de cada día en Barcelona, pero también en otras poblaciones. Expulsión de personas hacia las periferias que, de una u otra forma, son rechazadas de sus barrios tradicionales. La gran mayoría de los jóvenes, por buen salario que consigan, es imposible que puedan alquilar, solos o en pareja, un piso en el ensanche de Barcelona. Si tengo la suerte de ser propietario de uno o tengo habitaciones disponibles, caeré en la tentación, seguro, de especular con este tema. Esto nació así, con la falsa idea colaborativa de intercambio de viviendas entre particulares. En realidad, es un gran negocio mayoritariamente profesionalizado en el que se enriquecen grandes tenedores, muchos de ellos fondos de pensiones internacionales. Se han hecho suya la ciudad y la han expropiado a quienes ha vivido allí toda su vida y le han proporcionado el valor y la marca alcanzada. Para intentar contener el turismo, se toman medidas contraproducentes. Si se decreta, como hizo Ada Colau, una moratoria hotelera, que atrae a turistas, pero no afecta al mercado de la vivienda, la oferta de plazas aumenta por la vía de los apartamentos que sí inciden negativamente en el mercado.
Los datos resultan demoledores. Barcelona tiene unos 60.000 pisos turísticos legalizados, a los que debería añadirse los que alquilan de estranquis. Airbnb publicita en sus páginas unos 20.000. En Cataluña, hay censados 103.000. Todos ellos poseen licencias turísticas no temporales, sino a perpetuidad. Poca broma, no es un tema menor. Ahora el gobierno de la Generalitat anuncia una intervención en aras de contener el creciente problema de la vivienda. Buena pretensión. El titular de prensa dice textualmente: "la Generalitat cerrará 28.000 pisos turísticos", o sea, un 25% de los actualmente existentes. Lástima que, como ocurre muy a menudo, el titular no coincide con el cuerpo del texto; vaya que la letra pequeña dice otra cosa. Tras reconocer que en Cataluña hay 262 municipios con oferta de pisos turísticos muy sobrecargada, establece un tope de referencia por municipio que sea de disponer "sólo" de 10 pisos turísticos por cada 100 habitantes. El resultado es que, la nueva norma no afecta al municipio de Barcelona. Lo hace en 47, especialmente de la Costa Brava y también del Pirineo. En saturación destacan Cadaqués, Cambrils, Roses, Palafrugell, La Cerdanya y sobresale Salou con un apartamento turístico por cada 4 habitantes. Para controlar todo esto y adecuarse, se pasa la pelota a los ayuntamientos, donde se tendrán que solicitar licencias urbanísticas previas. Si nos fijamos bien. No disminuirán las viviendas turísticas, sólo que en algunos casos tendrán que desplazarse al pueblo vecino que todavía tiene margen de carga. Así, Barcelona tendría la posibilidad de triplicar los pisos turísticos actuales hasta los 200.000. Hay normativas que no dudo de que tengan buenas intenciones, pero, si nos paramos a pensar, resultan un sinsentido. La mala noticia es que el acceso a la vivienda seguirá siendo un gran problema, quizás el más importante, en nuestra sociedad. El turismo, lejos de resolverlo, va a empeorarlo.
Josep Burgaya
Josep Burgaya es doctor en Historia Contemporánea por la UAB y profesor titular de la Universidad de Vic (Uvic-UCC), donde es decano de la Facultad de Empresa y Comunicación. En este momento imparte docencia en el grado de Periodismo. Ha participado en numerosos congresos internacionales y habitualmente realiza estancias en universidades de América Latina. Articulista de prensa, participa en tertulias de radio y televisión, conferenciante y ensayista, sus últimos libros publicados han sido El Estado de bienestar y sus detractores. A propósito de los orígenes y el cruce del modelo social europeo en tiempos de crisis (Octaedro, 2013) y La Economía del Absurdo. Cuando comprar más barato contribuye a perder el trabajo (Deusto, 2015), galardonado este último con el Premio Joan Fuster de Ensayo. También ha publicado Adiós a la soberanía política. Los Tratados de nueva generación (TTP, TTIP, CETA, TISA...) y qué significan para nosotros (Ediciones Invisibles, 2017), y La política, malgrat tot. De consumidors a ciutadans (Eumo, 2019). Acaba de publicar, Populismo y relato independentista en Cataluña. ¿Un peronismo de clases medias? (El Viejo Topo, 2020). Colabora con Economistas Frente a la Crisis y con Federalistas de Izquierda.
Blog: jburgaya.es
Twitter: @JosepBurgayaR