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Ciclos políticos y ciclotimias electorales


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Cualquier estudioso de las dinámicas polí- ticas en las democracias de nuestra era puede identificar perfectamente los diferentes ciclos políticos que se dan con el transcurso del tiempo.

Primer ciclo: Guerras mundiales y totalitarismos Los ciclos políticos están conectados con varia- bles económicas, políticas y sociales muy concretas. Por ejemplo, en nuestro tiempo histórico y en nuestra área geográfica –el mundo occidental– se pueden identificar cuatro  grandes ciclos políticos a partir de los inicios del siglo XX: el primero es el que resultó de una confrontación bélica mal resuelta (la Primera Guerra Mundial) y de una gran crisis económica que no se supo –o no se quiso– entender, ni afrontar con visión integral. De ahí que la guerra dejara un rastro de resentimientos y asimetrías que explotaron en cuanto la Gran Depresión dejó al descubierto las debilidades y contradicciones del modelo socio-económico establecido. De forma que, a los problemas económicos de fondo, y a las tensiones y carencias sociales, se unieron confrontaciones extremas en el plano polí- tico e institucional.

El análisis de los grandes ciclos políticos y socio-económicos que han tenido lugar en los países occidentales desde las primeras décadas del siglo XX permite situar los debates políticos y económicos de fondo que ahora están teniendo lugar en muchos países en su verdadero alcance histórico y social.

En aquellos contextos encontraron su caldo de cultivo los totalitarismos –comunistas y fascistas– que llevaron a una nueva confrontación bélica mundial aún más destructiva que la anterior; en momentos en los que las persecuciones y represiones políticas segaron las vidas de millones de seres humanos.

Aunque lo que caracterizó el arranque de este ciclo fue el “triunfo de los totalitarismos”, con todas sus secuelas, en aquel horizonte algunos países en- contraron soluciones adecuadas a los problemas planteados, de forma que pudieron operar como un contrapeso tan potente como eficaz en la lucha contra el totalitarismo y la barbarie.

Este fue precisamente el movimiento que lideró el Presidente norteamericano Theodore Roosevelt, con el “New Deal”, priorizando objetivos de empleo, productividad y lucha contra la pobreza y las desigualdades. Objetivos que posibilitaron que los Estados Unidos de América ayudaran decisivamente a resistir el envite del EJE totalitario (Alemania, Italia y Japón). Al tiempo que libraban a su población de los desastres del colapso económico y social. Para entender el alcance de lo que supuso el liderazgo de Roosevelt y los esfuerzos –y logros– del New Deal, solo hay que imaginar lo que hubiera podido ser el resultado de la Segunda Guerra Mundial si no hubiera incidido el potencial de una nación que había logrado superar los efectos de la Gran Depresión. La posibilidad –imaginada– de que una potencia como los Estados Unidos quedara arruinada por la crisis económica y desarticulada y neutralizada por las tensiones y conflictos sociales y laborales, incapaz de intervenir del lado de las democracias en aquella confrontación, hubiera llevado a un escenario mundial muy diferente del que se produjo, y que permitió superar aquel ciclo negativo con otro de “consenso keynesiano”, cuyo antecedente más inmediato fueron las propias experiencias y logros del New Deal.

Segundo ciclo: el triunfo de la inteligencia

Después de un período de muertes, destruccio- nes y exacerbación de los odios, el mundo occiden- tal apostó por la inteligencia, el entendimiento y la equidad laboral y social, inaugurando un período positivo de políticas sociales equitativas. De hecho, lo que se logró durante las tres décadas de consenso keynesiano, constituye un repertorio de políticas pensadas con sentido humano –y humanista– que propiciaron un largo período de paz social, durante el que se logró evitar que determinados países se vieran asolados por los instintos irracionales de la muerte, la destrucción y la negatividad social. Período durante el que el crecimiento de la economía corrió paralelo al desarrollo –y a la institucionalización– de los Estados del Bienestar, siendo los años de la historia reciente de la humanidad en los que se logró una mayor reducción de las desigualdades.

Sin embargo, aquel ciclo de los “treinta años gloriosos” acabó siendo sustituido por un nuevo ciclo de carácter neoconservador, que cuestionó y erosionó buena parte de los logros anteriores, con políticas que abrieron de nuevo las brechas desigualitarias, la precarización social y laboral y el desempleo, bajo el liderazgo de dirigentes tan cortos de miras y de inteligencia como carentes de sentido social (con los Reagan, Thatcher, Khol y demás).

El balance de este contra-ciclo de carácter regresivo y antisocial –pese a todos los esfuerzos por adornarlo con argumentarios pseudo-intelectuales– acabó siendo bastante negativo, tanto en términos de equilibrios políticos y geoestratégicos, como de logros económicos y sociales. Todo lo cual fue acompañado de una notable ceguera histórica global, que terminó alimentando las reacciones y rechazos que actualmente pueden conducir a un nuevo ciclo político de carácter más integrador y equilibrador. Y, sobre todo, más capacitado para corregir los excesos, las rigideces y las disfunciones económicas y sociales del período neoconservador, que nos ha llevado a deterioros sociales, humanos y medioambientales cada vez más difíciles de revertir.

El caso español

Aunque en la dinámica de los ciclos políticos casi todos los países –sobre todo, los centrales– han acabado alineándose, en mayor o menor grado, o más pronto o más tarde, en el marco del modelo predominante, el caso de España ha sido peculiar, tanto por razones históricas de corto plazo, como por motivos sociológicos y políticos específicos.

En este sentido, hay que tener en cuenta que España ha seguido un itinerario atípico en el contexto de las democracias europeas, permaneciendo durante bastante tiempo como un residuo desfasado de sus grandes apoyos y referentes (en el asalto al poder) y de sus aliados hasta prácticamente el final de la Segunda Guerra Mundial. Por eso, en España permanecimos aislados bastantes años de la ola de desarrollo y de avances sociales (“consenso keyne- siano”), del que se beneficiaron la mayoría de los pueblos y naciones europeas. De hecho, España se incorporó al mundo libre y a las posibilidades del progreso social cuando el ciclo de consenso keynesiano ya estaba siendo cuestionado y confrontado. De forma que el alineamiento con las posiciones y tendencias socialdemócratas no tuvo lugar hasta los gobiernos de Felipe González, en momentos de claro predominio internacional de los Thatcher, Reagan y Kohl.

De ahí que lo que tuvimos en España en aquellos años más que un ciclo político, de fondo y en todo su alcance y sentido, fue una especie de ciclotimia de carácter electoral y de alcance limitado (mayoría del PSOE en las urnas), a contrapié de las tendencias mundiales imperantes entonces. Por ello, los españoles, aunque avanzamos mucho en aquellos años –incluso de manera espectacular en determinados momentos, con el gran hito de 1992, de notable alcance simbólico, con las Olimpiadas de Barcelona, la Expo de Sevilla y la capitalidad cultural de Madrid–, no contamos con el potente viento de popa con el que habían sido impulsados la mayor parte de los países europeos unos años antes. Lo cual explica algunas de las contradicciones, incongruencias y herencias negativas que han operado y aún operan en la sociedad española, como residuos –aún importantes– de otras épocas, otros poderes y otras culturas políticas alejadas de los valores genuinos de la democracia, de la equidad social y del Estado de Bienestar.

Nuevos horizontes políticos y sociales

En contraste con lo ocurrido durante los períodos históricos en los que España se encontraba notablemente retrasada en conquistas políticas y en logros económicos y sociales, con unas ciclotimias electorales de carácter más limitado y acotado, en los momentos actuales España puede situarse no solo en sintonía con los países que empiezan a liderar un nuevo ciclo político y social, más concordante con las necesidades y demandas de nuestra época, sino que incluso puede desempeñar cierto protagonismo. ¡Alcanzando –al fin– un momento histórico de sintonía política con los países centrales de su entorno!

No puede negarse que ahora los vientos del cambio soplan en una dirección más social e inclusiva que en los años del ciclo neoconservador, siendo cada vez más los países centrales y de especial relieve estratégico que tienden a situarse en esa óptica. Al igual que está ocurriendo entre los sectores más valiosos del pensamiento económico y social. En tanto que en los ambientes conservadores se imponen –o tienen papeles más desatacados– personajes como Trump, Bolsonaro y algunos líderes peculiares del conservadurismo británico, que en ocasiones tienden a operar, incluso, al compás de los planteamientos propios de las extremas derechas; no dudando en asumir alianzas con personajes y partidos de las extremas derechas emergentes. Extremas derechas que suscitan no pocos temores e incertidumbres entre los demócratas genuinos.

Uno de los rasgos que caracterizan a las “nuevas extremas derechas” involucionistas y desprejuiciadas es su capacidad para propalar, sin el menor recato ni cautela, algunas de las propuestas que caracterizaron a las viejas extremas derechas, con unas inflexiones político-electorales y unas proclamas y comportamientos que recuerdan en exceso el camino que siguieron ciertos líderes y organizaciones en los aciagos años del asalto al poder de los partidos fascistas.

Sin embargo, la gran diferencia con lo que ahora está ocurriendo respecto a otros ciclos políticos del pasado es que las nuevas extremas derechas ahora no tienen el viento de popa a su favor, en coyunturas en las que la mayoría de la población, y las instituciones, ya no comulgan –y a veces ni soportan– planteamientos políticos de tal orientación. Por muchos sondeos de opinión “peculiares” que propalen –y “cocinen” o incluso inventen– las potentes redes de comunicación –y de encuestación– que están siendo controladas por estos sectores políticos.

Nuevas tendencias electorales

Las últimas elecciones celebradas en Brasil, en Estados Unidos y en otros lugares revelan que lo que “anticipaban” ciertos émulos de los antiguos “magos” de la propaganda totalitaria no se correspondían con la realidad de las urnas, ni con el pensamiento profundo de una ciudadanía que, aunque está preocupada y demanda soluciones, ahora tiene la suficiente formación y madurez como para identificar intoxicaciones malintencionadas y falsedades demoscópicas, y no dejarse engañar ni arrastrar por falsedades prefabricadas.

De ahí que en estos momentos las derechas extre- mas y los falsos centristas estén quedando cortocircuitados en las urnas por los sentimientos y anhelos de fondo de la gran mayoría de la población; con lo que queda de evidencia que la supuesta ola de derechización en la que “ellos” confían para llegar al poder –arropados por las masas derechistas– no cuentan ni con un sustrato analítico y propositivo adecuado como para afrontar y resolver los grandes retos de nuestra época, ni con una base de apoyos suficientes como para dar paso a un nuevo ciclo político. Sino que, en todo caso y en ciertos sitios, lo que puede estar dándose no pasan de ser unas ciclotimias electorales de corto alcance y vuelo rasante, que ellos intentan auto-estimular con encuestadoras predefinidas y con argumentos de mesa camilla y brasero, que a veces intentan solemnizar con declaraciones tan simplonas como vacuas; y que lo único que logran suscitar es una mezcla de risas y recuerdos amargos.

Pero nada más lejos que poder ser consideradas como parte de una nueva corriente positiva o un nuevo ciclo político. Por lo que esos movimientos reactivos, cuando no quedan capitidisminuidos en las urnas, no pasan de ser un fenómeno de ciclotimia electoral de corto plazo, carente de un norte preciso y con un alcance que tenderá a desvanecerse en cuanto quede en evidencia la poca entidad –y nula originalidad– de sus adalides. Y el poco rigor de las pseudo-encuestas que pretenden “anticipar” a bombo y platillo unos supuestos triunfos electorales que no van más allá de ser meros ejercicios de wihsfull thinking perpetrados por simuladores de salón, que ni son expertos en prospectiva electoral, ni tienen ningún estudio en Sociología, ni nada que se le parezca.

 

José Félix Tezanos Tortajada es un político, sociólogo, escritor y profesor español, presidente del Centro de Investigaciones Sociológicas.