Austria ante la Guerra Civil española
- Escrito por Antonio Manuel Moral Roncal
- Publicado en Historalia

Al estallar la Guerra Civil Española, el Cuerpo Diplomático que se encontraba en Madrid decidió reunirse de manera periódica para realizar tareas humanitarias, siendo su primer acto oficial colectivo el amparo a 60 ciudadanos austriacos que no tenían ningún diplomático que les protegiera. El hecho fue comunicado a la Legación de Austria en París que respondió acreditando al doctor Walter Brünner, cónsul honorario, como su representante en Madrid.
A llegar a la capital, Brünner denunció la detención indiscriminada de conciudadanos y de cónsules honorarios de Austria en varias ciudades españolas, muchos de los cuales estaban amenazados de muerte. Asimismo, presentó sendas reclamaciones por la colocación de barricadas cerca de la Legación, ya que aumentaba el peligro de convertirse en zona de combates; protestó por el robo indiscriminado de joyas, dinero y propiedades de ciudadanos austriacos por parte de las milicias obreras, consiguiendo en algunos casos que los milicianos las devolvieran a sus legítimos dueños. También facilitó la evacuación de españoles ligados a la representación y a los Consulados, así como a sus familias en esos primeros meses de conflicto, mediante su traslado al puerto de Alicante.
A comienzos de 1937, denunció ante el Ministerio de Estado el asesinato de Mercedes Ruiz del Árbol, secretaria del Consulado austriaco de la capital, cuyo cadáver fue encontrado en Vallecas con documentación diplomática, violando su inmunidad diplomática Este crimen –del que se sospechó una autoría anarquista- fue comparado a los asesinatos de otros representantes extranjeros honorarios, como el belga Jacques Borchgrave o el holandés Alfonso Fissher, que provocaron serios problemas diplomáticos entre el Gobierno republicano y sus homólogos extranjeros.
A la hora de evaluar su gestión, debe tenerse en cuenta que el doctor Brünner tuvo a su cargo una difícil misión pues, para las izquierdas españolas, representaba a un Gobierno claramente fascista. En julio de 1936, Austria y Alemania habían llegado a un acuerdo relativo al establecimiento de relaciones de amistad por el que se reconocía que Austria se identificaba a sí misma como un Estado alemán, prometiendo seguir una política exterior que respetara la del III Reich. El partido nazi austriaco se desarrolló dentro de la legalidad y muchos de sus simpatizantes entraron en el Gobierno. Por ello, las relaciones entre Austria y el Gobierno del Frente Popular comenzaron a ser muy tirantes a las pocas semanas de estallar el conflicto bélico pues, si bien Viena no reconoció durante dos años a los nacionales, se negó a reconocer exclusivamente a los representantes republicanos, permitiendo que el edificio de la Legación de España lo ocupara un veterano diplomático español, Carlos García Comín, delegado de la Junta de Burgos y conocido en los círculos vieneses. Además, permitió la existencia de consulados austriacos en la España nacional como el de San Sebastián.
Si a ello unimos los recelos de la izquierda española ante el sistema político austriaco desde la llegada al poder del canciller Dolfuss, la nacionalidad danubiana no era precisamente un aval para el Frente Popular y su Gobierno no fue considerado nunca el de una nación amiga. No obstante, en Viena comenzó a funcionar un centro de propaganda e información republicano, con conexiones con la Embajada republicana en Praga, que extendió su radio de acción a otros países limítrofes. Este centro funcionó regularmente hasta el triunfo del Anschluss y fue denunciado por García Comín a sus superiores en Burgos, los cuales no consideraron necesario desplegar una fuerte iniciativa diplomática en Austria –tendente a su reconocimiento como Gobierno legítimo-, teniendo en cuenta el carácter de mínima potencia europea en que había permanecido tras la desaparición del Imperio. Tan sólo para los carlistas Austria estaba enlazada con su universo histórico e ideológico, al ser residencia protectora de su Pretendientes en el exilio.
En Madrid, pese a las tensiones diplomáticas, la representación vienesa logró ejercer con bastante generosidad la política de asilo, utilizando los locales del Hogar Austriaco de la calle Aguirre, además de varios pisos de ciudadanos de dicha nacionalidad. Así, protegió a una colonia formada por 71 españoles hasta finales de 1936. La esperanza de un rápido final del conflicto con la toma de Madrid por las tropas nacionales y la liberación de la colonia de refugiados se deshizo ante la resistencia de los republicanos en la capital.
La Misión austríaca, no obstante, aumentó el número de refugiados hasta llegar a la cifra de 111 personas, cuyos nombres y datos se recogieron en una lista que fue enviada a las autoridades el 16 de enero de 1937, tras conseguirse un acuerdo verbal de salida con las autoridades del Ministerio de Estado. Efectivamente, ya no quedaba más remedio que lograr la evacuación de la capital de la colonia de asilados hasta un puerto mediterráneo, donde embarcarían hacia el extranjero. Todas las Embajadas y Legaciones intentaron realizar acuerdos puntuales con el Frente Popular, que exigió a cambio, entre otras cosas, una lista identificativa de los refugiados.
Brünner envió dos meses más tarde una lista más completa de 137 asilados, figurando en ella su secretario particular José Yañez Arroyo, afecto a la República. A las pocas semanas, la Legación de Austria se encontró con una dura nota verbal de las autoridades del Frente Popular comunicado que habían decidido variar las condiciones de evacuación, subrayando además el hecho de que el número oficial de asilados había aumentado en poco tiempo, desapareciendo 10 nombres de la primera lista presentada en la segunda. Se le advirtió severamente que no refugiara a más españoles si quería lograr la evacuación. El doctor Brünner, entonces, solicitó la devolución de listas para remitirlas a Viena, pero el Ministerio de Estado se negó, exigiendo datos completos y fotografías de los refugiados.
Tras la revisión de las listas por el Ministerio de Gobernación, la Legación austriaca comunicó que su gobierno se negaba a aceptar el traslado de los refugiados a su territorio, solicitando que permanecieran en Francia. La respuesta oficial fue el retractamiento de las anteriores condiciones de salida, comenzando un nuevo proceso de negociación donde se impidió la evacuación de hombres en edad militar y militares. El 24 de junio, Brünner envió nuevas listas de los componentes de dos primeras expediciones, por triplicado, con los datos solicitados y fotografías de mujeres, niños y hombres mayores. Gobernación detectó en las mismas a 111 personas sin antecedentes políticos, pero obtuvo información sospechosa de 8 a las que negó la salida. Tras muchas negociaciones, en octubre Brünner logró la salida legal de 80 asilados.
Con el paso de los meses, al igual que las Embajadas alemana y húngara, el previsible reconocimiento del Gobierno de Burgos por el de Viena puso al doctor Brünner entre la espada y la pared a la hora realizar sus gestiones ante el Ministerio de Estado. Solicitó que los austriacos residentes y los refugiados pudieran salir de la España republicana, admitiendo que la mitad de ellos no volvería a Austria. También intentó traspasar los refugiados varones a una tercera potencia, pero las autoridades republicanas se opusieron terminantemente a tal propuesta. Finalmente, el 22 de enero de 1938, Brünner atravesó la frontera francesa. Por esas fechas se produjo el esperado reconocimiento diplomático de Franco por Austria, ante lo cual la fuerza pública acordonó su Legación, donde apenas quedaban refugiados (4 mujeres y 10 hombres). Discreta y silenciosamente, los asilados la habían abandonado, quedando tan sólo una docena de personas que fueron detenidas. Los españoles que se habían instalado en domicilios de ciudadanos austriacos también desaparecieron. El jefe de la sección de Europa, en el Ministerio de Estado aconsejó a sus superiores que las propiedades de los ciudadanos austriacos fueran incautadas y que se intentara averiguar el paradero de los ex refugiados de las Legaciones de Austria y Hungría, cuyos casos eran análogos.
Antonio Manuel Moral Roncal
Catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de Alcalá. Doctor en Historia Moderna y Contemporánea por la UAM.