El club político francés en el origen del partido político
- Escrito por Eduardo Montagut
- Publicado en Historalia
En el origen de los partidos políticos estarían los clubes políticos que surgieron en la Revolución Francesa, aunque también deben tenerse en cuenta los partidos políticos ingleses durante el siglo XVIII. Estudiaremos el primer caso en este artículo. En todo caso, los partidos políticos, nacidos al calor del concepto de representación política propio de los procesos revolucionarios liberal-burgueses, tienen una clara evolución hasta el concepto actual.
En la Revolución Francesa los clubes eran sociedades donde se reunían personas para discutir sobre asuntos políticos. No eran reuniones abiertas a todo el mundo, porque se necesitaba la aprobación de los miembros para poder ingresar en ellas. Además, el integrante en el club debía pagar una cuota para los gastos que se generaban por el uso del local de reuniones y otros gastos. Sin lugar a dudas, eran los primeros pasos de las formaciones políticas. Fueron fundamentales para que se elaborasen las doctrinas políticas, el diseño de muchas políticas, y tuvieron un acusado protagonismo en la pedagogía política y revolucionaria.
Los clubes no nacieron de forma espontánea en la Revolución. En realidad, tienen su origen en las sociedades y reuniones de la época ilustrada. En Francia abundaron tres tipos de reuniones. En primer lugar, estaban las academias, plenamente autorizadas por el poder y, por lo tanto, espacios donde no se cuestionaba al sistema económico, social y político. En segundo lugar, abundaron las sociedades de lectura, que ya no eran oficiales, pero solían ser toleradas y conocidas. Por fin, había sociedades secretas que se desarrollaron en la clandestinidad. En este ámbito se movía la francmasonería, fundamental en la difusión de las ideas ilustradas, aunque conviene saber que en su seno también hubo sus discusiones sobre la necesidad o no de cambios.
El derecho de reunión no existía en la época del despotismo ilustrado. Era una concesión o privilegio revocable en función de muchos factores. En Francia estos privilegios se concedían a través de cartas de concesión. Pero cuando se convocaron los Estados Generales y se inició una verdadera campaña electoral se abrió la mano en relación con las reuniones y comenzaron a proliferar los clubes, especialmente en un París efervescente, aunque también en el resto de Francia. En algunos se acogieron a personajes muy célebres como el Club de Valois que giraba en torno al duque de Orleáns. Otro club muy importante fue la Sociedad de los Treinta, donde se pudo escuchar a la mayor parte de los pensadores de la época.
El club revolucionario propiamente dicho se desarrolla cuando se puso en marcha la Asamblea Constituyente. Los diputados se reunían previamente para preparar las sesiones, los discursos, los debates y las políticas a seguir. Los pioneros fueron los diputados bretones, ya que, al parecer, tenían la costumbre de agruparse por las revueltas que protagonizaron en Bretaña. Pero estos bretones abrieron las puertas de su club a otros diputados que compartiesen sus ideas patrióticas. El club tenía su sede en Versalles, pero cuando la Asamblea se trasladó a París sus componentes tuvieron que buscar un nuevo local de reunión. Al final accedieron al refectorio del convento de los monjes jacobinos de la Orden de los dominicos, en la calle de Saint-Honoré. En ese momento el club pasó a denominarse Sociedad de los Amigos de la Constitución, aunque terminaría siendo conocido como el club de los jacobinos. Se convirtió en un club poderoso porque llegó a aglutinar a unos doscientos diputados. El origen social inicial de sus miembros se puede encontrar en el universo de los escritores, economistas y periodistas, pero luego se abrió a otros ámbitos. Para ingresar se necesitaba el aval de cinco miembros. Durante un tiempo fue el único club o, por lo menos, el más activo y fuerte de los que se fueron creando por distintas escisiones. Pero, precisamente, por su crecimiento y por estas escisiones, como la de los feuillants, sufrió una intensa transformación interna en el plano ideológico, decantándose hacia la izquierda. El club fue un intenso foro de discusión política, especialmente desde 1791 cuando sus sesiones se abrieron al público. En este momento ya destacaba Robespierre. El club tendrá una agitada vida hasta su clausura por orden de la Convención el 12 de noviembre de 1794. Posteriormente, los jacobinos intentarán reorganizarse, especialmente fuera de París.
El club de los feuillants recibe el nombre también por el convento donde se asentó, el de los cistercienses. Se creó en 1791 Era un club más moderado que el de los jacobinos, ya que sus miembros eran partidarios de la monarquía constitucional. Entre sus miembros destacaron La Fayette, Bailly o Barnave, entre otros. Pero la radicalización que supuso la jornada del 10 de agosto de 1792 terminó con este club.
El club de los cordeliers nació en 1790. Su nombre, como no podía ser de otra manera, nace por el espacio que ocupa, un convento de cordeliers, es decir, de franciscanos. Fue muy popular porque permitía el ingreso en el mismo de todos los ciudadanos. Destacan los artesanos y comerciantes del este parisino, y fue derivando hacia convertirse en el portavoz de los sans-culottes. Entre sus oradores destacaron Danton o Marat. En el ala izquierda de los cordeliers estaban los enragés. Los cordeliers fueron muy activos en las jornadas revolucionarias de 1792 y 1793, así como en el ejército revolucionario. Fueron muy perseguidos por el Comité de Salvación Pública en la primavera de 1794.
Las fuerzas más conservadoras no se vieron ajenas al fenómeno de los clubes, habida cuenta de lo operativos que eran. En 1796, los realistas crearon el Instituto Filantrópico con filiales en los departamentos. También hay que destacar el club de Clichy. El Directorio fue contrario a los clubes y prohibió las reuniones en dos ocasiones, aunque terminará por permitir su reapertura. En todo caso, los clubes no encontraron la fuerza y la vitalidad de antaño en esta etapa final de la Revolución.
Algunas mujeres fundaron clubes políticos, siendo el más importante la Sociedad de Mujeres Militantes Republicanas Revolucionarias. La lucha de las mujeres tuvo sus frutos en el verano de 1793 cuando consiguieron la igualdad política en las secciones, asambleas y sociedades populares. Pero el día 30 de septiembre de 1793 se prohibieron los clubes femeninos. La mujer debía regresar al hogar y dejar la plaza pública, los salones donde se discutía de política y el entorno de los lugares donde se tomaban las decisiones políticas, es decir, la Convención.
Por fin, acercándonos al caso español, en cierta medida, estos clubes franceses estarían en el origen de las Sociedades Patrióticas españolas de la época del Trienio Liberal, mucho más que las Sociedades Económicas de Amigos del País, más apegadas al poder de los tiempos “dorados” del despotismo ilustrado de Carlos III, como las academias francesas.
Recomendamos la consulta de la obra de referencia de Michel Péronnet, Vocabulario básico de la Revolución Francesa, que en España editó Crítica en 1984. Sobre las Sociedades Patrióticas sigue siendo imprescindible la obra clásica de Alberto Gil Novales, Las Sociedades Patrióticas, 1820-1823, en dos tomos, publicados en 1975.
Eduardo Montagut
Doctor en Historia. Autor de trabajos de investigación en Historia Moderna y Contemporánea, así como de Memoria Histórica.