El Nilo Azul. El poder de Teodoros. III
- Escrito por Emilio Alonso Sarmiento
- Publicado en Historalia
La carta que Teodoros (de la que hablamos antes) a la reina Victoria, siguió su curso hasta Londres. En condiciones normales habría merecido una respuesta cortés, aunque posiblemente evasiva, pero en esta ocasión, alguien del Ministerio de Asuntos Exteriores, cometió un error: la carta fue leída, quizá suscitó una leve sonrisa y, quedó en el olvido. Para un hombre del amor propio de Teodoros, esto por sí solo, ya era un insulto y, por si fuera poco, el Ministerio de Asuntos Exteriores, añade más leña al fuego: envían a Cameron instrucciones, para que se dirija a Kassala, en el Sudán, donde, entre otras cosas, ha de examinar las posibilidades de cultivo de algodón (los precios se habían cuadriplicado, al suspenderse con la guerra civil, el abastecimiento desde los EE.UU.) e investigar el tráfico de esclavos.
Ahora bien, los musulmanes del Sudán eran enemigos acérrimos de Teodoros y, como sabemos, por las experiencias de Baker en Jartum, los turcos se estaban preparando activamente, para invadir Etiopía. Ningún etíope podía visitar el Sudan, sin ser tachado de traidor. Indiferente a la partida de Cameron, pasan varios meses antes de que Teodoros, que daba por supuesto, que había bajado a la costa camino de Inglaterra, tuviera noticias de su verdadero destino. La rabia que sintió Teodoros, al enterarse de la verdad, supura un hosco resentimiento. Imposible no simpatizar un poco con él ¿Qué andaba haciendo este inglés, viniéndole con declaraciones de amistad, para luego, a hurtadillas, irse al campo enemigo? Ahora se explicaba la falta de respuesta a la carta. Inglaterra estaba tramando una campaña contra Etiopía, desde el Sudán. Teodoros se había criado en un mundo de traiciones y venganzas, de modo que, cómo no, cayó sobre los misioneros europeos de Gondar. Les ponen los grilletes y, son prendidos como rehenes. Cuando Cameron regresa de su misión, en enero de 1864, sin sospechar absolutamente nada, va a parar, también él, a prisión. No valían explicaciones. Campaba el odio y la soberbia más salvajes y, en el paroxismo de uno de sus accesos de cólera, Teodoros ordena que Cameron sea torturado. La situación se agrava con la llegada de Inglaterra, en calidad de ayudante de Cameron, de un joven irlandés llamado Kerans. Pese a llevar consigo, mensajes del Ministerio de Asuntos Exteriores, no había, sin embargo, respuesta a la carta de Teodoros. Encadenado, Kerans va a hacer compañía a los demás.
Las nuevas de tal proceder, llegan a Adén, en abril de 1864. El agente político británico en Adén, coronel Williams Merewether, hombre prudente y enérgico, establece comunicación con Londres, con la petición urgente, de que la carta de Teodoros, reemitida dos años ha, sea contestada de inmediato. Además, el gobierno se ve movido a la acción por el diario “The Times”, a raíz de la publicación por este, de un comunicado que Cameron había hecho llegar, desde su encierro en Gondar. “No hay esperanzas de liberación”, escribía, “a menos que se envíe una carta de respuesta a Su Majestad”.
La situación no era fácil. Los misioneros estaban en manos de un caique semicivilizado, en el corazón de Etiopía, fuera del alcance del poder o la influencia británica y, una réplica amenazadora, podía muy bien suponer una nueva tortura, o incluso la muerte. Por fin se redactó un documento cauteloso y apaciguador, dirigido a “nuestro buen amigo Teodoros, rey de Abisinia”, firmado “Victoria R”, en Balmoral, el 26 de mayo de 1864, con el sello real estampado. Agradecía a Teodoros sus buenos deseos, le felicitaba por haber afirmado su autoridad en Etiopía y, prometía recibir a la embajada etíope en Inglaterra.
No podía ser más extraña la elección del comisionado, para hacer entrega del mensaje. Hormuzd Bassam no era inglés de nacimiento: nació iraquí, en Mosul, de padres cristianos.
Pues eso.
(Continuará.)
Emilio Alonso Sarmiento
Nacido en 1942 en Palma. Licenciado en Historia. Aficionado a la Filosofía y a la Física cuántica. Político, socialista y montañero.