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Rodolfo Llopis y los presos políticos en el otoño de 1960


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“Liberemos entre todos a los presos políticos mientras llega el momento de liberar a España”

En el número del 13 de octubre de 1960 de El Socialista, donde se dedicó gran atención a los presos políticos en España, especialmente a los del penal de Burgos, Rodolfo Llopis publicó un artículo donde explicaba que había que liberar a los presos políticos, además de recordar que existían por mucho que lo negara el régimen.

El dirigente socialista explicaba que cada veinticuatro de septiembre la Iglesia Católica celebraba la fiesta de Nuestra Señora de la Merced, un día en que el régimen franquista autorizaba a los hijos de los presos para que pudieran entrar en las cárceles para con el fin de pasar el día con sus padres. Vendría a ser la Fiesta Mayor de los presidios de España. Los presos fabricaban juguetes para todos los niños.

Pero lo más triste de ese día para Llopis era el momento de la despedida, un momento que calificó de cruel para los que se quedaban dentro, pero también para los familiares que se iban. Llopis planteaba que muchos niños se preguntaban qué es lo que había hecho su padre para estar en prisión, y las madres solían contestar que no habían hecho nada malo, ni asesinar ni robar, solamente que sus padres eran presos políticos. Era evidente que los niños no sabían qué era eso de ser “delincuente político”, pero al menos iban a casa sabiendo que su padre no era ni un criminal ni un ladrón. Para ilustrar su artículo explicaba, con fotografía incluida, el caso de dos presos, Eduardo Villegas y Emilio Salgado.

Después Llopis afirmaba con contundencia que en España había presos políticos por mucho que lo negara Franco que, al parecer, había realizado unas declaraciones publicadas en Le Figaro en junio de 1958, donde afirmaba que después de la victoria de 1939 solamente habían sido castigados los delitos de derecho común, y nadie se le había “inquietado por sus ideas”. Solamente habían tenido que rendir cuentas los encausados por sus actos, quienes cometieron abusos y los responsables de las muertes. Llopis seguía afirmando que cuando esta noticia llegó a la cárcel de Burgos los presos políticos se indignaron. Los presos socialistas, comunistas y cenetistas decidieron dirigir una respetuosa reclamación al Jefe del Estado en relación a que rectificara o aclarara su afirmación porque ninguno de ellos había robado o asesinado.

Si solamente se había castigado a ladrones y asesinos, ¿qué sentido tenía el que hubiera condenados y que siguieran en la cárcel? De redactar y suscribir la reclamación se encargaron, precisamente Eduardo Villegas, socialista, Enrique Nadal, cenetista, y José Luis Fernández Albert, comunista. Los escritos de Villegas y Nadal se cursaron con fecha 25 y 26 de junio, y el Fernández Albert no se cursaría por orden del Comité.

La respuesta de las cartas fue la represión, es decir, los firmantes de los escritos fueron encerrados en celdas de castigo. El resto de presos se solidarizó con los castigados declarando la huelga de hambre.

Para Llopis, realmente, poco importaba que Franco, faltando a la verdad, afirmase que no había presos políticos en las cárceles españolas. Tampoco importaba mucho que el decano del Colegio de Abogados de Madrid en la Asamblea celebrada en enero de 1959 hubiera dicho que solamente existían tres presos políticos. Poco importaba, por fin, que el embajador Areilza afirmase que había 830 presos condenados por delitos contra la seguridad del estado. Además de amañarse las estadísticas oficiales, el franquismo calificaba los delitos en función de una legislación penal “monstruosa”, y que había fabricado para acabar con sus enemigos, desafectos y sospechosos.

Frente a esas afirmaciones oficiales estaban los documentos que en ese mismo número publicaba El Socialista sobre los presos en Burgos, es decir, de los 399 presos políticos, cuyas condenas superaban los 4.352 años, así como la relación de las 18 mujeres recluidas en Alcalá de Henares, con un total de 435 años de cárcel, sin olvidar que de las demás prisiones en España llegaban nombres y cifras de muchos presos políticos. Pronto se iba a conocer el Informe que preparaba la Comisión Internacional de Juristas Demócratas que, a pesar de las dificultades que les puso a sus integrantes el régimen para realizar su trabajo en España, se iba a publicar en breve.

Llopis planteaba que por los datos de organizaciones políticas y sindicales había 880 hombres presos políticos no acusados de delitos comunes, y de 35 mujeres en la misma situación. Además, había 12 hombres acusados de ser masones frente a 35 mujeres por la misma causa. Los presos políticos acusados de delitos comunes eran 470 hombres y 10 mujeres. Pero estas cifras aumentarían por las numerosas condenas que habían pronunciado los Tribunales en el año 1959 y lo que se llevaba de 1960.

El franquismo, a juicio del líder socialista, con el fin de acabar con sus enemigos, desafectos y sospechosos había fabricado una legislación penal represiva y monstruosa. En el artículo desgranaba dicha legislación desde la propia Guerra Civil hasta el presente del artículo.

El trabajo terminaba exigiendo que se liberasen los presos políticos que se consumían en las cárceles, por imperativos de justicia y por dignidad humana, y con el fin de liquidar uno de los aspectos más bochornosos de la guerra civil, porque los presos políticos eran víctimas del espíritu rencoroso y vengativo que perduraba en la legislación franquista.

Había que impedir que se siguiera pisoteando los derechos de la persona que el régimen se comprometió a respetar para poder ingresar en los organismos internacionales. Había que evitar que en los procesos que se avecinaban siguieran los Tribunales pronunciando condenas injustas. Los condenados eran de todas las capas sociales, trabajadores manuales e intelectuales, socialistas, comunistas, sindicalistas, republicanos, católicos y estudiantes.

Los demócratas no podían ser insensibles a lo que pasaba en España desde el año 1939. El problema no afectaba solamente a los españoles, sino a todas las conciencias sensibles a la justicia. Los hombres honrados de todo el mundo tenían que expresar su oposición al régimen que para sobrevivirse tenía que encarcelar, y perseguir a los discrepantes. Llopis hacia un llamamiento a quienes formaban parte de organismos internacionales donde el franquismo había conseguido introducirse para plantearse si podían seguir actuando ante los representantes de un régimen que encarcelaba a quienes no pensaban como quería la dictadura.

 

Doctor en Historia. Autor de trabajos de investigación en Historia Moderna y Contemporánea, así como de Memoria Histórica.

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