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Una gesta humanitaria en la Guerra Civil: el asilo consular en Málaga


(Tiempo de lectura: 3 - 6 minutos)

Al estallar la guerra en julio de 1936, Porfirio Smerdou Fleissner era el cónsul de México en la ciudad de Málaga, donde pudo ser testigo de las represiones de ambas Españas sucesivamente. En primer lugar, la ciudad fue controlada por los partidarios del Frente Popular inciándose una persecución violenta contra familias de derechas por el hecho de serlo. Smerdou -un hombre liberal- comenzó a emitir certificados oficiales para proteger los domicilios de ciudadanos mexicanos y comenzó a visitar a presos políticos, tanto en la cárcel como en el buque-prisión Marqués de Chávarri. Logró la libertad y evacuación hacia Gibraltar de numerosas personas, tanto extranjeras como españolas. Su chalet -llamado Villa Maya- se convirtió en un asilo temporal para perseguidos o amenazados. Además, tres ciudadanos mexicanos ofrecieron sus domicilios para extender el asilo consular, amparando a sesenta y cinco personas más: Antonio Herrero Montiel (50 asilados), Ramón Junco Conde (5 asilados) y José Smerdou , padre del consul, (10 refugiados).

El hecho de divulgarse rápidamente el decidido apoyo de México a la causa republicana también proporcionó al cónsul una aureola de popularidad y respeto entre los milicianos, con los que no volvió a tener ningún problema, pese a la violenta situación interna de la ciudad. Al mismo tiempo, se gestionó otro curioso anexo consular: la casa-almacén de un comerciante aceitunero en el pueblo de Amogía, que le pidió un certificado de nacionalidad mexicana, al haber trabajado en México durante muchos años. Smerdou le firmó los papeles oportunos y le proporcionó una bandera para colocarla en su casa, en la cual refugió a sesenta personas.

En esta tarea humanitaria de Smerdou –en la que se registraron 567 personas- también participaron el vicecónsul francés M. Conteleng y el consul italiano, Tranquilino Bianchi, aunque éste ultimo fue obligado a abandonar Málaga el 2 de agosto, ante el conocido respaldo de Mussolini a los nacionales.

Para aumentar el carácter humanitario de sus gestiones, Smerdou planteó a las autoridades militares de ambas Españas la creación y posterior ejecución de una Zona Neutral Iberoamericana. En esencia, el cónsul mexicano planteó acotar una zona libre de bombardeos aéreos de la aviación nacional, situada en el Valle del Limonar. Una vez conseguida la conformidad por escrito del Alto Mando de Sevill, el consulado mexicano de Barcelona ordenó a Smerdou que no limitara aquella protección a los ciudadanos mexicanos sino que la hiciera extensiva a cuantos hispanoamericanos se identificaran como tales. A partir del mes de octubre de 1936 cesaron totalmente los bombardeos. Indudablemente, la acotación de esa zona benefició estratégicamente, por unas semanas, al ejército republicano y redujo el número de víctimas.

Además, el cónsul mexicano logró organizar un canje entre los dos bandos en litigio, lo que aumentó su prestigio ante los anarquistas. En Gibraltar, el 17 de noviembre de 1936 se realizó un intercambio de trece mujeres -compañeras de milicianos anarquistas-, presas en la zona nacional, por trece familiares de Faustino Arévalo, director del Banco Hispano Américano de Sevilla, además de otras personas. Por otra parte, con ayuda del cónsul y la Marina británicos, Porfirio organizó un peculiar servicio postal entre las dos zonas. Más de mil cartas se cruzaron entre familias republicanas y nacionales con ayuda de esta organización que facilitaba el intercambio de correo con ayuda de los buques británicos que recalaban en Gibraltar. Y así, gracias a las gestiones del cónsul, ciento veinte personas de nacionalidad española pudieron obtener de las autoridades republicanas documentos legales para embarcar; logró la libertad de cuarenta y cinco, presos en tribunales y cárceles. Bien es cierto admitir que no todas sus gestiones tuvieron éxito pero, teniendo como referencia la cifra de 1.110 asesinados por la represión republicana en la ciudad de Málaga, Smerdou impidió que ese número aumentara en un 50 %, aproximadamente.

El 8 de febrero de 1937 la ciudad fue tomada por las tropas nacionales y comenzó a organizarse la represión del otro bando. Al producirse el cambio de administración, el cónsul de México decidió ofrecer asilo a aquellos altos cargos y amistades, miembros de partidos republicanos, que habían colaborado en el pasado con él y que se encontraban en peligro. Seis personas se introdujeron en el consulado argentino, bajo responsabilidad de Smerdou, entre ellos el presidente de Izquierda Republicana. Y, de la misma manera que encontró gente que le apoyó o que le denegó su ayuda durante el Frente Popular, encontró las mismas respuestas entre las nuevas autoridades. Españoles ambos...

El doctor José Gálvez, ex alcalde de la capital y suegro del piloto García Morato, le ayudó, amparando esos seis republicanos en su clínica privada. Allí estuvieron incomunicados como si fueran mujeres a punto de dar a luz, tiempo que fue aprovechado por el cónsul para salvarles la vida. En el consulado francés también lograron refugiarse un pequeño número de republicanos, entre ellos, el doctor Sarmiento, hasta fechas muy tardías como el otoño de ese mismo año. No pudo salvar la vida de Eugenio Entrambasaguas, alcalde republicano, pese a solicitarlo al fiscal Arias Navarro.

Smerdou, con ayuda del cónsul de Italia, que había vuelto a la ciudad, decidió interceder por la vida de numerosos condenados a muerte, que eran fusilados en un lugar llamado La Parcela, zona ganada al río Guadalmedina. Bianqui le debía numerosos favores, realizados entre julio y agosto de 1936, de manera que los dos cónsules se presentaron en varias ocasiones en la cárcel e incluso ante los pelotones de fusilamiento, sacando directamente y en ese momento a quienes podían. Queipo de Llano no obstaculizó su labor pues habían salvado y evacuado a algunos familiares suyos en los inicios de la guerra. Como reconoció el cónsul, años más tarde, no pudo contar el número exacto de salvados.

Las gestiones para liberar a una serie de amigos republicanos, acusados de pertenecer a la masonería y condenados a muerte, llevaron a Smerdou a la propia Italia fascista. En Roma, donde logró contactar en la Ciudad de El Vaticano con el padre Brai, que había sido confesor del Presidente Porfirio Díaz, su padrino de bautismo. Le solicitó ayuda para que, a través de sus contactos y amistades, intercediera ante el ministro de Asuntos Exteriores, el conde Ciano, para que evitara la aplicación de la pena de muerte a sus amigos masones mediando ante las autoridades franquistas. Posteriormente, la maquinaria de amistades y recomendaciones logró que el Ministerio italiano solicitara la anulación de las máximas penas a su homólogo franquista, teniendo en cuenta, especialmente, que Smerdou había logrado que las autoridades militares republicanas no volaran la caseta de amarre del cable Roma-Buenos Aires, que la Compagnia Italiana dei Cavi Sottomarini había instalado unos años antes en la playa de Málaga. A pesar de todo, si bien se consiguió salvar finalmente la vida a esos masones malagueños, varios tuvieron que soportar penas de prisión durante muchos años en Chinchilla.

 

Catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de Alcalá. Doctor en Historia Moderna y Contemporánea por la UAM.