Richard F. Burton. Su Vida. IV
- Escrito por Emilio Alonso Sarmiento
- Publicado en Historalia
En Oriente, la religión y el sexo no son ni mucho menos incompatibles, al contrario de lo que tan a menudo ocurre en Occidente. En sus escritos, Burton, desveló determinados puntos de vista en materia sexual, en los cuales la Inglaterra victoriana, desde luego no se atrevió a entrar. Insistió inflexiblemente en que las mujeres gozan con el sexo tanto como los hombres, en una época en que a las novias victorianas se les decía, a las puertas del matrimonio, que su deber era “yacer, estarse muy quietas y pensar en el Imperio”. Burton tradujo unas cuantas obras, que hoy en día son clásicos en su género, obras que contribuyeron a poner en boga, nuevas actitudes respecto al sexo en todo el mundo occidental.
Las versiones de Burton, acompañadas con la sustancia de sus propias opiniones y experiencias, profusamente anotadas, de obras eróticas tales como el “Ananga Ranga”, el “Kama Sutra” (cuyo descubrimiento hay que atribuírselo a él) el “Jardín perfumado” e, incluso, sus “Mil y una noches”, llevan al lector a contemplar que, desde el punto de vista de Burton, el sexo para hombres y mujeres por igual, nada tenía que ver con un incómodo deber, que hubiese contraído el ser humano, para con la propagación de la especie, ya que constituye un placer que ha de gozarse con entusiasmo y vivacidad.
Bajo la energía implacable física e intelectual de Burton, se amagaba, casi en todo momento, un intenso tumulto interior. Sufrió, a menudo, serios brotes depresivos y fue adicto a diversas drogas. El “cannabis” y el opio, fueron sus principales vías de escape y, llegó a experimentar con narcóticos menos conocidos, como el “khat, del cual se dice que surte efectos priápicos (exagerada actividad sexual). A comienzos de su madurez, llegó a tal grado de alcoholismo, que su trayectoria profesional quedó en entredicho. Consiguió librarse de sus adicciones y sus dependencias y, logró pasar los últimos años de su vida, totalmente alejado de los narcóticos y del alcohol, aunque para entonce su salud, hubiese quedado seriamente resentida por tantos excesos. Su interés por el sexo, llego a ser, en cierta etapa de su vida, prácticamente una obsesión incontrolable, aunque después de contraer matrimonio, parece haber sido enteramente fiel a su esposa.
Su matrimonio es en efecto otra de sus facetas, que no ha sido plenamente estudiada. En una época en la que, en Inglaterra, a los católicos se los tenía por ciudadanos de segunda categoría, contrajo matrimonio con una católica inglesa, Isabel Arundell. Para su familia y sus coetáneos, aquella boda fue, como si hubiese desposado, a una mujer extraída del lo más profundo del África tribal. La Inglaterra victoriana se mostró continuamente fustigadora y vituperante, sobre la persona de lady Burton. Los prejuicios que la rodearon entonces, aún se dejan sentir en ciertos ecos de sus propios escritos, acerca de su marido. Sin embargo, de aquel enlace que tan peligroso pareció en principio, para ambos cónyuges, resultó un matrimonio sólido y feliz.
Burton fue un gran narrador, pero escribió muy pocas páginas acerca de su persona, salvo en términos crípticos y, con un estilo llamativamente despegado, pues era una persona muy celosa de su propia intimidad. A pesar de ello, Burton ha sido un personaje muchas veces biografiado, aparte de haber servido de base, para ciertos personajes de ficción. El propio Rudyard Kipling lo retrató al menos en dos ocasiones, una en el personaje de Strickland, que figura en el relato titulado “El criado de miss Youghall” y, otra, aunque más vagamente, en el coronel Creighton, el misterioso agente británico, que aparece en “Kim”. Ciertos matices de Burton pueden detectarse también en Lurgan, el extraño tendero. “Kim” está repleto de anécdotas que suenan tal, como si Kipling las hubiese oído directamente de labios de Burton, o de los amigos de Burton y, su descripción de Strickland, en el mencionado relato, responde punto por punto a la de Burton.
La descripción de Strickland da cuenta virtualmente en su totalidad de Burton, tal y como era en su época de la India: “un sujeto callado, moreno, joven… soltero, de ojos negros... que cuando no se daba a pensar en otras cosas, podía ser un compañero interesantísimo”. Strickland “mantenía la extraordinaria teoría” de que un oficial en la India, “debería intentar por todos los medios, saber acerca de los nativos, tanto como los nativos mismos”.
Pues eso.
Emilio Alonso Sarmiento
Nacido en 1942 en Palma. Licenciado en Historia. Aficionado a la Filosofía y a la Física cuántica. Político, socialista y montañero.