La reconstrucción de Japón después de la Segunda Guerra Mundial
- Escrito por Antonio Manuel Moral Roncal
- Publicado en Historalia
En 1945 el Imperio japonés fue derrotado en la Segunda Guerra Mundial por los Aliados, siendo ocupado militarmente por los Estados Unidos. Los nuevos señores de su destino emprendieron una serie de reformas cuyo objetivo fue eliminar el militarismo, el autoritarismo y aquellas mentalidades que había favorecido el colonialismo, el racismo y el concepto de superioridad nacional.
Por ello, los Estados Unidos impulsaron reformas políticas tendentes a la implantación de un sistema constitucional más democrático, consolidando un bipartidismo entre un centroderecha liberal y un centroizquierda socialista que favoreciera la estabilidad política. La institución imperial no fue abolida sino transformada en una jefatura de Estado propia de las Monarquías parlamentarias. La apertura de la Guerra Fría motivó también la necesidad de contar con los japoneses como aliados en Asia, pese a su inicial posición neutralista y favorable a unas relaciones internacionales basadas en los principios de las Naciones Unidas y el pacifismo.
Pese a todo, los Estados Unidos no crearon un plan de ayuda económica a Japón como el Plan Marshall que impulsaron en Europa. El gobierno japonés apostó por una mayor intervención del Estado para lograr la reconstrucción socioeconómica, unida a su tradicional mentalidad trabajadora y de sacrificio por la comunidad favorecieron salarios congelados, aumento de la productividad, contención de precios y un aumento de las ventas y de su capacidad de competitividad en poco tiempo.
Se impulsó una reforma agraria que eliminó, en algunas regiones, el arrendamiento de la tierra por una privatización que favoreciera a los campesinos sin tierra, lo que consolidó una clase media en el campo. Sin embargo, la recuperación de la industria, en pocos años, favoreció la emigración del campo a la ciudad y el aumento de la población urbana, con una mentalidad y gustos propios de la sociedad de consumo.
A elevada concentración industria, se unió una clara capacidad generativa de tecnología, herencia, en buena parte, de la apuesta investigadora e industrial de las década anteriores a la Segunda Guerra Mundial. Además, debe tenerse en cuenta el factor militar que ayudó poderosamente a convertir, nuevamente, a Japón en una potencia económica a nivel mundial. Los Estados Unidos, durante la segunda mitad del siglo XX, asumieron la defensa de Japón frente a las amenazas de países comunistas, lo que hizo que el Estado no tuviera apenas gastos en defensa, que fueron invertidos en tecnología, industria y servicios.
La gran capacidad de ahorro de todos los sectores sociales regeneró el sistema bancario y favoreció la autofinanciación de los negocios e incluso la concesión de créditos a sus propios trabajadores. De esta manera, a diferencia de otros países capitalistas, la dependencia de las empresas de la banca no fue tan fuerte ni tan importante, impulsando una cultura empresarial más autónoma. De esa manera, Japón pudo sortear con bases fuertes la crisis mundial de 1973, recuperándose en la década de los años 80.
Sin embargo, la nueva crisis económica mundial a partir de 1995 abrió un periodo de dos décadas de estancamiento. Poco a poco, los Estados Unidos -sobre todo tras la desaparición de la URSS – exigieron mayores inversiones japonesas en su propia defensa exterior, lo que aumentó el gasto público en ese sector. La rivalidad con otros gigantes asiáticos -China, Corea del Sur, Singapur…- se hizo notar con el cambio al siglo XXI.
En 2016, la deuda pública japonesa era más del doble de su Producto Interior Bruto, lo que motivó el inicio de una política de aumento de impuestos al consumo al 10%. Sus potentes exportaciones comenzaron a caer ante la competencia china lo que hizo que el Estado aumentara sus inversiones pero no logró subir el PIB más de un 0,68%. Para frenar el paro, se apostó por una política estatal de inversiones en Obras Públicas -sobre todo de cara a la celebración de los Juegos Olímpicos en 2020- logrando hasta ese año incentivar algo el consumo y trabajo. No obstante, y pese a todas sus dificultades, Japón siguió siendo entre la tercera y la cuarta economía mundial, siendo sus problemas los propios de una gran potencia económica.
Antonio Manuel Moral Roncal
Catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de Alcalá. Doctor en Historia Moderna y Contemporánea por la UAM.