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Las artistas medievales


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Wikimedia Commons (https://commons.wikimedia.org/wiki/File:France-000736_-_Tapestry_-_57_(14811307018).jpg) Wikimedia Commons (https://commons.wikimedia.org/wiki/File:France-000736_-_Tapestry_-_57_(14811307018).jpg)

Si a día de hoy sigue siendo dificultoso poner en valor el trabajo que las mujeres artistas han desarrollado a través de la historia, existe un momento histórico en el que esa labor se hace casi imposible, se trata de las artistas del medievo. Pese a que es sabido que las mujeres eran admitidas en la mayoría de los gremios de oficio y a que su adhesión no daba automáticamente el derecho de ser aprendiz, es cierto que su participación activa, en mayor o menor medida, no se contempla, teniendo que recurrir en muchos casos a la tradición oral o a las leyendas para poderlas descubrir.

La actividad de las mujeres es tradicionalmente notoria en el gremio textil, concretamente en el bordado, donde se pueden encontrar piezas de enorme calidad que carecen de autoría. Existe una norma no escrita, según la cual, cuando una obra de arte es anónima, detrás se esconde un nombre de mujer.

Una obra imprescindible en el arte medieval del bordado es El tapiz de Bayeux, que según la leyenda fue realizada por la reina Matilde, primera reina consorte de Inglaterra desde la Conquista de Normandía, que la bordó asistida por sus damas de honor. De hecho, la pieza también es conocida como el tapiz de la Reina Matilde. No obstante, estudios recientes parecen afirmar que el obispo Odón de Bayeux, habría encargado su confección a las señoras sajonas de Kent, cuyas identidades también permanecen en el olvido, pese a que fue cuidadosamente diseñado.

Se trata de una obra de arte única en su género y uno de los documentos medievales más relevantes de la historia, una pieza de unas dimensiones sorprendentes, mide 70 metros de largo y 50 centímetros de alto. Datada entre los años 1082 y 1096, esa inmensa tela, que actualmente se considera como el primer intento de comic, muestra 41 barcos, 37 fortalezas o edificaciones, 202 caballos o mulas, 55 perros, 505 animales variados, 626 personajes e incluso una representación del cometa Halley.

Otro apartado importante en el arte del mundo medieval es el de la iluminación de textos, una disciplina que se desarrolló en monasterios y que parece especialmente dedicado a manos virtuosas y pacientes.

Con el texto “En depintrix (o Ende pintrix) et Dei adiutrix” (Ende pintora y ayudante de Dios) aparece como firma en el colofón del Beato de Gerona, compilado por el monje Beato de Liébana, una de las mejores obras medievales de España, que se preserva en la Catedral de Gerona. Ende (o En) fue una iluminadora que desarrolló su obra a finales del siglo X y que según gran parte de los estudios realizados, nació en León. En sus páginas también aparece un segundo nombre de ilustrador, es Emeterio, "monje y sacerdote”. Era costumbre medieval citar los nombres, en orden decreciente de importancia. Por lo que se puede afirmar que el más importante de los dos ilustradores era una mujer, una de las pocas artistas femeninas con nombre de la Edad Media.

El Beato de Gerona fue realizado en el año 786 en el monasterio de San Salvador de Tábara (Zamora), un lugar en el que en aquella época residían cerca de 600 monjes y no tenía una sección femenina. Por lo que parece probable que Ende procediera de otro monasterio y que fuera llamada expresamente por su fama de “artista”.

De la existencia de la escultora Sabina de Steinbach, también conocida como Sabine de Pierrefond, muy pocos historiadores dudan. Fue hija del escultor Erwin de Steinbach y su obra se data a mediados del siglo XIII en Estrasburgo (Francia), una ciudad que en aquella época pertenecía a Alemania.

Habitualmente los oficios se aprendían en los talleres familiares, por lo que, a la muerte del maestro, Sabina y su hermano heredaron el taller y el oficio de su padre, continuando con las piezas de la catedral de Estrasburgo y situando a la joven como maestra. Concretamente, se le atribuyen las del pórtico que representan la Sinagoga y la Iglesia y también varias piezas situadas en la columna llamada de Los Ángeles, en el interior del transepto. También se le atribuye una figura femenina que representa a la Iglesia, en Notre Dame de París, que es casi idéntica a la anteriormente citada de Estrasburgo.

Relatada como una leyenda durante siglos, la existencia de Sabina de Steinbach fue redescubierta en el siglo XIX, cuando su nombre “Savinae” apareció en una inscripción, desafortunadamente desaparecida hoy, sobre una de las esculturas del exterior de la catedral. Sabine fue maestra constructora, masona y escultora, su historia también simboliza la de todas las mujeres que trabajaron en la construcción de las catedrales góticas de la Edad Media.

En el gremio de la pintura, se puede citar a Teresa Diez (o también Teresa Dieç). Una mujer nacida en los primeros años del siglo XIV que trabajó la pintura al fresco, por lo que está considerada como la primera gran pintora de la historia del arte español.

Pese a que aparece su firma formando parte de la obra “Teresa dieç me fecit”, algunos especialistas del arte siguen negando categóricamente que Teresa Diez fuera pintora e insisten en mencionar que sólo era mecenas. Se basan en el escudo de armas que aparece bajo la firma de Teresa Díez, ya que era poco usual que se incluyeran directamente en las obras las firmas de los autores, pero sí las de los mecenas.

Por otra parte, se afirma que Teresa Díez, además de artista, proviniera de una familia pudiente y que, por tanto, fuera ella misma la que costeara las obras y además las pintara, ya que no figura su tumba en ninguna de las iglesias o conventos en los que pintó, condición habitual del mecenazgo en los lugares sagrados que corresponden a su estatus social. No obstante, esa autoría sigue siendo cuestionada, muy posiblemente por el mero hecho de llamarse Teresa.

Se descubrió su firma en 1962, cuando todos los murales de la iglesia de las clarisas fueron pasados a lienzo y restaurados. Actualmente se encuentran en la Iglesia de San Sebastián de los Caballeros (Zamora).

Afortunadamente, sí existe una mujer que pudo certificar la autoría de sus obras sin lugar a dudas. Es la figura más importante de todo el medievo, la doctora de la iglesia Hildegard de Bingen (1098-1179), ya que en cada una de las imágenes que ilustró aparece su retrato en una esquina a modo de firma. Es una preciosa pintura en la que la profetisa aparece mirando hacia arriba, tal vez como agradecimiento de la inspiración, pero inequívocamente como autora.

 

Artista multidisciplinar, comisaria independiente, gestora cultural y directora de cursos de arte.

Premio ARTE Y CULTURA 2019 en la XII edición de los premios PARTICIPANDO CREAMOS ESPACIO DE IGUALDAD.

Colabora con el Blog MUJERES de EL PAÍS, Huffington Post y en TRIBUNA FEMINISTA.

Sitio web: www.conchamayordomo.com