Ramón de la Sagra (1798 - 1871)
- Escrito por Antonio Chazarra Montiel
- Publicado en Cultura
UN ATENEISTA DE PRIMERA HORA, UN REFORMADOR SOCIAL Y UN SOCIALISTA UTÓPICO, COMPLICADO Y CONTRADICTORIO
La ciencia social fundada en la justicia absoluta,
determinará lo que debe ser
Ramón de la Sagra
Tenemos una deuda pendiente y se llama Siglo XIX. Lo conocemos mal y, sin embargo de ahí, proviene todo lo que nos pasa y deberíamos hacer un esfuerzo por conocer cuál es su realidad histórica.
La ignorancia en materias como las científicas y sociales deviene en atraso. No basta con diagnosticarlo, es preciso que vaya seguido de las terapias adecuadas. Poner los medios o remedios que se dice en ‘román paladino’.
El Ateneo de Madrid conmemora estos días su Bicentenario y, lo hará solemnemente, a partir de octubre. Sus doscientos años de existencia son un magnífico resumen de la vida cultural, política y social del país. Pocas personas recuerdan que el Presidente de la Segunda República, Manuel Azaña, estuvo muy vinculado al Ateneo y que personalidades científicas del relieve de Marie Curie o Albert Einstein, en sus cortas estancias en España, dieron conferencias en su salón de actos. Por otra parte, algunos de los hombres de letras, científicos o políticos más insignes de nuestra historia han sido ateneístas. Es una institución indispensable para aproximarse, con rigor, al siglo XIX y al primer tercio del XX.
Dado nuestro poco interés hacia el pasado, figuras como la de Ramón de la Sagra no nos dicen absolutamente nada. Sin embargo, fue un ateneísta de primera hora, reformista, pensador más socializante que socialista, en cierto modo, adscrito al socialismo utópico, además de trotamundos, diputado, ensayista, periodista y dotado de una energía y curiosidad intelectual que le hizo interesarse por múltiples cuestiones y que tuviera una vida notablemente trepidante.
A lo largo de los próximos meses, si el tiempo lo permite, dedicaré algunos artículos a personajes que han dejado su impronta en el Ateneo. Me parece obligado comenzar por Ramón de la Sagra.
Uno de los aspectos que quiero resaltar es que a finales de la tercera década de 1800, cuando tantos intelectuales y liberales regresaron del exilio, al desaparecer de la escena política la sanguinaria, brutal y reaccionaria figura de Fernando VII aunque no su espectro ignorante y fanático…, Ramón de la Sagra pronunció en el Ateneo unas ‘Lecciones de economía social’, que causaron cierto revuelo y sobre las que volveremos, un poco más adelante.
Constituyen, pese a sus imprecisiones, un ejemplo privilegiado de inquietudes reformadoras y de un socialismo utópico, sin conexión alguna con el movimiento obrero, desvaído, confuso pero con apuntes sociales muy interesantes. Es curioso que este socialismo utópico se manifieste, probablemente, por primera vez en Madrid, en la Docta Casa. Que a lo largo de esos dos siglos ha tenido momentos de gran brillantez, donde se ha puesto, sobradamente de manifiesto, su espíritu ilustrado. Es significativo que al Ateneo le ha ido bien cuando el país ha disfrutado de momentos brillantes tanto en literatura como en ciencia y libertades públicas… y mal con las dictaduras, con sus secuelas de censuras y prohibiciones.
Son tantas las facetas de Ramón de la Sagra que es complejo seleccionar unas cuantas. Quizás merezca la pena, señalar que fue un experto naturalista y dejó España para dirigir del Jardín Botánico de la Habana.
Siempre ejerció de ‘verso suelto’. Un individualista contumaz que no se adscribió plenamente a ninguna corriente o movimiento y que tampoco fue capaz de aglutinar en torno suyo una escuela de pensamiento, ni tener epígonos o seguidores. Esto, lejos de restarle interés, le añade una especie de ‘halo romántico’. Además, hay que destacar una capacidad de trabajo estajanovista, antes de que existiera Alekséi Stajanov. Era tal su afán compulsivo por opinar de tantas cosas y tantas sus inquietudes, que puede decirse que no hubo palo que no tocara.
Se esforzaba por decir la verdad o estar a punto de decirla, fuera o no políticamente correcto. Su osadía le llevo a combatir la irracionalidad, aunque alguna que otra vez cayera en ella y a atacar a los oscurantistas y a quienes, bajo ningún concepto, permitían que les contaminara ninguna mota de progreso. ‘Noli me tangere’, decían cada vez que temían infectarse de alguna idea avanzada o europeísta.
No es propiamente un sociólogo ni un economista, pero tuvo hondas preocupaciones económicas y sociales y escribió largo y tendido sobre ellas. Llama la atención, asimismo, que era un ávido lector de Immanuel Kant.
Otro tema que le interesó vivamente fue la educación. Puede decirse que en diversas facetas fue un adelantado. Pongamos como ejemplo, que en una de sus estancias en Bélgica, trabó amistad con Heinrich Ahrens, discípulo de Karl Christian Friedrich Krause y durante un tiempo se dedicó a difundir las ideas krausistas en España, antes de que lo hiciera Julián Sanz del Río.
Toda su vida fue un constante batallar. Nunca se daba por vencido aunque los resultados no fueran precisamente exitosos. Denunció, por ejemplo, en las Cortes Generales, que el Diputado por Orense, Urbano Feijóo, se lucrara enviando trabajadores gallegos a Cuba, en condiciones casi de esclavitud y, naturalmente, como es usual en estos casos, presentándose como benefactor de aquellos a quienes explotaba.
Es autor de una obra monumental ‘Historia física, política y natural de la Isla de Cuba’ en trece tomos. Sus preocupaciones por la situación de las cárceles le llevaron a componer un ‘Discurso… para la mejora del sistema carcelario, correccional y penal de España’. Y entre otros asuntos de lo más heterogéneos, ‘Apuntes para una biblioteca de escritores económicos españoles’.
Ramón Dionisio de la Sagra, personaje poliédrico es inabarcable… siempre se pueden encontrar nuevos ángulos y nuevas perspectivas para comentar su azarosa vida o su prolija obra. Puede decirse que era no sólo contradictorio sino paradójico. Representa un liberalismo de carácter socializante, pero incurría en frecuentes contradicciones. Es más, su pensamiento social, relativamente avanzado aunque un tanto difuso, se trucó en místico y reaccionario al final de su vida, decepcionado por lo acontecido durante el bienio progresista. Su pensamiento giró y cuando antes, había denunciado el rechazo frontal a cualquier reforma de los sectores conservadores y de la Iglesia Católica cayó, ahora, en un misticismo de carácter reaccionario.
Era un polemista ardiente. En no pocas ocasiones los argumentos, para él, eran armas arrojadizas, defendía sus ideas con entereza, coraje y, echaba en cara a sus adversarios, su incapacidad para asumir que iban cobrando fuerza las ideas proclives a una secularización y que la realidad estaba en continuo movimiento. No sería aventurado decir que en los últimos años de su vida escribió y actuó contra todo lo que había sostenido.
Ramón de la Sagra en una cosa ha tenido suerte, no han faltado historiadores que se han ocupado de él y gracias a sus aportaciones, podemos construir semblanzas como esta. Manuel Núñez de Arenas, historiador socialista, realizó sobre él su tesis doctoral: ‘Don Ramón de la Sagra, reformador social’, de la que he extraído algunos datos. Merece la pena, destacar asimismo, ‘Un gran solitario: don Ramón de la Sagra’ que data de 1983 y de la que es autor el historiador galleguista y republicano Emilio González López.
Ramón de la Sagra siempre estaba en movimiento. Probablemente sea útil conocer algunas de sus andanzas y sus pasos. Colaboró en París con Pierre-Joseph Proudhon, que le influyó y durante un tiempo, persiguió la idea de fundar con él, un Banco del Pueblo.
El socialismo utópico en España bebe de fuentes foráneas. Claude-Henri de Rouvroy, conde de Saint-Simon, Charles Fourier y sobre todo Constantin Pecqueur , federalista, partidario de la no violencia y hombre de ideas religiosas de un cierto misticismo, influyeron en su pensamiento que siempre o casi siempre fue algo caótico.
Hemos dicho, con anterioridad que Ramón de la Sagra era contradictorio y paradójico. Acepta ideas del socialismo utópico pero rechaza, enérgicamente la revolución. Es uno de tantos reformistas que considera la educación como el instrumento adecuado para lograr mejoras sociales. En esta misma línea, puede advertirse el influjo de reformas sociales a las que había tenido acceso en su viaje a los Estados Unidos.
No me resisto en señalar que junto a su idealismo fue un adelantado en determinados aspectos propios de algunas reformas sociales avanzadas, sin ir más lejos, promovió las primeras Escuelas Infantiles hacia 1840.
Hemos comentado que fue uno de los primeros ateneístas. Las ideas propias de una reforma social germinaron pronto en la Docta Casa y se fueron extendiendo a partir de círculos reducidos. Lo mismo ocurrió con el socialismo utópico que en nuestro país estuvo vinculado a movimientos intelectuales de contenido ilustrado de carácter burgués y circunscrito a pequeños núcleos.
¿Qué temas abordó en las Lecciones de economía social que desarrolló en el Ateneo? Quisiera apuntar previamente que, en cierto modo, vienen a ser un bosquejo, un guión, que serviría de base para alguna de sus publicaciones posteriores.
Es loable la importancia que da a la desigualdad, ya que para él marca la inclusión o exclusión de muchos ciudadanos en condiciones dignas en el orden social. Es partidario de la redención del proletariado pero, también, desliza algunas ideas que hoy ‘chirrían’ como la que afirma que el exceso de instrucción es nocivo para las masas, así como su, abiertamente, conservadora tesis, en la que condena el derecho de asociación de los trabajadores por contrario al equilibrio social. Una de cal y otra de arena. Critica las penosas condiciones de trabajo del proletariado… pero cae en contradicciones del calibre de las que hemos expuesto.
Se le puede considerar un liberal que defiende la fusión de la ciencia y la libertad. Analiza las desigualdades bajo la óptica de la filantropía. Al mismo tiempo, se muestra incapaz de entender una ‘visión de clase’. Quizás, bajo la influencia de Proudhon o, incluso de Rousseau, considera a la propiedad como fuente de desigualdad. Opina que la lucha entre pobres y ricos debe resolverse mediante la paz y la educación.
Para concluir me ha parecido oportuno citar y comentar algunos de los Aforismos Sociales, que datan de 1849. En su aspecto positivo defiende las consecuencias de la igualdad es decir, (75) ‘la igualdad de los derechos civiles y políticos y el complemento de estos, o sea, el sufragio universal’. Ya hemos comentado, que acostumbra a decir una cosa y a veces su contraria. Comparemos lo anteriormente dicho con este temeroso y reaccionario pensamiento (158) ‘la libertad de enseñanza supone la conformidad universal en un principio social adoptado por todos los hombres. Pero siendo éste aún desconocido, la libertad de enseñanza resulta anárquica’. Llegando al paroxismo en el aforismo (264)’la verdad social no es más que la verdad religiosa. Cuando ésta sea hallada, todas las verdades sociales serán fácilmente deducidas. Ínterin permanezca ignorada, toda verdad social es ilusoria y la humanidad no puede optar más que entre la fe o la anarquía’.
Cuando conmemoramos los doscientos años de la puesta en marcha de la Docta Casa, en la calle de la Montera, antes de que se trasladara a su sede actual en la calle de El Prado… debe haber un espacio para recordar a un paradójico y contradictorio pero batallador incesante, que en esas Lecciones en el Ateneo, insistía, una y otra vez, en la miseria del pueblo y sus causas y en la necesidad de una ‘regeneración sui genereis’. Con todos sus errores e insuficiencias, puede situársele entre los pioneros o precursores de un reformismo social.
No me resisto a tratar, aunque someramente, que cofundó la publicación ‘El Porvenir’, junto con Antolín Faraldo y otros intelectuales gallegos, en cuya cabecera figuraba el lema Todo para Galicia. Está considerada como el primer medio de comunicación anarquista, por algunos historiadores. Vió la luz en Santiago de Compostela. El general Narváez la suprimió, por decreto, a los pocos meses.
Las inquietudes de Ramón de la Sagra y sus proyectos eran inagotables. Citaré para terminar que escribió ‘Notas para la prostitución en España’. Como podrá verse no hay tecla que no tocara, ni charco que no pisara, ni laberinto en el que no se introdujera.
En algunos de sus textos puede apreciarse cierto ‘arbitrismo’. Desde luego, su curiosidad intelectual no se detenía ante nada, fuera lo que fuere.
En esta desescalada que hemos emprendido, esperemos que en pocas semanas no sólo nos encontremos aliviados, sino que hayamos dejado atrás, al menos coyunturalmente, el Covid-19 y sus devastadoras consecuencias para la salud, la economía y, sobre todo, para la confianza en nuestro futuro que ha quedado seriamente dañada.
Con cierta ironía –que de cuando en cuando, es sana- quisiera sugerirles la lectura de una publicación liviana o folleto de Ramón de la Sagra que lleva por título, nada más y nada menos que: ‘Remedio contra los efectos funestos de las crisis políticas y de las paralizaciones comerciales’.
Ojalá que obtengan provecho de su lectura quienes ponen los intereses económicos, por encima de las vidas humanas.
Antonio Chazarra Montiel
Profesor Emérito de Historia de la Filosofía, Colabora o ha colaborado en revistas de pensamiento y cultura como Paideía, Ámbito Dialéctico, Leviatán, Temas de Hoy o la Revista Digital Entreletras.
Ha intervenido en simposios y seminarios en diversas Universidades, Ha organizado y dirigido ciclos de conferencias en la Fundación Progreso y Cultura sobre Memoria Histórica, actualidad de Benito Pérez Galdós, Marx, hoy. Ha sido Vicepresidente del Ateneo de Madrid.
Lo último de Antonio Chazarra Montiel
- Un diálogo entre Ángel María de Lera y José Luis Sampedro con la violencia como fondo (2)
- Un diálogo entre Ángel María de Lera y José Luis Sampedro con la violencia como fondo (1)
- “Los grandes cementerios bajo la luna” - Georges Bernanos
- Gabrielle Émilie de Breteuil, marquesa de Châtelet (1706-1749)
- La librería Shakespeare and Company, quizás el último reducto de un París brillante, vanguardista y decadente