Del poder de los mediocres a la derrota de la honestidad
- Escrito por Alberto Vila
- Publicado en Tribuna Libre
A partir del momento en el que la floreciente clase media de los ochenta. Que prefirió renunciar a las libertades políticas que le hubiesen correspondido, a cambio de un escaso puñado de beneficios económicos. Los que, a su vez, en el 2008 se comprobaron como frágiles. Se determinó que la necesidad de la revisión histórica de la llamada “transición”, se pospusiera. También fue el caso de revisar la necesaria aplicación de la aconfesionalidad del Estado español, con el cese de subvenciones a la Iglesia Católica, en cumplimiento de dicha calificación constitucional.
Por no mencionar la recuperación de la educación democrática, tan necesaria en las escuelas militares para liberarse de su tradición franquista. Por esa complaciente y mediocre clase media, nada se llevó a cabo. El poder de los mediocres retuvo el control del pensamiento. Se mantuvo el relato nacionalcatólico. Las instituciones herederas retuvieron los privilegios. Todo el equilibrio llegó hasta el fin del bipartidismo, que aún predomina en la opinión publicada.
Por todo ello se observa como la rebelión judicial sigue manifestándose en forma de archivo de causas, o interpretaciones torticeras de las leyes progresistas. El escenario sugiere que la justicia está ausente o es tan lenta que ayuda a la prescripción de causas.
A la España sin mérito, pero con privilegios, tanto de cuna o fortuna, siempre le alarmó el talento. La decadencia del Imperio fue originada por el poder de los mediocres. Por su brutalidad. Así, España fue descendiendo en la historia hasta llegar a caer en manos de los violentos mediocres que la hundieron en la oscuridad de los genuflexos.
Tener talento ha sido un riesgo, cuando no una carencia en las oportunidades de triunfar por sobre los obsecuentes y pícaros. La corrupción es una muestra de mediocridad. La falta de competitividad la demostración de los abusos hacia los más débiles. El sistema de monopolios u oligopolios, el preferido para los arquitectos del modelo franquista que sigue prevaleciendo hasta nuestros días. El sistema de castas la expresión sociológica más cabal de la mediocracia.
Hoy, inclusive dentro del propio gobierno de coalición, se dirime la pugna entre la mediocridad y el talento. Entre la honorabilidad y la corrupción. Entre el interés de grupo y el interés general. Entre sostener una estructura de privilegios inaceptables o tener la grandeza de asignar a cada uno lo que le corresponde. El objetivo es acorralar a los corruptos y corruptores.
Claro está que, para todo ello, es necesario recuperar la democracia institucional, la dignidad parlamentaria y un ejercicio de la justicia basado en la legitimidad en su administración.
La tarea no es menor, pero las oportunidades se acercan con las citas electorales que nos aguardan. La clave es la responsabilidad del ejercicio ciudadano. Es eso, u otra derrota de la honestidad.
Alberto Vila
Economista y analista político, experto en comunicación institucional.