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Vacunas


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Las vacunas ha sido, posiblemente, uno de los mayores logros alcanzados por la ciencia en los últimos años que han supuesto una mejora de calidad de nuestra salud y que, sin lugar a dudas, han garantizado la supervivencia de millones de habitantes del planeta.

Su origen se remonta a finales del siglo XVIII, en el momento en que la viruela se convirtió en la enfermedad más temida, provocando en el siglo XX unos 500 millones de muertes (https://www.bbc.com/mundo/noticias-53024294).

La viruela suponía una infección altamente contagiosa, causada por un virus, y se transmitía por la inhalación de las gotículas exhaladas por la nariz o boca de la persona infectada. Las lesiones que dejaba la enfermedad eran tremendas, en aquellos pacientes que lograban sobrevivir. Era mortal hasta en el 30% de los contagios.

Fue en 1980 cuando la Organización Mundial de la Salud confirmó de manera oficial la erradicación de la enfermedad. Fue la única enfermedad en humanos que consiguió ser erradicada, convirtiéndose la lucha contra ella en un éxito sin precedentes de la comunidad científica. Entre los animales, la peste bovina también ha sido erradicada.

Es interesante recordar ahora cómo se llegó a erradicar este virus. Y para ello, hay que hablar de Edward Jenner, que fue el científico británico que, gracias a su trabajo, dio lugar a la vacuna contra la viruela en 1796.

Cuando Jenner era joven la medicina aplicaba "la variolización": una técnica proveniente de China e India que después se extendió por toda Europa. Consistía en infectar de viruela a niños para que la enfermedad se produjera de manera leve, con margen suficiente para que hubiera recuperación y así poder crear anticuerpos. Para hacerlo, por ejemplo, vestían a niños con ropa de personas infectadas con viruela, o exponiéndoles a elementos que les contagiaran. Lo que también podía suponer contraer otras enfermedades.

Jenner observó, como otros médicos del momento, que los ganaderos y, especialmente los lecheros, contraían una especie de viruela, la viruela bovina, y eran inmunes a la viruela humana. Fue así como Jenner probó con el virus de la viruela bovina para variolizar.

La viruela de las vacas era distina de la humana. No tenía los mismos síntomas letales, y era lo suficientemente parecida para hacer reaccionar al cuerpo humano y generar inmunidad ante el virus, creando protección ante la viruela humana.

Jenner hizo su primer ensayo clínico en el año 1796 probando en el hijo de su jardinero: infectó al niño de viruela bovina, y meses después intentó infectarle con viruela humana. No se infectó. Jenner publicó los resultados de su investigación y en el año 1801 fueron 100.000 las personas que se vacunaron utilizando este mismo método.

Tiempo después Albert Calmette y Camille Guérin desarrollarían la vacuna contra la tuberculosis. Más tarde llegarían las vacunas contra el sarampión, cólera, paperas, rubeola que han ido evolucionando para poder hacer frente a las mutaciones de las enfermedades. En 1955 llegó la vacuna contra el polio, mejorando su aplicación años después, en 1962 haciendo su administración oral, lo que facilitaba mucho su administración.

En 1978 la viruela fue erradicada del planeta. Se había conseguido erradicar la enfermedad gracias a todas las medidas llevadas a cabo, y fundamentalmente, gracias a la vacunación masiva de la población. Cuando en 1967 la OMS se propuso como objetivo erradicar la viruela, se registraban en ese momento 2,7 millones de muertes en el mundo a causa de esta enfermedad. En aquel caso, hubo factores que "facilitaron" la erradicación, según explica uno de los expertos que trabajó directamente en la campaña llevada a cabo en la India: la infección de viruela era visible, no había infecciones asintomáticas, por lo que "se podía localizar a los pacientes y aislarlos. Después se buscaba a quienes habían tenido contacto con ellos y se les vacunaba".

El virólogo José Esparza explicaba para la BBC que la viruela cumplía con las "condiciones ideales" para su erradicación: no había casos asintomáticos, no había personas que no sabían que estaban infectadas. Otro de los factores importantes es que era un sólo tipo de virus, no había variantes. Estos factores tan importantes no se han visto en otras enfermedades, por lo que la erradicación es mucho más complicada cuando esas características no se dan.

Con la COVID-19 parece no cumplirse ninguna de estas condiciones "ideales". Según Esparza, los expertos saben que este virus no se va a erradicar, pero al menos, el objetivo es poderlo controlar. Y en esas parece que estamos.

En un año de pandemia se ha avanzado muchísimo. A pesar de que las cifras continúan siendo alarmantes y sobre todo, lo más preocupante, es que el virus está mutando suponiendo en algunos casos resistencia a las vacunas que ya están aplicándose.

La aplicación de las vacunas está suponiendo un serio problema: los escándalos que estamos viviendo sobre la producción, el reparto, y la lentitud de su aplicación en casos como el español, deberían servir -si es que esto puede servir para algo- para tomar nota de cara a más que seguras pandemias futuras. La falta de información sobre los posibles efectos que pudiera desarrollar en algunas personas la administración de determinadas vacunas, es otra de las fallas que está habiendo.

De hecho, esta semana el escándalo y la preocupación han surgido al detectar algunos casos de raras trombosis en personas que se habían puesto la vacuna hacía unos días. Un grupo de investigadores alemanes han hallado la razón por la que estos trombos se producen, y sobre todo, lo más importante, han encontrado también la solución (https://www.lasrepublicas.com/2021/03/19/investigadores-alemanes-de-greifswald-encuentran-la-causa-de-la-trombosis-que-provoca-astrazeneca/).

Según apuntan, en algunos pacientes se produce una respuesta inmune que hace que se formen coágulos de sangre en el cerebro. Los casos que se están estudiando ahora mismo, como el de la enfermera austriaca que falleció hace unos días, apuntan a que se trata de casos "muy excepcionales". La portavoz del Hospital General de Viena ha informado que la muerte de esta enfermera de 49 se debió a una reacción a la vacuna del COVID-19 de AstraZeneca, que podría tratarse por la causa de una enfermedad inmunológica previamente desconocida. Son varios los casos de trombos que se están estudiando estos días, y entre ellos, algunas muertes que por el momento no han encontrado causalidad directa en la vacuna. No obstante, hay que estar alerta si después de que nos hayan puesto la vacuna tenemos los siguientes síntomas: dolor intenso de cabeza, dolor en las piernas, náuseas, fiebre, durante cuatro días. O si aparecen o desaparecen. Es una señal que nos debe servir para acudir inmediatamente al médico y que nos hagan las pruebas pertinentes.

Es cierto que con la enorme cantidad de vacunas que se están poniendo, los casos que están reportándose son mínimos. Claro, hablamos en porcentajes y hablamos de números. Porque cualquier persona quiere estar segura y no quiere sufrir ningún tipo de efecto secundario de la administración de ninguna sustancia, sobre todo cuando previamente está sana (o aparentemente lo está). Y precisamente cuando nos administran un medicamento, con receta médica, supone que el médico nos ha explicado en qué consiste ese tratamiento, si podemos usarlo atendiendo a nuestro historial médico. El facultativo nos deberá aconsejar cómo debemos tomarlo, los riesgos que comporta y en su caso, los controles oportunos para poder estar atentos a posibles efectos adversos.

Esta información por el momento con la vacuna contra la covid-19 se desconoce. No se facilita en la mayoría de los casos un documento informativo que nos alerte de los posibles efectos adversos que puede comportar. Y es ahora cuando se plantean aplicarla a determinados grupos de edad y no a otros. Por ejemplo, se está empezando a analizar concretamente el grupo de mujeres jóvenes, menores de 60 años, que podrían ser más propensas a sufrir trombosis. Y además, si están siguiendo algún tipo de tratamiento hormonal que, de por si, ya aumenta las posibilidades de sufrir trombos.

Entiendo que estar informados es fundamental. Sobre todo porque cuando una se informa le surgen dudas y será el médico quien deberá resolverlas. Si preferimos cerrar los ojos y no saber qué sucede, o qué podría suceder, quizás estemos pasando por encima información que nuestros médicos deberían saber antes de administrarnos cualquier medicación.

Es importante que sepamos qué derechos tenemos. Porque curiosamente poco se habla de este documento que publicó el Consejo Europeo a finales del mes de enero, donde señala de manera expresa que los Estados deberían garantizar el suministro de vacunas para toda su población, entre otras medidas para garantizar que no se especule con las dosis, al tiempo que también establece una serie de pautas necesarias para informar correctamente a la ciudadanía de los posibles efectos adversos de la vacuna, así como prohibir expresamente la vacunación obligatoria. Un derecho desconocido para mucha gente. También se habla de la necesidad de proteger y cuidar de la integridad de aquellas personas que decidan libremente no someterse al tratamiento, no pudiendo discriminarlas, ni atacarlas ni señalarlas de ninguna manera. Puede leer el documento aquí: https://pace.coe.int/en/files/29004/html

Dice su punto 7.3.1.: asegurarse de que los ciudadanos estén informados de que la vacunación NO es obligatoria y de que nadie es presionado política, socialmente o de otro modo para que se vacune, si no desea hacerlo ellos mismos. 7.3.2: velar por que nadie sea discriminado por no haber sido vacunado, por posibles riesgos para la salud o por no querer ser vacunado. 7.3.4: distribuir información transparente sobre la seguridad y los posibles efectos secundarios de las vacunas, trabajando con las plataformas de redes sociales y regulándolas para evitar la propagación de información errónea. 7.3.5: comunicar de forma transparente el contenido de los contratos con los productores de vacunas y ponerlos a disposición del público para el escrutinio parlamentario y público.

Un documento que todos deberíamos leer para saber a qué tenemos derecho. Fundamentalmente a estar bien informados, a ser conscientes de la importancia de la vacunación, pero también de sus riesgos. A conocer los distintos tipos de vacuna, y sobre todo, a poder tomar una decisión libremente.

¿Podemos elegir qué vacuna preferimos que nos sea aplicada? Pues de momento, tendremos que esperar para saberlo. En Lituania se acaba de garantizar el derecho a elegir por parte de la ciudadanía qué vacuna desea ponerse.

Habiendo distintos tipos de vacunas, lo lógico sería que nos facilitasen información, comparativa y pudiéramos tomar libremente la decisión de cuál queremos que nos administren. En Alemania ya están mostrando interés por la vacuna Sputnik, y quizás no estaría de más que los expertos nos explicasen de manera ética y libre qué efectos pueden tener algunas, para qué tipo de población recomiendan otras, y de qué manera podemos entre todos colaborar de forma responsable y sin más riesgos que los imprescindibles.

Usted tiene el derecho de hacerse preguntas, de intentar resolver sus dudas, que lógicamente en estas circunstancias pueden ser muchas y de vital importancia. Y nadie debería contribuir a presionar a otras personas, a menospreciar sus miedos y sus dudas razonables. Nadie debería atacar a quienes buscan información y a quienes solamente pretenden tener respuestas, en unas circunstancias en las que estamos viendo que la economía pasa por encima de nuestra salud y nuestras vidas en no pocos casos. No estaría de más que exijamos información clara, opciones y sobre todo, garantías, sobre todo cuando se ha puesto en manos de empresas privadas algo que, en mi opinión, debería haberse gestionado desde organismos exclusivamente públicos al servicio de toda la ciudadanía y de su salud en conjunto. La vacuna en la que está trabajando el CSIC español es una excelente muestra de ello.

Licenciada en Derecho, Periodista y Analista política.