Duelo
- Escrito por Antonio F. Alaminos
- Publicado en Opinión
Continuando con mi afición a hacer amigos, y ya que mis colegas psicólogos están en otras cosas, tendré que decirlo yo. Porque lo que está pasando no es sano y sí enfermizo. Existe algo llamado duelo y es fundamental para continuar viviendo tras una perdida. Las etapas más conocidas y citadas son posiblemente las de Elisabeth Kübler-Ross: negación, ira, negociación, depresión y aceptación.
Las víctimas del terrorismo pueden ser utilizadas como cajas de resonancia del dolor y la ira por el sufrimiento pasado. No hay negociación, ni depresión ni aceptación. Alguien debe pagar, para siempre, sin perdón ni reconciliación. Tanto dolor se convierte en cabeza de martillo o bastón según la mano que empuñe el argumento. Por eso, la emoción que se siente en ocasiones es simultanea de tristeza profunda y nausea. Tristeza por las vidas perdidas de los asesinados y de sus supervivientes, nausea por los políticos perdidos que pueden hacer de ellos herramientas para atornillar al contrario. Los políticos continuaran con sus vidas, las víctimas que han incorporado el dolor a su identidad no. Como el tiempo pasa, la ETA que mata ya es historia; no terminó en un sonoro estruendo sino en un apagado silencio. En breve, así de fungible es el tiempo en nuestra historia, no quedará en los jóvenes ni el recuerdo y si acaso en los mayores las memorias intangibles de un pasado en el que se mezclan en asimetría dolores con alegrías, propios y ajenos.
Tanta vida detenida de asesinados y supervivientes. Primero llegará el olvido, cabalgando inexorable cada minuto en las horas del reloj, en las hojas del calendario, en cada campanada de fin de año… En todas las cosas que pasan. Después vendrá la soledad cuando su dolor no les sea útil. La historia reciente tiene ejemplos de dicho futuro. El caso Juan José Cortés, padre de víctima, que incorporado por Casado a las listas electorales del PP al congreso en abril de 2019, ya era en noviembre un juguete políticamente roto. Al final, el dolor es para algunos un tónico de agitar antes hacer tragar. Ese será el mayor de los naufragios: cuando dejen de ser útiles como bandera y se encuentren con su dolor a solas.
Quizás es algo que falta hoy en día. Llamar a los canallas por su propio nombre. A los que en nombre de la democracia se niegan a escuchar a los que piensan diferente. A los que en nombre de la libertad censuran lo que les es inconveniente. A los que afirmando transparencia tejen y destejen el poder y el dinero en lo opaco… Recuerdan aquello de «Estoy en desacuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo» que no dijo, pero seguro pensó, Voltaire. La democracia, como todo lo auténtico, duele.
Y ahora, con la perspectiva del tiempo, se valora mejor el pasado. La transición a la democracia fue un éxito si tienes como concepto de democracia el que ahora se pasea por los medios. Cuando están promocionando libros se comprende. Sea Rivera, Guerra, Bono o el último mohicano, no haces giras presentando un libro sin dejar un titular impresentable. Una boutade cuanto más llamativa mejor. Que noten que su opinión resuena, aunque sean un desaliento en las que fueron velas propias y un soplo en las apropiadas. No hay engaño al final: cuando se quedan a dos velas del poder se revelan rebeldes velando la cosa en alto. ¿Qué cosa? Se preguntará usted. Cualquiera que acosa a los que ahora ocupan su antiguo lugar. Así, Aznar afirma que Sánchez es un tonto útil (ABC de 17 de noviembre), y no un listo inútil como fue él. Bueno lo segundo no lo dijo pero se deduce de la antología de la antonimia volumen 2, donde tu y yo lo contrario.
Más nausea. Ya en las elecciones anteriores y ahora en las futuras. La derecha se escandaliza porque exconvictos se presenten a cargos políticos. Que si atracó un banco, que si hizo esto o lo de más allá. Es la prueba del algodón. Si el pasado condiciona el futuro no hay futuro, no hay reinserción, cambio o maduración. Atacan sistemáticamente todos los principios de la ilustración, impunemente, limitando derechos sin pudor llenos de orgullo: “Esos escaños no representan a nadie, esos maleantes y delincuentes no pueden ejercer su derecho…”. Esas son las líneas negras que delinean el pensamiento conservador. Y Rivera habla de dignidad. ¿A qué me recuerda la cosa esa de pedir dignidad a los demás?
JCI no ha tenido una crisis de conciencia fiscal. Regularizar las tarjetas no es otra que minimizar daños colaterales, que el charco salpica a quienes no llevan impermeable y el barro les sacaría molde. Así que en plato liso y llanamente pasa por caja. No hay que esperar más hasta que algo que no sepamos obligue. Continúa la prueba del algodón de la transición, ahora con tropecientos exmilitares y medios que avisan que la soberanía reside en el pueblo, pero desde luego no para que hagan o decidan lo que quieran. Faltaría más. Como dice el último “no me olvides”, no trajeron la democracia para esto. Ahora por carta.
Antonio F. Alaminos
Catedrático de Sociología Matemática.