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El discurso de odio como arma de destrucción masiva


(Tiempo de lectura: 2 - 3 minutos)

El señor Aznar debería contener sus proclamas de odio. Máxime cuando no ha respondido por la infamia de sus mentiras para justificar la destrucción de habitantes y patrimonio histórico de Irak. Así nos convirtió en blanco terrorista. Bien conocida por todos es la teoría de la tensión basada en la promoción de la violencia. Esta técnica viene usándose desde mucho antes del golpe de Allende y prosiguió luego en la desestabilización de áreas sensibles del planeta. Tal tensión resultó la coartada para los abusos y demás restricciones posteriores. También alentó los acontecimientos del 11M.

Según algunos estudios de los últimos años, España es el país más polarizado de Europa con una alta polarización ideológica, pero baja polarización afectiva. Esta, a diferencia de la polarización ideológica, que se centra en la percepción de los ciudadanos de la distancia de los partidos políticos entre sí en la escala ideológica, la afectiva se refiere, más bien, a una distancia de tipo emocional. La distancia entre la adhesión o el afecto que generan en nosotros quienes comparten nuestras ideas políticas y el rechazo o la antipatía que despiertan en nosotros quienes defienden ideas distintas.

Precisamente, fue la insatisfacción con la polarización ideológica y la polarización basada en políticas lo que condujo a los investigadores a centrarse en esta nueva dimensión de la polarización, subrayando la importancia de la identidad afectiva frente a la ideológica.

La propagación de discursos de odio a través de las redes sociales contribuye a intoxicar la esfera pública y a mermar la calidad de las democracias y su estado de derecho. Este tipo de discursos, con el trumpismo como estandarte desde hace unos años para aquí, es singularmente virulento contra la clase política antagónica.

El conocido repertorio de atacar al feminismo junto con el colectivo LGTBI y la migración se han convertido en el centro del discurso de odio de los partidos de extrema derecha o de derecha extrema. Como la facción aznarista del PP. También en el caso español, los ataques se centran en desprestigiar al feminismo como pensamiento político, en atacar a aquellas representantes políticas que se identifican como feministas, y en negar y cuestionar la violencia de género y su legislación.

Partiendo de esta realidad, la veracidad de los discursos de odio en el ámbito político, deja paso a la producción de la más violenta corriente de sentimientos destructivos hacia los oponentes políticos, sociales y económicos, por los medios más arteros posibles.

Las multitudes polarizadas por los discursos de odio no discuten entre ellas. Se ignoran mientras señalan las discrepancias insalvables. La premisa es que como no es posible el acuerdo, debe destruirse al discrepante. En alguna medida esto sigue la lógica del exterminio franquista. Recordemos la reciente e impune propuesta de fusilar a 26 millones de españoles, niños incluidos.

Dejar en manos de estos sujetos los destinos de España es una temeridad. Por eso resulta vital no cometer los errores que incluyen las ideas extremistas para justificar los abusos de poder y los retrocesos en materia de libertades civiles.

Llegar al poder por medio del discurso del odio como arma de destrucción masiva nos hará descender a las oscuras tinieblas de un pasado que quiere revancha.

No se lo permitas.

 

Economista y analista político, experto en comunicación institucional.