Infancia y discapacidad en el mundo
- Escrito por Hilde Sánchez Morales
- Publicado en Opinión
Según un estudio de UNICEF hay alrededor de 240 millones pequeños, en todo el mundo, que viven en primera persona la discapacidad. No es más que una estimación, entre otras razones, porque hay numerosas definiciones de discapacidad, que cambian en función de dónde y en qué momento histórico nos emplacemos. Es, por tanto, una realidad de la que no conocemos con precisión su alcance y consecuencias.
Lo que sí sabemos con certeza es que muchos de ellos viven sumidos en procesos de exclusión social, variando sus circunstancias vitales en función de la discapacidad que padezcan, el género, el lugar de residencia y la cultura o clase social a la que pertenezcan. Además, tienen más probabilidad de padecer violencia (emocional, física o sexual) si se compara con los pequeños sin discapacidad. Se constata, en general, la alta vulnerabilidad en términos económicos de sus familias, pues suelen desenvolverse por debajo del umbral de la pobreza, hecho que lleva de sí que reciban menos atenciones sanitarias y educativas. Conlleva una merma en el disfrute de derechos humanos y de ciudadanía, en mayor medida las niñas, a resultas de los numerosos obstáculos que enfrentan a la hora de integrarse en el sistema educativo y en otros ámbitos de lo social. Estando, en su conjunto, frecuentemente marginalizados[1].
Según UNICEF se constatan varias cuestiones: el 24% tiene menos de probabilidades de ser atendidos tempranamente; de igual modo el 42% de adquirir conocimientos elementales de lectura, escritura y aritmética. Por otro lado, el 25% tiene más de probabilidades de sufrir emaciación; el 34% de padecer retraso en el crecimiento; el 53% de sufrir infecciones respiratorias agudas; el 49% de no asistir nunca a la escuela; el 51% de no sentirse felices; el 41% de sentirse discriminados y el 32% de ser castigados corporalmente.
Las circunstancias y riesgos que encaran varían en virtud de la discapacidad, del lugar donde vivan y los servicios a los que tengan acceso, resultando prioritario planificar soluciones concretas para abordar las desigualdades que desafían.
Una de las áreas prioritarias de intervención de cara a su integración es la educativa, advirtiéndose que suelen quedarse rezagados del resto de compañeros. Específicamente, los menores con dificultades de comunicación y menor autonomía son los que, en mayor grado, no acuden a la escuela. Revelándose que las tasas de desescolarización se presentan más elevadas entre los que viven en primera persona múltiples discapacidades y se presentan con mayor gravedad.
De cara a que puedan desarrollar su potencial y reclamar sus derechos, UNIFEF plantea que desde instancias gubernamentales se trabaje en varias líneas programáticas: 1. Dotando a los niños/as con discapacidad igualdad de oportunidades, eliminando las barreras físicas, de comunicación y actitudinales que los posiciona al margen de la sociedad. A la par, se debe garantizar la inscripción civil de sus nacimientos, su inclusión en los servicios de salud, nutrición y agua, el proveerles de una educación equitativa, su acceso a las tecnologías de asistencia y avanzar en erradicar el estigma y la discriminación a las que se ven sometidos; 2. consultarles, teniendo en consideración las diversas discapacidades existentes, las demandas de los afectados y sus familias, puesta la mirada en proporcionarles servicios inclusivos y una educación equitativa de calidad. Lo anterior exige fomentar una atención respetuosa (estableciendo políticas familiares ad hoc), apoyar su salud mental y psicosocial, así como impulsar la protección contra su abuso y posibles actuaciones negligentes.
En los últimos años se ha avanzado marcadamente en la inclusión de estos críos con discapacidad al amparo de la Convención de los Derechos del Niño y la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, aunque todavía queda mucho camino por recorrer.
La preocupación por su inclusión se fundamenta en las ideas de que son miembros de pleno derecho de la sociedad; de que cada uno de ellos es un individuo único con derecho a ser respetado y a que se les consulte; de que tienen habilidades/metas a satisfacer; y que sus aportaciones sean adecuadamente valoradas y atendidas. Es imprescindible que las sociedades tengan solventada su accesibilidad universal y que se les acerqué a la información y a los medios de comunicación. Es, por tanto, preceptivo erradicar la discriminación a la que se encuentran sujetos y brindarles la protección y cuantos apoyos sean necesarios para que disfruten de sus derechos en igualdad de condiciones que el resto de los chiquillos.
Diversos son los ámbitos desde los cuáles acometer medidas a nivel internacional con la finalidad de lograr la inclusión de ese sector menudo de la población mundial. Medidas que incluyan, en la línea de la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad y la Convención de los Derechos del Niño: fomentar mecanismos de sensibilización social, luchar contra la segregación en la que se desenvuelven en campos como el de la salud y la educación, facilitar su accesibilidad a las escuelas, al transporte público, acabar con la institucionalización como vía de atención, favorecer a sus familias económicamente para que puedan acometer los altos costes que supone su cuidado, e incorporarles en el diseño y evaluación de los servicios dispuestos para este sector social. En también ineludible mejorar la coordinación institucional y promover un programa de investigación internacional que proporcione datos fiables sobre tan opaco hecho social.
A la luz de lo expuesto con anterioridad afirmar que los infantes y adolescentes con discapacidad en el mundo constituyen uno de los grupos más vulnerables de nuestros días. Es ética y moralmente inexcusable que se asuman los compromisos de inclusión/participación en sus entornos vitales. El proceso exige esfuerzos de carácter internacional, de los gobiernos nacionales, de las autoridades locales, de las organizaciones de personas con discapacidad, de las asociaciones de familiares, etc. En definitiva, de las sociedades en su conjunto para lograr una atención digna y eficiente hacia estos pequeños tan indefensos.
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Hilde Sánchez Morales
Nacida en Ingolstadt Donau (Alemania). Doctora en Ciencias Políticas y Sociología. Catedrática de Sociología de la UNED. Es autora de un centenar de publicaciones sobre los impactos sociales de la Biotecnología, exclusión social, personas “sin hogar”, familia, juventud, inmigración, etc.
Es miembro y secretaria del equipo de investigación del Grupo de Estudio sobre Tendencias Sociales (GETS) de la UNED. Ha participado en una treintena de proyectos de investigación. Es evaluadora habitual de revistas de Ciencias Sociales españolas e internacionales.
Desempeña tareas de gestión en la UNED desde el año 1996. Ha sido secretaria del Departamento de Sociología III (Tendencias Sociales) y subdirectora del mismo. Asimismo, coordinadora del Máster en Problemas Sociales y del Programa de Doctorado en Análisis de los Problemas Sociales de la UNED.
En el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte ha sido coordinadora y evaluadora de becas dentro del Área científica Ciencias Sociales.
Miembro de la Comisión Nacional de Reproducción Humana Asistida (1997-2010), vocal de la Comisión de Bioética de la UNED y Vocal Titular del Foro Local de “Personas sin Hogar” del Ayuntamiento de Madrid.