Los acosadores
- Escrito por Alberto Vila
- Publicado en Opinión
En general se define el acoso como todo comportamiento agresivo no deseado por parte de otra persona o grupo de personas que implique la manifestación de un desequilibrio de poder observado o percibido. En general, estas conductas se repiten múltiples veces cuando quienes lo sufren no ceden a las intenciones de los acosadores. Las personas acosadoras no respetan la voluntad de sus víctimas. Son abusadores que no aceptan perder.
El acoso es violencia. Falta de respeto. Utilizan la amenaza. La intimidación. La persecución psicológica y física son sus mecanismos frecuentes. Sus expresiones van desde el ámbito laboral, escolar, social, sexual, religioso, sólo por mencionar alguna de sus dimensiones.
En política, su expresión es con frecuencia una combinación de muchas acciones. El aislamiento. Las campañas difamatorias. Todo vale para el acosador. Ni siquiera el campo de las redes sociales se libra de la actuación de los acosadores. Es más, podría afirmarse que se ha convertido en el campo de batalla ideal para los que procuran controlar, anular o destruir a los discrepantes. A los diferentes. A las minorías. Todo vale para ellos.
Las actuales circunstancias de la tecnología hacen propicias las campañas que procuran el desprestigio de los que osan insinuar posiciones de rebeldía hacia el poder. Porque de lo que se trata es de eliminar de raíz toda actitud contraria a la voluntad de los que concentran el poder. La prensa libre es una rareza, en la constante campaña de hacer creer a las personas que la opinión publicada es sinónimo de opinión pública.
Desde el acoso inmobiliario hasta el económico a escala global, las personas comprueban que sus movilizaciones y protestas tiene pocas repercusiones. No ya para la prensa dependiente de los centros económicos que anulan la publicación de puntos de vista diferentes. Tampoco para que la justicia cumpla con su cometido de ser el control de los abusos frente a la vulnerabilidad de los débiles. La honorabilidad es una conducta no una vestimenta. El sí es sí.
Esto es así, de tal modo hecho, que las personas tienden a creer en la inutilidad de su capacidad para expresar el desencanto y decepción por la ambigua actuación de las autoridades cuando se trata de protegerlos.
Los desmanes del poder siguen produciéndose con la pasiva promiscuidad de las instituciones. Así, lo que pudieron haber sido no han sido, mientras que los que han sido resultan víctimas de colosales operaciones de acoso y derribo.
Suele decirse que quién no piensa lo que dice, termina diciendo lo que piensa. Así fue que nos prometieron fusilamientos para la España no franquista. Lo cifraron en unos más de veinte millones de españolitos. Ganas no les faltan a los acosadores.
Vienen a por ti. Aprende a decir no.
Alberto Vila
Economista y analista político, experto en comunicación institucional.