Veintiséis millones son muchos millones; 26 millones de hijos de puta son muchos hijos de puta, más aún, si no se determina quiénes son, por qué son así calificados y, sobre todo, por qué razones deben ser sometidos a una depuración colectiva mediante una ejecución tan sumaria. En cualquier caso, una desmesura, un exceso de fanatismo producido por una visión esperpéntica de la historia de España, enunciado en un momento de cólera por una persona, que, a todas luces, o mejor dicho, a falta de ellas, no entiende nada, absolutamente nada, del mundo en que vive y de España, a la que en su día juró defender, y menos aún de la difícil coyuntura en que se encuentran Europa y el país, su país, y también el de esos veintiséis millones de hijos de puta, a los que pretende privar de la patria por el expeditivo procedimiento de privarles de la vida.