El alcoholismo y la Gran Guerra: una visión crítica socialista
- Escrito por Eduardo Montagut
- Publicado en Historalia
Hemos encontrado un artículo sobre la cuestión del alcoholismo y la Primera Guerra Mundial al que no nos hemos podido resistir por la información que aporta y por la crítica que hacía sobre la preocupación del poder por el consumo del alcohol en tiempos de guerra.
En una revista socialista española, y muy en la línea del combate del movimiento obrero contra la lacra del alcohol, se publicó un trabajo de Francisco Dagnino (Acción Socialista, febrero de 1915) que aludía a la información publicada por un médico sobre las limitaciones que las autoridades habían impuesto al consumo del alcohol entre los combatientes.
En Rusia había sido prohibido a los soldados el abuso del vodka, así como su venta. En Francia, por su parte, se prohibió el consumo de absenta en el ejército, mientras en ambos Imperios centrales (Alemania y Austria-Hungría) se dictaron severas órdenes a las tropas movilizadas, prohibiendo tomar cerveza en las estaciones de ferrocarril por donde pasaban los trenes militares. En contrapartida podrían consumir bebidas frías sin alcohol, como limonada.
Dagnino consideraba que esas disposiciones, adoptadas en tiempos normales y con carácter permanente, habrían sido sabias medidas de higiene, merecedoras de alabanzas, pero en guerra resultaban una tardía confesión de impotencia y suponían la condena más terrible contra un régimen social imprevisor, corrompido y criminal, que no se preocupaba de la defensa de los pueblos sino en tiempos de guerra.
El médico decía que con estas prohibiciones se demostraba que la “profilaxis social aconsejada por la medicina moderna” era uno de los elementos esenciales para la vitalidad de los pueblos. Por eso los franceses, además de hacer la guerra a los alemanes, había declarado la guerra, por su parte, a la absenta, como los rusos al vodka, y los alemanes a la cerveza. Este hecho motivaba, según su opinión, serias reflexiones relativas a la medicina social y a la sociología.
En ese sentido, y ya con Dagnino, para hacer la guerra y tener posibilidades de éxito no bastaban los cañones, los fusiles o el número de soldados de los que se dispusiese, sino salud física y mental no minada por el alcohol. Si se quería aplastar al “enemigo extranjero” había que aplastar primero al “enemigo doméstico”, es decir, al alcohol.
Dagnino llegaba a afirmar que si la guerra en curso contribuía a demostrar la necesidad de intensificar en todos los lugares el consumo de alcohol, podría decirse que de lo “malo y perverso” se podían sacar alguna vez excelentes lecciones, un comentario, cuando menos, desde nuestra perspectiva, un tanto polémico, y que nos recuerda, salvando las distancias, por ejemplo, la lucha contra el tabaquismo de los nazis. Pero no olvidemos que el autor del libro había formulado una intensa crítica hacia un sistema que solamente se preocupaba de combatir de forma contundente el consumo de alcohol en una guerra, insistiendo al final de su artículo en esta materia, al acusar a los gobiernos de hipócritas al preocuparse solamente por el alcoholismo, y también de las enfermedades venéreas cuando el enemigo amenazaba con máuseres y cañones.
Pero la situación cambiaría con el triunfo de la humanidad socialista porque a costumbres democráticas le correspondería un “acendrado culto” por la higiene colectiva. Así pues, el análisis de las medidas tomadas por los gobiernos en la Gran Guerra contra el alcohol era sumamente crítico porque solamente se dictaban para tener soldados sanos destinados al combate, es decir, para matar y, por consiguiente, morir, añadiríamos nosotros.
Eduardo Montagut
Doctor en Historia. Autor de trabajos de investigación en Historia Moderna y Contemporánea, así como de Memoria Histórica.