La América hispana en tiempos del despotismo ilustrado
- Escrito por Eduardo Montagut
- Publicado en Historalia
En este artículo realizamos un repaso a la situación de la América colonial hispana en los tiempos del despotismo ilustrado en el siglo XVIII.
La población americana creció considerablemente durante el siglo XVIII, especialmente la población mestiza y blanca, en detrimento de la indígena, que siguió decreciendo. Algunas ciudades, como Buenos Aires o La Habana, experimentaron un crecimiento considerable.
La nueva dinastía de los Borbones hispanos impuso un cambio importante respecto a América en lo político-administrativo y también en lo económico. En relación con los cambios políticos y administrativos se pueden diferenciar los realizados en la metrópoli y los que se establecieron en América. En la península el Consejo de Indias perdió competencias a favor de la Secretaría de Estado de las Indias. En todo caso, el Consejo conservó funciones judiciales y de asesoramiento. Lo mismo ocurrió con la Casa de Contratación, que terminó por desaparecer en 1790, al suprimirse el monopolio comercial de un solo puerto con América.
A los Virreinatos existentes de Nueva España y Perú se añadieron dos segregados del de Perú, el de Nueva Granada al norte, con capital en Santa Fe de Bogotá y con jurisdicción sobre los territorios actuales de Venezuela, Colombia, Panamá y Ecuador. Por su parte, en el sur se estableció el de Río de la Plata con capital en Buenos Aires y con jurisdicción en los territorios de las actuales Repúblicas de Bolivia, Paraguay, Uruguay, Argentina y Chile.
Además de esta reorganización virreinal hubo otras novedades en la administración americana, con el objetivo de controlar con más eficacia las colonias americanas para conseguir un mayor rendimiento económico y fiscal: la creación en la segunda mitad del siglo de un ejército regular americano y el establecimiento en 1764 de Intendencias con las mismas atribuciones que las peninsulares, y que sustituyeron a las Gobernaciones y Corregimientos.
A América también llegó el impulso ilustrado, creándose universidades, progresando la imprenta y la prensa, fomentándose la creación de una minoría cultural muy activa, que contrastaba con la mayoría de la población, con un alto grado de analfabetismo. Por fin, América vivió el fenómeno de las expediciones científicas del siglo de las luces, las de Jorge Juan y Ulloa, o las de Félix de Azara, Celestino Mutis y Alejandro Malaspina.
La política comercial con América se convirtió en una de las actividades que atrajo más interés de las nuevas autoridades españolas. Los Borbones pretendían que América fuera una fuente de ingresos, pero no como provisión de metales preciosos como en la época de los Austrias, sino como un territorio sometido a una explotación económica más moderna de tipo colonial según el modelo de exportación de materias primas hacia la metrópoli e importadora de productos peninsulares.
En primer lugar, se estableció el sistema de Compañías comerciales privilegiadas y monopolísticas, como la Guipuzcoana de Caracas de 1728, según los modelos inglés y holandés. La Compañía traía a España productos coloniales (cacao, tabaco) y enviaba a América productos siderúrgicos vascos. Posteriormente, se optó por terminar con el monopolio gaditano (Cádiz había sustituido a Sevilla a principios de siglo por saturación del Guadalquivir).
Esta política terminaría por liberalizar el comercio con América. Así pues, se suprimió el sistema de flotas y galeones por el de registros en 1735. Los particulares cargaban sus mercancías en barcos autorizados (registros) que partían en el momento que desearan sus propietarios, una vez registrada en la mercancía en Cádiz, pero se vio que era una medida insuficiente. En 1765 y 1778 se terminó por autorizar el libre comercio directo de los puertos peninsulares con los americanos. En consecuencia, decayeron las compañías monopolísticas y privilegiadas, pero esta política estimuló la industria y el comercio, especialmente en Cataluña, donde comenzó una acumulación de capital fundamental para la futura Revolución industrial.
En conclusión, el comercio con América aumentó notablemente. Pero la liberalización solamente benefició a los peninsulares, a los catalanes, y no a los americanos. Pero también es cierto que el Nuevo Mundo era un mercado excesivo para la escasa capacidad productiva de la industria española. En consecuencia, además de la brecha en el monopolio español con el establecimiento del navío de permiso británico, a partir de Utrecht, el contrabando aumentó de forma sustancial.
La política reformista borbónica en lo político, y especialmente en lo económico, terminó por generar un evidente malestar. El control político que, especialmente con Carlos III se quiso ejercer sobre los territorios fue mal visto por los criollos, la minoría blanca de origen español que aspiraba a tener más protagonismo político frente a la minoría peninsular que copaba todos los puestos fundamentales en todas las instituciones. Tampoco los proyectos de terminar con las encomiendas fueron bien vistos por los terratenientes de Nueva España y Perú, porque eso suponía dejar de aprovecharse de una mano de obra muy barata. Por otro lado, la metrópoli parecía proclive a mitigar, en cierto sentido, las diferencias de tipo étnico, algo que rechazaba la minoría criolla. Por fin, este grupo, cada vez más consciente de su importancia, dado su conocimiento de las ideas ilustradas que llegaban de Europa, y con la mirada puesta en el ejemplo norteamericano, observó como las nuevas relaciones económicas impuestas por la metrópoli afectaban a su poder económico, sin olvidar el malestar general generado con el aumento de la presión fiscal. Cuando se produjo el vacío de poder en la península Ibérica con el estallido de la Guerra de Independencia, comenzará la primera fase del movimiento emancipador.
Por fin, hay que destacar que en el virreinato del Perú se vivió la mayor tensión social de toda la América colonial hispana a partir de la década de 1760, protagonizada por los indios contra el reforzamiento del poder absolutista, siendo culminante la rebelión de Túpac Amaru a comienzos de los años ochenta de aquella centuria.
Eduardo Montagut
Doctor en Historia. Autor de trabajos de investigación en Historia Moderna y Contemporánea, así como de Memoria Histórica.
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