Los Jagellones en Polonia
- Escrito por Eduardo Montagut
- Publicado en Historalia

Al comenzar el siglo XVI, el reino de Polonia se presentaba como una de las principales potencias en el centro-este de Europa. El reino se había formado en plena Edad Media, en el siglo XI. La Iglesia había desarrollado un gran poder y se había convertido en un pilar de la cohesión de la estructura política. A finales del siglo XIV, el reino pasó a estar regido por la dinastía de los Jagellones, originaria de Lituania, conservando bajo su cetro también el gran ducado de Lituania. Posteriormente, en 1569 se establecería la Unión de Lublin, es decir, la unión perpetua del reino de Polonia y del gran ducado de Lituania. Pero la monarquía polaca era electiva, un factor que podía generar inestabilidad, justo en un momento en el que comenzaba el proceso de consolidación de los poderes monárquicos en Europa, principalmente en los reinos de Occidente. Pero la dinastía de los Jagellones era muy sólida y después de Casimiro IV, que reinó entre 1447 y 1492, se consiguió elegir sucesivamente a miembros de la familia sin grandes sobresaltos. Sus tres hijos fueron reyes. Alberto reinó poco tiempo, hasta el año 1501. Su hermano, Alejandro I tampoco estuvo muchos años en el trono, ya que solamente llegaría hasta 1506. Por fin, más duradero sería Segismundo I porque reinaría hasta 1548. Su hijo, Segismundo-Augusto le sucedió en el trono, reinando hasta 1572. Así pues, entre mediados del siglo XV y 1572 la estabilidad en la cúspide del reino estuvo asegurada.
El principal escollo para el desarrollo de la potestad real en Polonia procedía de la Orden de los Caballeros Teutones. Pero en 1410 se produjo la victoria de Tannenberg. Posteriormente, después de una larga guerra que duró entre 1454 y 1466 se recuperó la Pomerania y Danzig, por lo que Polonia alcanzaba la ansiada salida al mar Báltico.
Los Jagellones se dedicaron, como sus congéneres europeos, a crear una estructura política. Ya Casimiro el Grande en el siglo XIV había establecido un Consejo formado por los oficiales principales de la administración, es decir, el canciller, el tesorero y el mariscal. Los prelados, dado el poder eclesiástico en Polonia, también tenían reservados puestos en este órgano principal de gobierno. Por fin, los nobles más fieles y distinguidos de cada momento participaban en el Consejo. El órgano se transformaría en el tiempo en el Senado. Pero los monarcas también contaban con la nobleza gracias a las asambleas o dietas de este estamento y que se reunían en cada región o provincia de este vasto reino. El citado Casimiro IV reformó este sistema de dietas provinciales al establecer que enviaran delegados o representantes para formar una dieta general o central. De esta manera, los monarcas asociaban a la nobleza al gobierno del reino. La aristocracia polaca fue adquiriendo un gran poder en el tránsito de la Baja Edad Media a la Edad Moderna, especialmente frente a una antaño potente burguesía. Prueba de ello es que a finales del siglo XV la burguesía vio prohibido su derecho a poseer tierras. Otra consecuencia del poder nobiliario se puede comprobar con los campesinos, que sufrieron un claro empeoramiento de su situación, algo común a otros campesinados del este europeo. Cayeron en la servidumbre, una manera de sujetarlos a la tierra después del fuerte impacto demográfico que había supuesto la peste negra. Entre 1495 y 1532 se dieron disposiciones que limitaron la libertad de los campesinos y sus familias. Ni tan siquiera podían acudir a los tribunales reales para exigir justicia o denunciar abusos de sus señores.
La última consecuencia del enorme poder de la nobleza polaca tuvo que ver con su relación con la monarquía. En 1505, el rey Alejandro promulgó el Estatuto Nihil Novi, que suponía realmente un serio golpe al posible reforzamiento del poder real. Esta disposición establecía que ninguna decisión política de envergadura podría ser tomada sin el consentimiento de los senadores y de los nuncios del país, es decir de los delegados nobiliarios de las dietas provinciales. Tomar decisiones se convirtió en una ardua tarea porque había que consensuarlas, justamente en el momento en el que los principales reyes de la Europa occidental reforzaban sus respectivas capacidades para tomar decisiones de forma unilateral. La situación se pudo mantener estable y equilibrada entre la monarquía y la nobleza durante la primera mitad del siglo XVI por dos razones. En primer lugar, porque los Jagellones mantuvieron una relativa igualdad entre los nobles, pero, sobre todo, porque en aquella época su prestigio y valía personales fueron muy altos. Las cosas cambiaron claramente a partir de 1572, cuando la balanza se inclinó claramente a favor del poder de la nobleza. Mientras Europa occidental se encaminaba hacia el absolutismo, Polonia recorría un camino distinto.
Eduardo Montagut
Doctor en Historia. Autor de trabajos de investigación en Historia Moderna y Contemporánea, así como de Memoria Histórica.
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