Luis Araquistain y la disciplina de partido: el caso del SPD
- Escrito por Eduardo Montagut
- Publicado en Historalia
Luis Araquistain publicó en abril de 1914 en El Socialista un artículo escrito en Berlín sobre la disciplina de partido en el SPD, en su etapa de juventud, que según Ángeles Barrio Alonso fueron años de intensa actividad, de múltiples viajes, y cuyo resultado sería la formulación de un pensamiento, desarrollado en múltiples artículos, como el que aquí nos ocupa, un tanto contradictorio, entre un socialismo radical y otro más moderado de posible signo fabiano, y hasta con tintes krausistas.
El artículo supone una defensa a ultranza del valor de la disciplina interna de un partido socialista, que no debía romperse frente a las discusiones internas. El ejemplo era la Socialdemocracia alemana, inserta en debates internos de fuerte calado.
Aunque se consideraba como primer valor del SPD en el seno del socialismo internacional su fuerza numérica, o como dice Araquistain, su valor cuantitativo, ya que se le había comparado casi con un ejército, aunque sin jerarquías, donde unos ponían a su disposición su inteligencia y otros su trabajo. Pero, sin negar el valor de esta organización que, bien es cierto en vísperas de la Gran Guerra, casi puede ser considerada como una sociedad paralela en Alemania, el gran valor a destacar del Partido alemán era su disciplina, pero que no debía confundirse con la militar o religiosa, y sin la arbitrariedad del autoritarismo. Se trataría de una disciplina derivada de la democracia de una organización de hombres libres, que no renunciaban a su personalidad. Para Araquistain los partidos socialistas estaban demostrando un tipo de disciplina “interior, libre”, frente a la exterior que ejercían los Estados de forma violenta o física. En todo caso, reconocía que en el seno de las organizaciones socialistas había distintos grados de disciplina interna, ya que existían países donde no se habían desarrollado plenamente, y había divisiones internas y enfrentamientos. Parecía que se tendía a la unidad, pero el autor se lamentaba que hubiera que pasar por esas etapas de cainismo hasta llegar al ejemplo alemán. En este sentido, podríamos pensar que estuviera pensando en aquellos países donde el socialismo había estado muy dividido en facciones, como es el caso paradigmático francés, pero, en realidad, se estaba refiriendo al anarquismo, considerado por el autor como una forma “infantil”. En otros casos se había transformado en el sindicalismo, “un tipo sentimental de organización”, que, al menos, suponía un avance para los anarquistas incorporados al mismo, pero, en cambio, era un retroceso para los que se habían salido de las organizaciones socialistas. También aludía al caso británico donde había habido hasta hacía poco tres partidos, que se habían conseguido unir gracias a la presión del Comité Internacional Socialista. Pero en Rusia se mantenía la división.
Los socialistas alemanes, en cambio, se habían unido en 1875, y la unidad no se había perturbado desde entonces por problemas internos, teniendo en cuenta que los había habido y de grueso calibre. En un partido donde hubiera habido menos disciplina, o ésta hubiera sido elástica, el surgimiento del revisionismo habría quebrado al Partido. Para Araquistain la polémica suscitada por este planteamiento era el ejemplo más acabado de disciplina crítica, teniendo en cuenta que no había suscitado una discusión baladí, sino hasta ruda e implacable, pero los protagonistas habían decidido dirimir sus cuestiones dentro del Partido. Araquistain citaba, en este sentido, los órganos de prensa protagonistas en la difusión del marxismo más ortodoxo, desde la “Neue Zeit” (órgano del Partido), y en el otro lado, desde los “Sozialistiche Monatschefte”, la revista quincenal fuera del Partido.
Araquistain estaba convencido de que si los protagonistas de esta polémica hubieran pensado que romperían al Partido hubieran renunciado a sus ideas o no las habrían expresado. También aludía a que en el SPD cabían todo tipo de personalidades políticas, explicando el carácter de Kautksy y de Mehring, con caracteres y temperamentos harto distintos que les hacía chocar, generando un fuerte conflicto en relación con la “Neu Zeit”, pero que se intentaba solucionar empleando los cauces organizativos del Partido.
En el SPD no cabían abandonos, como había ocurrido en el caso de Wells, que se había salido de la Sociedad Fabiana por el enfrentamiento tenido con Sidney Webb y Bernard Shaw.
Pero, es evidente que Araquistain tendría que ver no muy tarde cómo a raíz de la Gran Guerra y la posición a tomar y desarrollar en el SPD se generarían polémicas de grueso calibre, y disensiones que llevarían a la salida de destacados líderes, como bien sabemos, especialmente en el final del conflicto. La cuestión del revisionismo, efectivamente, enzarzó en grandes discusiones, pero se encauzó en su momento, en una suerte de compleja solución ambivalente, muy compleja, que se ha interpretado como el triunfo del discurso marxista y revolucionario oficial, mientras se desarrollaba una práctica política claramente revisionista y moderada.
Hemos consultado el número 1787 de El Socialista. Sobre Araquistain es, sumamente interesante el estudio preliminar que Ángeles Barrio Alonso realizó en la edición facsímil de la Polémica de la Guerra de nuestro protagonista, y que la Fundación Francisco Largo Caballero publicó en 2008.
Eduardo Montagut
Doctor en Historia. Autor de trabajos de investigación en Historia Moderna y Contemporánea, así como de Memoria Histórica.