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El desastre humano de la Gran Guerra


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En primer lugar, y lo más importante que podemos sacar de la Gran Guerra, fueron las pérdidas de vidas, con unas cifras como nunca se habían conocido en la Historia.

Alemania pudo perder dos millones de soldados, y un poco menos Rusia. Por su parte, el Imperio austrohúngaro perdió un millón y medio, así como Francia. Se calcula que unas setecientas mil personas perdieron tanto el Reino Unido como Italia.

Los heridos fueron millones, al igual que los mutilados que no pudieron reintegrarse a la vida civil con facilidad, y más cuando la situación económica de posguerra fue desastrosa. Tampoco lo tuvieron fácil los excombatientes para poder vivir y trabajar después de los combates y la vida en las trincheras. No debemos olvidar tampoco el alto número de viudas y de huérfanos. Todo ello, después de unos breves instantes de alegría por el final de la guerra en los países vencedores, se trastocó de forma inmediata en un clima de descontento social, de desengaño, de hasta rencor, especialmente en las sociedades de los países vencidos, y hasta de algunos de los vencedores, como Italia, frente a la euforia casi enloquecida del verano de 1914. Mucho de lo que pasó en algunos países tiene que ver con el clima y la situación de aquella durísima posguerra, sin olvidar cómo se organizó la paz.

Los Estados tuvieron que hacer frente a un aumento del gasto, para la atención de los mutilados y heridos, y por el considerable aumento de las pensiones de viudedad, que presionó sobre los deficitarios presupuestos.

La mortalidad también afectó a los civiles. Bien es cierto que población no sufrió directamente la violencia del conflicto de la misma manera e intensidad que en la Segunda Guerra Mundial, ni se produjeron las matanzas del Holocausto, aunque se produjera el Genocidio armenio, pero las carencias que provocó, especialmente en la alimentación, tienen mucho que ver con la elevación de la mortalidad que se produjo. Por fin, se produjo otra consecuencia de índole demográfico, y tuvo que ver con el descenso de la natalidad, ya que la mayoría de la población joven masculina se encontraba en los frentes.

Por fin, en 1918 se propagó la llamada “fiebre española”, una pandemia de terribles consecuencias.

Otra de las duras consecuencias de la Guerra fue el fenómeno, hasta entonces no conocido por masivo, de los prisioneros de guerra. Se calcula que durante el conflicto hubo unos ocho millones de soldados que fueron hechos prisioneros, generalmente recluidos en campos específicos. Todos los Estados contendientes se comprometieron a acatar las Convenciones de La Haya sobre el trato justo y humano de los prisioneros. En general, se respetaron con algunas excepciones, como en Mesopotamia, y sin olvidar que los prisioneros en Rusia sufrieron más que los demás, habida cuenta de los enormes problemas económicos que generaron hambre en los campos de prisioneros, como hambre padecía la propia población rusa.

 

Doctor en Historia. Autor de trabajos de investigación en Historia Moderna y Contemporánea, así como de Memoria Histórica.

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