HEMEROTECA       EDICIÓN:   ESP   |   AME   |   CAT

Kronstadt, 1921. La represión contra el “orgullo y gloria de la Revolución”


(Tiempo de lectura: 4 - 7 minutos)

La Revolución rusa es uno de los episodios más importantes del siglo XX, pues determinó el desarrollo del mundo en base a sus parámetros a partir de 1917. Frente a un modelo político/económico como la democracia liberal, que entró en una crisis en el periodo de entreguerras, y el ascenso del fascismo, se situó la salida revolucionaria que tenía el ejemplo ruso como uno de sus principales referentes.

Sin embargo, el estudio de la Revolución rusa se ha realizado normalmente de una manera excesivamente somera y simplista, reduciendo a una lectura binaria un acontecimiento complejo donde su jugaron numerosos proyectos revolucionarios, algunos de los cuales salieron derrotados. La revolución rusa fue un proceso mucho más complejo que bolcheviques contra mencheviques o rojos contra blancos. Otras opciones revolucionarias, como el poderoso socialismo-revolucionario ruso o el anarquismo mostraron sus cartas y sus opciones en el proceso que se abrió en 1917.

Entre los acontecimientos mas importante que se dieron en aquel proceso estuvo la Comuna de Kronstadt, una ciudad ubicada en la isla de Kotlin, a pocos kilómetros de la revolucionaria Petrogrado (hoy San Petersburgo).

Desde el inicio de la revolución, Kronstadt y la flota del Báltico había tenido un papel protagonista en el proceso revolucionario. Allí, desde muy temprano, existió un soviet (consejo) diverso, compuesto por numerosas corrientes revolucionarias, que plantaron cara a las políticas que se desarrollaban desde la Rusia interior. Con el triunfo de la revolución de febrero de 1917, donde los marinos de Kronstadt tuvieron un papel protagonista, esta plaza del Báltico se convirtió casi en una república independiente, ya que consideró que las medidas adoptadas por los gobiernos provisionales eran insuficientes en las aspiraciones revolucionarias. Al frente de este soviet había personalidades como la de Efim Yarchuk, un anarquista natural de Bialystok (en la actual Polonia) que había tenido un papel protagonista en el desarrollo del anarquismo en su ciudad natal. En numerosas ocasiones los marinos de Kronstadt desembarcaban en Petrogrado y se unían a las movilizaciones de los trabajadores. Sin su participación, la revolución de octubre de 1917 no habría sido posible y ello le valió el calificativo por parte de Trotsky de “orgullo y gloria de la Revolución”.

Sin embargo, a pesar de la participación de los marinos de Kronstadt en la Guerra Civil o, incluso en los hechos revolucionario de 1918 como el cierre de la Asamblea Constituyente, que lo efectuó el marino anarquista Anatoly Zhelezniakov, pronto comenzó a surgir una crítica por parte del soviet de Kronstadt ante el gobierno bolchevique al que consideraba que estaba formando una estructura dictatorial.

A pesar del contexto de guerra civil en Rusia, donde los marinos de Kronstadt favorecieron la victoria frente a las fuerzas blancas, las críticas fueron dirigidas hacía la pérdida del espíritu que había marcado la revolución de 1917 y hacían un llamamiento hacía una superación de la fase iniciada en octubre, o lo que denominaban “Tercera Revolución” (tras las de febrero y octubre). Un contenido que enlazaba con los deseos de algunos grupos políticos del momento que, como los anarquistas, estaban canalizando y articulando una buena parte del descontento y que en algunos lugares como Ucrania venían desarrollando experiencias comunistas libertarias a partir de las zonas controladas por las fuerzas del Ejército Insurreccional de Néstor Majnó.

Cuando la Guerra Civil rusa tocaba a su fin, llegó el momento para que los marinos de Kronstadt pusieran encima de la mesa que el modelo defendido por los bolcheviques no coincidía con lo desarrollado en 1917. En aquel soviet a inicios de 1921 había un amplio abanico de tendencias políticas: desde anarquistas hasta socialistas revolucionarios pasando por bolcheviques descontentos con las políticas del gobierno.

Las medidas de restricción de libertades, que había llevado en los años de guerra a la persecución, encarcelamiento y ejecución de numerosos militantes revolucionarios, la suspensión de la libertad de prensa para las corrientes revolucionarias y el control que el Partido Bolchevique efectuaba sobre los soviets fueron las bases de las protestas en Kronstadt. A ello se unía la petición de acabar con el llamado “comunismo de guerra” que había generado un amplio descontento entre los trabajadores del campo.

Una resolución aprobada por los marinos en la Plaza del Ancla de Kronstadt el 2 de marzo de 1921 resumía las peticiones revolucionarias. Al mismo tiempo, la prensa oficial del gobierno apuntaba que en Kronstadt existía una conspiración de blancos y zaristas en conexión con potencias extranjeras. Esta cuestión fue la que llevó a los marinos a constituir un Comité Revolucionario el mismo 2 de marzo y mantener bajo arresto a los dirigentes bolcheviques de Kronstadt (Kuzmin y Vasiliev). A la cabeza del movimiento revolucionario estaban marinos de probada militancia revolucionaria como Stepan Petrichenko, antiguo militante bolchevique, o Perepelkin, simpatizante del anarquismo. Como órgano de prensa del Comité Revolucionario se editó Izvestia (Noticias) y el centro neurálgico de la rebelión estuvo en los acorazados Petropavloks y Sebastopol. Aunque se ha argumentado en numerosas ocasiones la existencia de grupos organizados detrás de la revuelta, en realidad fue una movilización de los marinos que contó con el apoyo de algunas fuerzas políticas de la izquierda opositora al gobierno de Lenin.

La reacción del gobierno, por su parte, fue apuntar a una conspiración contra el gobierno, donde se unían fuerzas diversas de la reacción contrarrevolucionaria. Sin embargo, Lenin supo leer a la perfección la revuelta de Kronstadt: una revuelta de la izquierda que ponían en tela de juicio el proceso iniciado por su gobierno. De ahí que fuese más peligrosa pues lo que volvía a poner encima de la mesa era el modelo revolucionario, algo que los bolcheviques no querían volver a tratar tras tres largo años de guerra civil. Para el gobierno, la única opción contra los marinos de Kronstadt era asaltar la fortaleza y acabar militarmente con la rebelión.

A pesar de los intentos de mediación que algunas personalidades de la época ofrecieron, como la de los anarquistas Alexander Berkman, Emma Goldman, Nikifor Perkus y G. Petrovsky, la decisión del asalto estaba tomada. Zinoviev y Trotsky eran partidarios de iniciar el asalto lo antes posible para evitar el deshielo de la fortaleza lo que habría hecho inexpugnable o más difícil su toma. El “orgullo y la gloria de la revolución” había pasado a ser “la canalla contrarrevolucionaria”.

Entre los días 16 y 18 de marzo de 1921 la fortaleza de Kronstadt fue asaltada por las unidades del Ejército Rojo a cuya cabeza estaban Tujachevsky y Kamenev. La desigualdad de fuerzas hizo que la plaza cayese muy rápido, huyendo algunos líderes de la revuelta y otros fueron detenidos.

Con el fin de la rebelión de Kronstadt acababa la posibilidad de abrir un nuevo proceso revolucionario. Pocas semanas después fue también derrotado Majnó al igual que meses después lo sería la más caótica revuelta de Tambov encabezada por el socialista revolucionario Alexander Stepanovich Antonov. Los debates ahora dejaban de estar en la calle y los soviets para estar en los órganos internos del Partido Comunista.

Sin embargo, la revuelta de Kronstadt quedó en la memoria indeleble de revolucionarios posteriores.

BIBLIOGRAFÍA

Avrich, Paul, Kronstadt, 1921, Anarrés, Buenos Aires, 2006

Kool, Frits y Obërlander, Erwin, Documentos de la revolución mundial: Kronstadt, ZYX, Madrid, 1971

Taibo, Carlos, Anarquismo y revolución en Rusia, 1917-1921, Los libros de La Catarata, Madrid, 2017

Vadillo Muñoz, Julián, Por el pan, la tierra y la libertad. El anarquismo en la Revolución rusa, Volapük ediciones, Guadalajara, 2017

Profesor e historiador. Doctor en Historia por la Universidad Complutense de Madrid (UCM), ha desarrollado su labor docente en distintos centros de enseñanzas medias y universitarias así como en distintos grupos de investigación. Actualmente profesor de secundaria y de la Universidad Carlos III de Madrid.

Especializado en Historia Contemporánea de España y Europa ha centrado su labor de investigación en la historia del movimiento obrero, del socialismo y del anarquismo. Fruto de estas investigaciones ha publicado varios libros entre los que destacaría: Mauro Bajatierra. Anarquista y periodista de acción (LaMalatesta editorial, Madrid, 2011), Abriendo brecha. La lucha de las mujeres por su emancipación. El ejemplo de Soledad Gustavo (Volapük ediciones, Guadalajara, 2013), El movimiento obrero en Alcalá de Henares (Silente académica, Guadalajara, 2013), Por el pan, la tierra y la libertad. El anarquismo en la Revolución rusa (Volapük ediciones, Guadalajara, 2017), Socialismo en el siglo XIX. Del pensamiento a la organización (Queimada ediciones, Madrid, 2017) o Historia de la CNT. Utopía, pragmatismo y revolución (Los libros de La Catarata, Madrid, 2019). Es autor de numerosos artículos, capítulos de libros y conferencias sobre estas cuestiones tanto a nivel nacional como internacional.