Lobo ibérico: En lo salvaje yace la salvación del mundo
- Escrito por Manuel Peinado Lorca
- Publicado en Planeta
En un oxímoron de imposible digestión, muchos españoles que abogan por la preservación de la tauromaquia en nombre de la conservación de una “especie” que no lo es, el toro de lidia, abogan por el exterminio de otra, el lobo, que ha logrado resistir a duras penas el avance de la civilización.
Tres años antes de publicar Walden en 1854, Henry David Thoreau, venerado hace décadas como el padre del movimiento conservacionista, dio una conferencia en el Liceo de Concord, que el propio Thoreau revisó en su ensayo La desobediencia civil, en la que expuso uno de los conceptos principales de su pensamiento: un individualismo ascético y extremo.
El tema que trató en aquella conferencia fue la relación entre Dios, el hombre y la naturaleza. Las palabras con que cerró su conferencia ayudaron a preservar millones de hectáreas de ecosistemas naturales en el mundo. Un mes después de su muerte en mayo de 1862, The Atlantic publicó el ensayo Caminar, y allí, en un párrafo destacado, figura la frase que hizo historia: «En lo salvaje yace la preservación del mundo».
Hace unos años, cuando pasaba la noche en el Parque Nacional Yellowstone, un aullido profundo resonó en el fondo del valle como un eco que saltaba de peñasco en peñasco descendiendo desde la montaña hasta desvanecerse en la profunda oscuridad de la noche. Era el aullido desesperado de una pena salvaje y desafiante llena de coraje ante todas las adversidades del mundo.
Todos los seres vivos prestan atención a este aullido. Pero, como escribió Aldo Leopold en Un año en Sand County ꟷuno de los escritos más importantes e influyentes de la historia de la ecología y el conservacionismoꟷ, más allá de las expectativas y temores obvios e inmediatos que suscita, en ese aullido entre lastimero y retador subyace un significado más profundo que solo la montaña conoce. Solo la montaña ha vivido el tiempo suficiente como para escuchar y comprender el aullido de un lobo.
Un año en Sand County se abre con una frase emblemática: «Hay quien puede vivir sin lo salvaje y quien no puede». En la segunda parte del libro nos narra algunos de los episodios que han marcado su vida desde el punto de vista de la ecología y el activismo medioambiental, y que, a lo largo de cuarenta años y un continente, le permitieron constatar la profunda herida que estamos causando a la Tierra.
Es una creencia muy extendida que el lobo en España causa graves daños a la ganadería. La figura del “lobo feroz” está tan interiorizada en la cultura popular que se aprende desde la infancia. Los tres cerditos, Los siete cabritillos, Caperucita roja, o la fábula de Pedro y el lobo son parte de la literatura infantil con la que hemos crecido en la que siempre el lobo es el malo.
Con la prohibición de su caza en todo el territorio al incluirlo en el Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial, el Gobierno dio un paso crucial para la conservación del lobo ibérico (Canis lupus signatus). Convertir al lobo en un problema es algo más que un error o una equivocación, es una tremenda falta de visión y de concepto. La inclusión, que nos equipara con el estatus vigente de la protección de la especie en prácticamente toda la UE, no impide el control de la población, sino que lo excluye de la actividad comercial o deportiva por ser incompatible con su sostenibilidad como especie.
Una vez más, la decisión adoptada ha abierto toda la polémica que arrastra la convivencia del lobo con humanos desde al menos el Neolítico. En Europa ya no existen especies de mamíferos que pongan en peligro la vida de las personas, como de hecho existen en otras zonas del mundo. Todas las grandes especies depredadoras o peligrosas europeas ya están extinguidas. Las que sobreviven son algunas susceptibles de generar daños en la actividad económica. Si una de las regiones más ricas del mundo, la UE, no logra conservar los pocos depredadores que quedan, qué lecciones podremos dar a los países pobres que conviven con una naturaleza mucho más diversa y problemática.
Ancestro de nuestros perros domésticos, el lobo ha logrado resistir a duras penas el avance de la civilización. Su progresiva desaparición en toda Europa desde el siglo XIX hasta finales del XX provocó la extinción de la especie en gran parte de su área de distribución, que quedó prácticamente reducida a las zonas más inhóspitas de todo el continente.
Por diferentes que puedan parecernos, todas las razas de perros descienden de lobos domesticados hace más de 30.000 años. Foto: rawpixel.com / Freepik
Es cierto que el lobo es un depredador y que, si no tiene nada mejor para quitarse el hambre, una oveja doméstica en su territorio puede resultar una presa fácil, pero, en realidad, en la dieta del lobo los animales domésticos apenas suponen el 20% de su comida y este valor desciende a la mitad si hay abundantes presas silvestres disponibles.
Los lobos son carroñeros además de cazadores y si encuentran el cadáver de una oveja o de cualquier otro animal de granja se comerán sus restos. Es muy probable que buena parte de ese porcentaje en la dieta venga de consumo de carroña y no de la caza activa.
Analizando heces de lobo, un estudio realizado en el País Vasco mostró unos resultados difíciles de rebatir: solo el 26 % de los restos hallados pertenecían a animales domésticos, la mayoría de caballo y vaca; animales que no se suelen registrar como víctimas del lobo y que encajan con el consumo de carroña. El ganado ovino apenas aparecía como presa en un 3%. La fauna salvaje representaba el 73% de la dieta, lo que confirma la hipótesis de que el lobo prefiere animales silvestres.
Analizaron también heces de perros domésticos abandonados que se han asilvestrado. A diferencia de los lobos, los perros no tienen problema para acercarse al ser humano y les resulta mucho más fácil cazar animales de granja que silvestres. Hasta un 71 % de las presas identificadas en las heces de esos perros asilvestrados eran de ganado, de las cuales, la mitad era de oveja.
Dado que los perros asilvestrados son el principal problema que sufren los rebaños de ovejas, se añade un motivo de peso más a la extensa lista de razones por las que no se debe abandonar a un perro, sobre todo cuando se trata de animales adiestrados para cazar, los únicos capaces de cazar cuando son abandonados. Esto pone el foco de la responsabilidad en otro sector de la población que, irónicamente, también suele estar a favor de la caza del lobo.
Al margen de los fraudes, aunque los daños causados por los lobos son mínimos y apenas afectan a un 0,04% de la cabaña ganadera, en total unos dos millones de euros (una cantidad muy inferior a la prevista por el Gobierno para la protección de la especie), el verdadero quid de la cuestión es contrastar si la presencia del lobo es perjudicial para los habitantes rurales. Y si así fuera, qué se podría hacer para revertir la situación.
La inclusión del lobo en el listado puede ayudar a regular institucionalmente las ayudas, generar mecanismos de control de daños, intercambiar experiencias para que la presencia de lobos en cualquier territorio resulte beneficiosa para el equilibrio ecológico del mismo sin merma para los ganaderos. Estos objetivos se han cumplido el caso del lobo y de otras especies en otros países como Francia, y no deberían ser difíciles de alcanzar.
En definitiva, el lobo es un elemento más del territorio rural y su gestión se debe incardinar no sólo en la conservación de nuestro patrimonio natural, sino también dentro de la política territorial de desarrollo rural. Por ello, hay que demandar la incorporación para las zonas loberas de la figura del contrato territorial de explotación como base jurídica para contemplar la totalidad de las acciones y compromisos públicos y privados en relación con la gestión de la especie.
La recuperación de nuestro patrimonio natural es una palanca para construir futuro. No se construye el futuro utilizando demagógicamente argumentos del pasado. El lobo hace mucho tiempo que dejó de ser un rival y un enemigo, para convertirse en una posibilidad, una capacidad y un argumento. Cuanto antes lo veamos así, antes empezaremos a rentabilizarlo.
Manuel Peinado Lorca
Catedrático de Universidad de Biología Vegetal de la Universidad de Alcalá. Licenciado en Ciencias Biológicas por la Universidad de Granada y doctor en Ciencias Biológicas por la Universidad Complutense de Madrid.
En la Universidad de Alcalá ha sido Secretario General, Secretario del Consejo Social, Vicerrector de Investigación y Director del Departamento de Biología Vegetal.
Actualmente es Director del Real Jardín Botánico de la Universidad de Alcalá. Fue alcalde de Alcalá de Henares (1999-2003).
En el PSOE federal es actualmente miembro del Consejo Asesor para la Transición Ecológica de la Economía y responsable del Grupo de Biodiversidad.
En relación con la energía, sus libros más conocidos son El fracking ¡vaya timo! y Fracking, el espectro que sobrevuela Europa. En relación con las ciudades, Tratado de Ecología Urbana.