El emérito y la polarización
- Escrito por Antonio Campuzano
- Publicado en Opinión
La revisión acompañada de reflexión sobe la Monarquía como institución viene a hacerse un hueco sin forzar su inclusión en el panorama de preocupaciones e inquietudes. Nada ni nadie podía imaginar hace una década que los celos y recelos de dos generaciones de representantes del trono de España pudiesen rendir un servicio tan menesteroso en tiempos de crisis de salud y guerras de conquista territorial.
Qué nociones tan antiguas las que se ponen sobre el tablero: pestes, guerras de posesión geográfica y disputas monárquicas. Un triple salto hacia atrás en las vicisitudes sobre las que emanaba el pensamiento y la acción de los humanos. Nuestra latitud anuncia episodios muy interesantes sobre la presencia del rey emérito en lugares concretos donde puede haber regatas o puede haber escenas familiares.
El residente en Abu Dabi no puede contener el malestar masificado por sus acciones penalmente perdonadas como consecuencia de la inviolabilidad, que supone una diferencia entre presuntos iguales que la Constitución declara pero la realidad se encarga de desmentir. Esto ya no pasa por normal.
El destino oriental alejaba la desaprobación rumiante. Pero la regata en mar gallego ha reavivado la bulla que, como siempre, divide y polariza. El paso renqueante, el recuerdo de la transición, la edad octogenaria, y ….la voluntad de pervivencia de clases, hace que el PP, Vox y Ciudadanos (este último, en otra pirueta de ensayo liberal que quiere calar pero no mojar) exhiben la defensa del emérito con olvido de las revelaciones que dejan su imagen en situación de destrozo y siniestro total, sin indemnización cívica alguna.
El PSOE, con silencio al menos público, de sus representantes en el gobierno, pero con declaraciones de Adriana Lastra y Carmen Calvo, de borbotón de lava dialéctica, se muestra incómodo a las claras. Nada se diga de dudas respecto de la censura evidente de Podemos y nacionalistas. Es decir, que la polarización está servida. La mitad contra la otra mitad.
Después del discurso del 3 de octubre de 2017, cuando el vigente rey Felipe exorcizó la unidad de España como reclamo contra todas las singularidades, la tolerancia hacia la figura se había hecho dueña de su parcela y parecían tranquilos los ánimos, solo excitados cuando se producía alguna visita a Cataluña. Ahora, cuando el emérito con bastón y ayudas, con jet privado de 90000€ trayecto, con club náutico y pantalón de colores cálidos, se prende la mecha de la protesta.
De nuevo la masificación de fotógrafos, las ondas incendiadas en la defensa de la transición sostenida y no enmendalla por Juan Carlos, de profesión monarca, en medio de las estrecheces materiales de la vida de los cincuenta y sesenta, con Franco en la residencia de El Pardo y Don Juan surcando los mares del exilio.
A punto se encuentra el imaginario del panegírico del emérito de decir que “pasó hambre", hasta que apareció Torcuato Fernández Miranda con su varita mágica para agitar el “de la ley a la ley”, después de lo cual se ejerció la transformación, la modernización y otras cuantas categorías que desembocan en la UE, la OTAN, y la condescendencia de Occidente. Todo ello, para los hacedores de biografías, tiene el designio de Juan Carlos I.
Pero hay que elegir la calma, la tranquilidad. Y no se ha acertado en este tiempo de la monarquía, aún en manos de la imagen del rey emérito. Como dice Agustín Baeza, en su opera prima “Alfil blanco, alfil negro” (Libros.com), “hay que encontrar el punto intermedio entre la mina y el balneario”.
Antonio Campuzano
Periodista (Ciencias de la Información, Univ. Complutense de Madrid), colaborador en distintas cabeceras (Diario 16, El País, Época, El Independiente, Diario de Alcalá), miembro del Patronato de la Fundación Diario Madrid.
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