La muerte del socialista mallorquín Miquel Cabotà
- Escrito por Sergio Giménez García
- Publicado en Opinión
Un día como hoy de 1918, moría en el Hospital General de Palma el carpintero socialista Miquel Cabotá Serra a causa de heridas de bala disparadas por el máuser de un guardia civil. Tenía 26 años.
La semana anterior había participado en una revuelta popular contra la escasez de carbón en la isla, protagonizada principalmente por mujeres, niñas y niños, a los que se sumaron espontáneamente obreros. Era lunes, 18 de febrero. Una muchedumbre se había concentrado en el Paseo Sagrera, frente a la catedral de Palma, junto al mar, cuando sucedió algo insólito: guardias civiles y carabineros abrieron fuego contra la población. Miquel fue alcanzado por la espalda mientras el gentío se dispersaba. Dicen que unas mujeres le quitaron la camisa ensangrentada y la izaron como bandera al grito de mort al Governador! Junto con él fue herida en un brazo la señora Humbert mientras cerraba las persianas de su balcón, que daba al Paseo del Borne.
Como en otros lugares, las crisis de subsistencias y las consiguientes revueltas fueron habituales en Mallorca durante los años de la Primera Guerra Mundial y la inmediata posguerra. Era más rentable vender fuera que en la propia isla, por lo que el acaparamiento y la exportación ilegal eran prácticas corrientes. En esta ocasión lo que acabó con la paciencia de la gente fue la falta de carbón, tan necesario para calentar los hogares y cocinar.
Horas antes de estallar el conflicto, los afectados habían ido a denunciar la situación ante el responsable último, el Gobernador civil, quien les informó que iba a llegar un barco procedente de Ibiza cargado de carbón, sacos de harina, patatas y otros productos de primera necesidad. Por eso una multitud se dirigió al puerto. Por eso de camino grupos de obreros se les fueron uniendo, como los albañiles en huelga afines a la Confederación Nacional del Trabajo (CNT). Y por eso saquearon la carga del muelle.
Los trágicos sucesos provocaron disturbios por la ciudad hasta entrada la madrugada. Fue otra respuesta popular espontánea, de rabia, a la que se sumó buen número de trabajadores. Esa misma noche, los sindicatos responsabilizaron al Gobernador civil tanto por la ineptitud y la falta de previsión en el abastecimiento de combustible como por el uso de las armas por parte de la Guardia Civil. Pidieron su dimisión, como la pedirá más tarde el Ayuntamiento de Palma. Además, los obreros socialistas también se solidarizaron con la huelga de los albañiles, iniciada unos días antes, y solicitaron el paro de tranvías, la suspensión de los teatros y la restricción de la energía de las centrales eléctricas para destinar parte del carbón vegetal a los hogares obreros.
Ingresado en el Hospital General, Cabotá murió el martes de la siguiente semana a las 11 de la noche. Por temor a nuevos disturbios y aprovechando que estaba bajo jurisdicción militar, el cuerpo fue trasladado al cementerio y sepultado de inmediato, sin avisar siquiera a la familia. Aun así, la tarde del miércoles grupos de obreros se concentraron en la plaza del hospital y decidieron llevar a cabo la comitiva fúnebre, aunque fuera sin cadáver.
Unas 5.000 personas, en su mayoría obreros, recorrieron las calles de la ciudad. La comitiva portaba numerosas coronas de flores de las que pendían lazos con dedicatorias de la Federación de Sociedades Obreras, así como de otras entidades a las que pertenecía Cabotá. Los palmesanos se descubrían a su paso como si llevaran su cuerpo. El concejal socialista del Ayuntamiento de Palma, Llorenç Bisbal, cerró el acto con un breve discurso frente a la iglesia de Santa Catalina de Sena. Pese a la tensión, no hubo incidentes.
El 10 de marzo, los trabajadores organizados de Palma homenajearon al joven socialista con una manifestación para llevar una gran corona de flores hasta su tumba. Pero lo más importante es que Miquel Cabotá se había convertido en todo un símbolo del obrerismo mallorquín. Con los socialistas y los anarcosindicalistas capaces de formar un bloque compacto, las sociedades obreras serán consideradas como un verdadero contrapoder por las elites isleñas.
Hemos reconstruido los hechos consultando el periódico El Obrero Balear y la revista Baleares. Para saber más: Albert Herranz, “El saqueig de plaça i el naixement de la consciència obrera”, aguait.cat, 31-1-2019; “La mort de Miquel Cabotà”, fideus.com.
Sergio Giménez García
Sergio Giménez es Licenciado en Historia por la Universitat de les Illes Balears (UIB) y profesor de instituto. Es autor de Ángel Pestaña, falangista. Anatomía de una mentira histórica (Piedra Papel Libros, 2020) y colaborador habitual en Ser Histórico. Portal de Historia
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