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De exiliados y prófugos


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Nos dicen que las comparaciones siempre son odiosas. Algunas, incluso, irritantes e insostenibles. De boca de Manuela Carmena le ha venido a Pablo Iglesias uno de los mayores reproches por equiparar a los exiliados de la Guerra Civil y el franquismo con la situación que vive hoy Carles Puigdemont, cómodamente instalado en Bruselas. La jueza y ex alcaldesa de Madrid considera un “disparate” semejante paralelismo porque “en una democracia, si alguien no se presenta ante un tribunal es un prófugo, no un exiliado”. Más allá del debate semántico o terminológico, se trata de poner el foco en la enorme injusticia cometida con quienes tuvieron que salir de nuestro país en 1939 para salvar la vida y escapar de la represión de la dictadura golpista de Franco.

Nadie del entorno del vicepresidente podrá ver saña ni animadversión en la amonestación de una persona respetada por las bases moradas. No es más que una lección jurídica e histórica a una sonora metedura de pata. Un error lo puede cometer cualquiera, ahora bien la falta de humildad para rectificar y pasar página lo agrava considerablemente. ¡Con lo sencillo que habría resultado admitir que no había estado acertado! El líder de Podemos, en cambio, se enrocó en una digresión que ha alargado la polémica y ha levantado ampollas en amplios sectores de la sociedad española, muy especialmente entre las asociaciones memorialistas e, incluso, entre sus socios catalanes de En Comú Podem.

A Iglesias (y a cualquiera) le asiste su derecho constitucional a la libertad expresión y de pensamiento. Ahora bien, el desacierto no está exento tampoco de la crítica en democracia. Sobre todo, cuando la pifia ha sido tan grosera y desafortunada y se produce en un momento político que deja entrever un cierto electoralismo detrás de dichas palabras. Se puede valorar si son proporcionadas o no las consecuencias penales del procès para los dirigentes políticos encausados. Pero de ahí a situar al mismo nivel el sufrimiento del medio millón de republicanos exiliados y la huida de Puigdemont (y otros cargos independentistas) para no responder ante la justicia en un estado democrático y de derecho media un abismo. No son, ni de lejos, situaciones asimilables ni en términos políticos, ni jurídicos, ni históricos, ni científicos. En esa dirección va otro de los ‘recaditos’ de Carmena en su entrevista en Infolibre: “No puedo comprender cómo una persona inteligente y bien formada como es el vicepresidente puede decir una cosa que no tiene base ninguna".

Se podría catalogar esta salida de pata de banco de Iglesias de afrenta gratuita a la esencia de lo que representa la memoria democrática. Por esta razón, el movimiento memorialista ha replicado al vicepresidente con profunda decepción, indignación y malestar. No entienden estas asociaciones que se "relativice la violencia" de Franco, que se tradujo en el asesinato y represión de millones de personas. También lamentan que se equipare siquiera, usando palabras de la Asociación de Descendientes del Exilio, “los sufrimientos padecidos en un caso y otro: un exilio que intenta salvaguardar la vida con una salida bajo el foco mediático y disfrutando de un buen pasar”. Y no olvidan tampoco las represalias que sufrieron aquellos que no pudieron alcanzar las fronteras a manos de los verdugos franquistas. En definitiva, situaciones incomparables y declaraciones fuera de lugar… y de oportunidad.

En una carta al director publicada en La Vanguardia, Jordi Querol establece un paralelismo entre el ex president catalán y el protagonista de la película El fugitivo: “Al final, Harrison Ford demostró que era inocente y, a lo mejor, Puigdemont, en el futuro, logra lo mismo. No obstante, ni Harrison Ford en la película ni Puigdemont en la realidad son dos exiliados. El de la película y el de la política son, sin duda alguna, dos prófugos”. Más claro, el agua.

Senador socialista por Andalucía, y periodista.