Ajuste Tecnológico de la Jornada Laboral: 4.- Una demostración experimental
- Escrito por Alfonso J. Vázquez Vaamonde
- Publicado en Opinión
En las “ciencias” económicas los experimentos son difíciles, pero no imposibles. Los datos experimentales constan en la historia; sólo hay que saber verlos e interpretarlos correctamente, como pasa con los datos de las Ciencias como la geología y la biología. la astronomía y la antropología. Están esperando que los analice e interprete correctamente.
A finales del S. XIX había cuatro grandes potencias industriales; dos clásicas: Inglaterra y Francia y dos nuevas: Estados Unidos y Alemania. Entre ellos producían el 80 % de la riqueza. Alemania pasó de la unidad Prusiana al Estado germano. Como los 13 Estados de las viejas colonias británicas la unificación les dio potencia y aumentó su rentabilidad.
Bismarck creó el Seguro Social de jubilación; al eliminar ese riesgo la economía alemana empezó a ser más eficiente. Bismarck, la derecha civilizada, era un latifundista electo por esa derecha, pero inteligente; pero aquella derecha lo era menos y acabaría echándolo. En 1884 incluyó el seguro de enfermedad creado en 1883. Así nació la Seguridad Social y Alemania se puso a la cabeza de los países más industrializados del mundo y en lo bélico empezó a ganar guerras. La de 1878 a Francia fue la primera, también la última.
La extrema derecha alemana que engendraría la ultraderecha hitleriana, lo denostó por “socialista”. También lo harían con Roosevelt cuando aprobó la Ley de la Seguridad Social en 1935 combinando la "seguridad económica” y el “seguro social”. Y con León XIII cuya "Rerum Novarum", una discreta revocación del engendro de Pio IX, su "Quanta Cura" y "Syllabus" en que rechazaba lo que hoy son derechos fundamentales. En Madrid se celebraron misas en los Jerónimos, diciéndolo a Dios que el Papa se había vuelto "socialista". Y hace poco tras Obama, que generalizó el seguro médico, la extrema derecha unida a la ultraderecha fascistoide eligió a Trump en vez de a la Srª Clinton. Así les va.
Con igual irracionalidad y falta de ética y moralidad la extrema y ultra derechas, aliadas, querían mantener la esclavitud. Decían que esa “revolución” arruinaría la economía y, poco menos, sería el fin del mundo. El próximo ejemplo de los EEUU demostraba lo contrario; pero ningún fanático acepta la evidencia. Claro que esa revolución fue el fin del mundo; el de uno injusto donde los esclavos propiedad del amo se apuntaban en el mismo libro que los burros, caballos, vacas y ovejas, etc. Aún mediado el S. XX en algunos Estados de EEUU creían que las relaciones sexuales con negros eran zoofilia.
El proyecto de Bismarck lo copiaría Lord Beveridge, otro inteligente representante de la derecha, 60 años después; su mérito fue hacerlo en 1942 en plena II Guerra Mundial. Contradigo la máxima ignaciana, refugio de los perezosos: "en tiempo de tribulación no hacer mudanza” aplicando la máxima de los inteligente: "si sabemos que lo hacemos mal, ¿por qué seguir así?" Pierre Laroque haría lo mismo en Francia estableciendo la protección social de toda la población en 1946.
La jornada laboral era de 16 h/día y 6 días/semana en plena revolución industrial. En el S. XVI Felipe II había regulado ya la jornada de 8 h/día. ¿Que pasó aquí? Un socialista utópico, Robert Owen, padre de la unión sindical y de las cooperativas como alternativa social al capitalismo salvaje demostró que las “utopías” dejan de serlo cuando se hacen realidad si se quiere. Es visita obligada el Museo de la Revolución Industrial de Edimburgo. En él se ve, junto a la miseria en la que morían los trabajadores el grado de desarrollo industrial tecnológico de los ingenieros inventando equipos para ganar la batalla de la eficiencia tecnológica y la reducción del consumo energético.
Owen implantó en Escocia, en sus fábricas de Lanark, las 8 h/día compitiendo en el mismo mercado con quienes tenían jornadas de 10 h/día. Probó así la falsedad del argumento de que “eso se podría hacer si lo hiciéramos todos”. Hoy la realidad del mercado único de la UE es otra prueba: en Alemania se trabajan 1.371 h/año y en Grecia más de 2.000 h/año, ¡un 50 % más! Producen los mismos bienes. Alemania pese al coste adicional del transporte a Grecia venden allí lo que los griegos, que se ahorran ese coste, venden más caro o con peor calidad. Si el coste de la energía y las materias primas es igual; la diferencia es la mayor productividad que compensa el menor salario. El coste salarial por unidad de bien producido es así menor en Alemania. Un mérito de los empresarios alemanes.
No hay que trabajar “más horas” sino ser ”más eficientes”. Eso exige más inversión en equipos productivos, mejor organización de la producción y mejor formación del trabajador. Esa batalla no se gana con “más horas”, salvo si el salario es miserable, esa es la solución del mal empresario “que externaliza la producción”. En Alemania el trabajador extranjero, aun con menor formación y su deficiente alemán pronto es tan eficiente como el alemán. El empresario es el responsables de la productividad de la empresa. Si es mal empresario, ni pagando menos y con menos costes de transporte en su propio país puede competir con Alemania.
En 1846 la jornada de 8 h/día era legal en Nueva Zelanda, luego lo fue en Australia. Luego ¿por presión de los judíos con su Sabath? dejó de trabajarse en sábado. ¿A que esperan los musulmanes para exigir respeto a su “viernes”? En 1866, tras poner Bismarck en marcha sus leyes sociales de protección del trabajado, la presión de los sindicatos en los EEUU logró discutir en el Congreso la reducción de la jornada laboral; fue un éxito de libertad de expresión y un fracaso político: la rechazaron.
España fue el primer país de Europa que recuperó la vieja jornada de Felipe II: 8 h/dia por Decreto del 03.04.1919; 8 h trabajando, 8 h descansando y 8 h viviendo. De ello se hicieron eco las organizaciones sindicales del Reino Unido y demás países europeos. A finales de los treinta del siglo XX la Asamblea General de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) elevaría su propuesta una vez validaba su factibilidad. ¡Y tanto!
En España el week end llegó allá por los 50; primero se redujo el sábado a la mitad, también las clases; luego se amplió a todo el sábado. No hubo ninguna debacle económica; aumentó la productividad y bajaron los precios; eso realimentó la demanda y el empleo en una espiral de progreso al incorporar máquinas más eficientes.
El próximo día veremos como teoría y práctica coinciden porque una teoría que explica la realidad experimental no es una teoría: es un error.
Alfonso J. Vázquez Vaamonde
Secretario primero del Ateneo de Madrid.
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