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Adicción a las tecnologías y futuros adictos patológicos a cualquier cosa: la ley del silencio


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Las adicciones no son sólo las conductas ocasionadas por sustancias químicas, sino que existen hábitos de conducta aparentemente inofensivos que pueden convertirse en adictivos y afectar de forma significativa a la vida de la persona y su entorno. Son conductas normales, incluso saludables, que, en función de la intensidad, de la frecuencia o de la cantidad de dinero invertida y de la influencia negativa, pueden convertirse en anormales. La razón es el sujeto pierde el control y continúa con esa conducta, a pesar de las consecuencias adversas que le comporta, mientras que simultáneamente pierde el interés por otro tipo de conductas que previamente le resultaban satisfactorias.

Las adicciones comportamentales, conductuales o de conducta se incluyen por primera vez en el DSM V como una nueva categoría dentro de la nomenclatura "Adicciones". Dentro de ella solo se incluye como patología el juego patológico o ludopatía, recogido como un "trastorno por juego de apuestas". Algunas conductas como el juego patológico, la hipersexualidad, la adicción a la comida, el ejercicio físico compulsivo, la adicción a las compras, el trabajo excesivo, los días enteros en Internet, etc., son psicopatológicamente adicciones, así, es posible hablar de adicción al juego o, adicción al sexo, adicción a la comida, adicción a las compras, adicción al ejercicio físico, adicción al trabajo, adicción a Internet, adicción a los videojuegos…

Una conducta es adictiva si se dan las siguientes condiciones: Al principio está controlada por reforzadores positivos (se realiza la conducta por el placer que provoca). Termina siendo controlada por reforzadores negativos (se práctica para evitar el malestar que produce no realizar la conducta). Existe pérdida de control del sujeto. Se produce una degradación social del sujeto. Cualquier conducta placentera es susceptible de convertirse en adictiva. Los mecanismos que posibilitan el placer inducen a las personas a actuar para que dicha conducta se repita. El “circuito del placer” recorre un conjunto de estructuras en torno al sistema límbico y en ellas actúan diversas sustancias químicas que se liberan de modo natural al sentir placer, además de inducir al organismo a repetir lo que le ha gustado. Existen ciertas características de personalidad o rasgos de conducta que aumentan la vulnerabilidad psicológica a las adicciones: egocentrismo, disforia, intolerancia a los estímulos no placenteros, búsqueda exagerada de sensaciones…

La situación ambiental o la presencia de determinadas variables psicosociales van a condicionar la aparición de una u otra adicción psicológica. El patrón de conducta puede conducir a una eficacia laboral, un profundo sentimiento del deber, una vida carente de aficiones y un sentimiento de culpabilidad por disfrutar del ocio desembocando en una adicción al trabajo. Algunas adicciones se encuentran fomentadas por la sociedad actual que prima el éxito y el dinero rápido, así como el consumismo: adicción al juego, el trabajo y las compras se pueden ver influidas por estas filosofías de vida. En la adicción a las máquinas tragaperras es la clase de conducta la que desempeña un papel fundamental, y la capacidad adictiva es muy alta por las siguientes razones: Están muy difundidas y el coste de las apuestas es bajo. El plazo entre apuesta y resultado es muy breve. El funcionamiento intrínseco de estas máquinas potencia una ilusión de control. Las luces, la música, el tintineo de las monedas…, suscitan tensión emocional y activación psicofisiológica. La experimentación del síndrome de abstinencia es el núcleo fundamental de todas las adicciones. El síndrome de presenta unos síntomas característicos de cada dependencia y adicción, pero tiene unos rasgos que son comunes a todas ellas:

Impulso repetido a una conducta que trae consigo efectos perjudiciales para la persona que la realiza. Tensión creciente (humor depresivo, ansiedad, irritabilidad, trastornos del sueño…) hasta que la conducta es completada. Desaparición temporal de la tensión cuando se lleva a cabo la conducta. Vuelta gradual del impulso con fuerza creciente. Estímulos internos (disforia, tensión emocional, aburrimiento…) y externos (luces de tragaperras para ludópatas, botella de vino para alcohólico, rebajas para el comprador compulsivo) ponen en marcha la conducta adictiva. Este es el condicionamiento secundario a dichos estímulos internos y externos.

Las estrategias similares para la prevención de la recaída y atención terapéutica no son nuevas: Entrenamiento en el control de impulsos mediante la exposición prolongada a los estímulos suscitadores de tensión que tiene por objetivo la habituación del sujeto a los mismos y reducción del síndrome de abstinencia. Es decir, el control de estímulos.

Pero, existe una importante diferencia entre las adicciones químicas y las psicológicas, y es que frente a lo relativamente frecuente en las químicas, en las que existe la figura del politoxicómano que padece varias adicciones de ese mismo tipo, se dan muy pocos casos de adicciones psicológicas múltiples que adolezcan a una persona, aunque sí se dan conjuntamente adicciones psicológicas y químicas (adicción al trabajo, la nicotina y la cocaína, por ejemplo).

Existe otra diferencia que está siendo estudiada entre drogodependencias y adicciones psicológicas y es que, al parecer, el síndrome de abstinencia en las toxicomanías se puede controlar con una dosis química (como ocurre con la metadona), mientras que el adicto a los videojuegos o al móvil, puede pasar horas delante de una consola o el móvil, sin que disminuya el síndrome de abstinencia. También es importante la motivación para el tratamiento (escasa y fluctuante en la mayoría de los casos), que es siempre algo mayor en las adicciones psicológicas que en las drogodependencias.

El uso compulsivo del móvil por parte de todos los miembros de una familia, provoca una falta de comunicación insostenible. ¿Porqué? Porque la transmisión de contenidos, emociones, sucesos entre los integrantes de una familia es fundamental para el crecimiento de esta. Muchas veces los hijos imitan el comportamiento de los padres que enloquecidos no cesan de mirar su móvil, en la mesa, en la cena, en cualquier momento. El móvil también para los adultos debe tener un horario. Hacer cosas como por ejemplo: dejar todos los móviles en una cesta durante al menos dos horas que la familia se reúna y pueda cenar o charlar, es mas que recomendable si no queremos un día levantarnos y ver que se ha perdido el control de todo. Los hijos, los niños pequeños, no pueden adivinar si en el móvil, o Tablet los familiares, tutores, padres lo que hacen es estar leyendo o escribiendo, no lo saben. Por ello, la imitatio a la lectura y la escritura deja YA de formar parte de su realidad al no ver a nadie de su entorno, leer en papel o escribir.

Es el momento de pensar en que dependemos en exceso de las tecnologías y hay que aprender a vivir, crecer y educarse sin ellas. Si mañana nos quedáramos sin ellas ¿qué haríamos? Ojo, esto puede suceder.

Doctora en filosofía y letras, Máster en Profesorado secundaria, Máster ELE, Doctorando en Ciencias de la Religión, Grado en Psicología, Máster en Neurociencia. Es autora de numerosos artículos para diferentes medios con más de cincuenta publicaciones sobre Galdós y trece poemarios. Es profesora en varias universidades y participa en cursos, debates y conferencias.