Los problemas sucesorios del califa Al-Hakàm II
- Escrito por Leopold Estapé
- Publicado en Arco Iris
Al-Hakàm II (915-976) fue el segundo califa omeya de Córdoba. Sucedió a su padre Abderramán III, a la edad de 46 años. Su acceso al califato ocasionó un grave problema de estado: no tenía hijos y su aversión sexual hacia las mujeres no auguraba que esto fuera a cambiar.
Al igual que él, sus antecesores tuvieron amantes masculinos. Todos tuvieron descendencia, parece ser que él no estaba muy interesado en lograrlo. Del nuevo califa se conocía su gusto por los bellos muchachos y su desinterés por las mujeres, lo cual dificultaba la posibilidad de sucesión. El califa siempre le gustó estar rodeado de eunucos y jóvenes llegando a morir en brazos de dos de ellos.
Durante su califato tuvo que afrontar diversas revueltas en los territorios limítrofes con los reinos cristianos del norte de la península. Por el Atlántico tuvo que afrontar la invasión de los vikingos que atacaron Lisboa y llegaron a Sevilla remontando el Guadalquivir. Todas las revueltas fueron aplastadas. Uno de sus generales fue el ambicioso Al-Mansur, que a su muerte sería el favorito, a la fuerza, de su hijo Hixam II.
Al-Hakàm II fue un político culto y tolerante, abogó por la igualdad de todos los grupos étnicos y religiosos. Para acceder a los puestos de gobierno optó por la meritocracia, acabando con las prerrogativas de la nobleza militar. Favoreció el comercio y la cultura y respetó profundamente tanto a cristianos como a judíos.
Bajo su reinado Córdoba fue la ciudad más importante de Europa, seguramente la más bella, una ciudad culta, tolerante. Fue la primera ciudad medieval con las calles pavimentadas, alumbrado nocturno y alcantarillado. Acabó la construcción de la Mezquita de esta ciudad, así como el Palacio de Medina Azahara.
Las relaciones sexuales se vivían con enorme libertad, la literatura y en especial la posía fueron buena muestra de ello. El amor entre hombres era aceptado y se hablaba libremente del amor homoerótico en la literatura. La transexualidad estaba socialmente mucho más aceptada que en el mundo cristiano. Aunque el protagonismo era eminentemente masculino, muchas mujeres jugaron papeles importantes en el mundo de la política o la poesia, gracias a ellas se puede tener alguna leve referencia de cómo pudieron ser las relaciones sexuales entre mujeres.
La predilección del califa por los jóvenes y su incapacidad para engendrar un hijo que diera continuidad a su dinastía fue uno de los graves problemas de su reinado. Es aquí donde aparece una esclava vasca llamada Aurora o Subh, de aspecto andrógino. Sin mayor dificultad se hizo pasar por muchacho. El Califa le llamó Subh y consiguió tener con ella el hijo que le sucedería en el califato. En reconocimiento por la maternidad, el califa le cedió la administración del califato.
Al-Hakàm II pasó los últimos años de su vida rodeado de sus amados muchachos. Subh se transformó en la pieza clave en la administración del califato, siendo la favorita real.
Pero la favorita del califa se juntó con el ambicioso general Al-Mansur, quien además seguramente fue su amante. A la muerte del califa utilizaron al joven Hixem para gobernar a su antojo. Pero al ambicioso general le sobraba compañía en este viaje y acabó marginando al califa y a su madre. Todo ello ocasionó el final del califato y su fragmentación en una multitud de reinos (taifas). Aunque la impronta cultural de este reinado dejaría huella en un el amplio legado que Al-Andalus que siguió dejando en épocas posteriores.
Leopold Estapé
Experto en historia LGTBI.
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