El nacimiento de los partidos socialistas y la Segunda Internacional
- Escrito por Eduardo Montagut
- Publicado en Textos Obreros
Desde el final de la Primera Internacional hasta la Primera Guerra Mundial se asistió a un período en el que se multiplicaron y consolidaron los partidos socialistas de orientación marxista, en toda Europa.
En 1875 se fusionaron dos organizaciones obreras alemanas en el Congreso de Gotha y nació el Partido Socialdemócrata Alemán (SPD). Sus principales líderes fueron F. Lasalle y K. Liebknecht. A los dos años, este partido contaba ya con medio millón de votos, alcanzando doce escaños en el Reichstag, el parlamento alemán. En 1890 obtuvo 35 escaños. Pero los socialistas alemanes se negaron durante todo este período a participar en los gobiernos, aunque en vísperas del estallido de la guerra su peso era tal en el parlamento (110 diputados) que consiguieron la aprobación de una legislación social muy avanzada, pudiéndose considerar el precedente del futuro estado del bienestar. Además, el SPD creó una extensa red de asociaciones, cooperativas, casas del pueblo, centros culturales, etc., una especie de sociedad alternativa en la que se gestó y desarrolló una verdadera cultura obrera.
En 1879, un grupo de marxistas españoles, liderados por el tipógrafo Pablo Iglesias, fundaron en Madrid el Partido Socialista Obrero Español (PSOE). En esos años se crearon otros partidos: el Partido de los Trabajadores Socialistas en Francia, el Partido Socialdemócrata Danés, el Partido Socialdemócrata Holandés, el Partido Obrero Belga, el Partido Socialista Sueco, el Partido Obrero Socialdemócrata Austriaco, etc..
En 1893 se fundó en Gran Bretaña el Independent Labour Party, y, en 1900, el Partido Laborista, que unía diversos grupos y tendencias socialistas y sindicalistas. Este partido tuvo un vertiginoso crecimiento, ya que ocho años después de su fundación, contaba con millón y medio de militantes.
A finales de la década de los años ochenta del siglo XIX comenzó a resurgir el interés por recuperar la Internacional porque, a pesar de las distintas vías nacionales que había emprendido el socialismo europeo, los problemas de los proletarios eran idénticos en todas partes. Además, cundió la tesis de que los partidos obreros debían coordinarse y relacionarse.
En 1889, en plenas celebraciones por el centenario de la Revolución Francesa y de la Exposición Universal, se fundó la II Internacional en París. La nueva Internacional se constituyó como una organización flexible, para evitar la rigidez de la Primera. La organización internacional respetaría la autonomía de los distintos partidos. La cohesión se mantendría a través de los Congresos que, periódicamente, se organizarían. En 1896 se acordó que solamente podrían formar parte de la Internacional las organizaciones que aprobasen la participación en la legislación y actividad parlamentaria. Así pues, la nueva Internacional sería una confederación de partidos socialistas que aceptaban el sistema democrático. Los anarquistas quedaban excluidos.
El congreso fundacional de la II Internacional acordó que el primero de mayo de 1890 se convocara a los trabajadores para reivindicar la jornada laboral de ocho horas. Esta fecha se convirtió en una muestra de la fuerza y la solidaridad internacional de los obreros. Su celebración se ha convertido un símbolo adoptado en casi todos los países.
En los congresos de la Segunda Internacional se produjeron intensos debates teóricos en torno al marxismo, generalmente, entre dos visiones, una ortodoxa y otra revisionista. Pero, además, se discutió mucho sobre cuestiones de estrategia política. Se planteó la cuestión de la participación de los partidos socialistas en posibles gobiernos de coalición con partidos republicanos de izquierda. Otro de los temas más debatidos tuvo que ver con la posición que debían adoptar los socialistas ante la huelga general. En 1904 se llegó a una postura de compromiso que, en el fondo, supuso la renuncia a este instrumento para terminar con el capitalismo. Pero, al año siguiente, se reabrió el debate cuando estalló la Revolución rusa de 1905, iniciada con una huelga general. Por fin, en 1906, fueron derrotadas las tesis revolucionarias en el seno de la Internacional y se desechó definitivamente el empleo de la huelga general.
En la Internacional se plantearon dos cuestiones que generaron intensos debates. En primer lugar, estaría el colonialismo, en pleno auge en los últimos decenios del siglo XIX. Los sectores más a la izquierda eran radicalmente contrarios a cualquier posibilidad de que los socialistas apoyasen la expansión imperialista en sus respectivos estados, pero los más moderados plantearon matices al rechazo del colonialismo, ya que consideraban que podía ser beneficioso para otros pueblos y podía genera beneficios económicos generales para el conjunto de las sociedades occidentales.
Pero el gran debate fue el de la guerra, porque afectó a la propia esencia del internacionalismo. En el Congreso de Stuttgart de 1907 se acordó que había que oponerse rotundamente a la guerra porque solamente beneficiaba a los intereses del capitalismo. Se aprobó, además, que había que tomar medidas para organizar o articular esta oposición, pero no se detallaron y eso provocó que se reabriera el tema de la conveniencia o no de la huelga general como uno de esos medios. La guerra siguió generando debates en los siguientes congresos. En el de Basilea de 1912 hubo unanimidad al defender la paz. Pero cuando la guerra estalló en el verano de 1914, los socialdemócratas alemanes votaron los créditos de guerra en su parlamento y el resto de partidos socialistas terminó por alinearse con sus gobiernos respectivos en detrimento del internacionalismo. La Primera Guerra Mundial supuso una grave crisis para la Segunda Internacional.
En la II Internacional tuvieron un destacado papel las mujeres y su lucha por la emancipación femenina, a través del Secretariado Internacional de Mujeres Socialistas que, desde 1907, estuvo dirigido por la alemana Clara Zetkin. Desde 1911, el Secretariado promovió la celebración del Día Internacional de la Mujer Trabajadora el día 8 de marzo.
Eduardo Montagut
Doctor en Historia. Autor de trabajos de investigación en Historia Moderna y Contemporánea, así como de Memoria Histórica.
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