Los socialistas alemanes ante el anarquismo en el Congreso de 1887
- Escrito por Eduardo Montagut
- Publicado en Textos Obreros
En octubre de 1887 los socialdemócratas alemanes se reunieron en su Congreso nacional en Suiza. Debemos recordar, en ese sentido, que estaban perseguidos por Bismarck. En todo caso, habían conseguido reunir más delegados que en Congresos pasados, lo que demostraba la fortaleza de la formación. La convocatoria del mismo se había hecho sin fijar el punto y la fecha con el fin de evitar que el gobierno alemán pudiera perseguir a quienes viajaron a Bruggen, cerca de Saint-Gall.
Entre los puntos que allí se trataron estuvo el de la actitud que la Socialdemocracia alemana debía seguir con los anarquistas, asunto que nos interesa en este presente artículo.
El encargado de presentar el dictamen (ponencia) fue Wilhelm Liebknecht, y que terminaría aprobando por el Congreso.
Los socialdemócratas alemanes declararon que la teoría anarquista era de carácter antisocial porque aspiraba a la autonomía absoluta del individuo. Consideraban que vendría a ser un desarrollo extremo del liberalismo burgués, aunque en su crítica de la sociedad los anarquistas adoptaran el punto de vista socialista.
El anarquismo sería, en consecuencia, incompatible con las reivindicaciones socialistas que tendían a la socialización de los medios de producción y la reglamentación social de la misma, entrando en contradicciones flagrantes, a no ser que la producción retrocediera a la pequeña industria de otros tiempos.
Además, se criticaba lo que denominaron la “política de violencia exclusiva” porque se consideraba un error grosero sobre el papel que la violencia habría representado en la historia de los pueblos. La fuerza podría considerarse tanto un factor reaccionario como revolucionario, habiendo sido, siempre en opinión oficial de la Socialdemocracia alemana, más frecuentemente lo primero que lo segundo.
La táctica de la práctica individual de la fuerza no conducía “al objeto, y, ofendiendo el sentimiento de justicia de las masas”, era positivamente perjudicial, y por lo mismo, condenable. Bien era cierto que los socialistas consideraban responsables de los actos de violencia individual no a los perseguidos de forma encarnizada, sino a los que detentaban el poder, y se podía comprender la propensión a la misma, y que habría tenido lugar en todos los tiempos de persecuciones, pero también pensaban que esos actos de violencia que se producían en Alemania eran fruto de agentes provocadores, pagados por el Gobierno.
De dicho Congreso informaba a los lectores de El Socialista E. Warner, en el número del 21 de octubre de 1887.
Eduardo Montagut
Doctor en Historia. Autor de trabajos de investigación en Historia Moderna y Contemporánea, así como de Memoria Histórica.
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