Más sobre los socialistas y ugetistas vascos a los trabajadores en 1973
- Escrito por Eduardo Montagut
- Publicado en Textos Obreros
En un anterior artículo nos hicimos eco del manifiesto que los ugetistas y socialistas vascos dirigieron a los trabajadores al comenzar el año 1973, y que incluimos sucintamente. Ahora queremos detenernos más en este texto por su importancia en el movimiento obrero en el tardofranquismo en el contexto vizcaíno.
En pleno conflicto laboral en El Ferrol y de otros conflictos de los trabajadores perseguidos por cometer el delito de lucha por sus reivindicaciones, los socialistas y ugetistas vizcaínos habían logrado unificar esfuerzos y plantear una verdadera plataforma de reivindicaciones claras y concretas porque la situación al comenzar el año 1973 no era nada buena, con bloqueo de salarios y una subida incesante de precios.
La situación en Vizcaya era de gran tensión social, generándose conflictos aislados en distintos centros de trabajo. Los trabajadores estaban comprobando la disminución de su nivel de vida, y que la patronal con el apoyo del Gobierno estaba intentando vencerles. En las discusiones de los nuevos convenios colectivos se estaba intentando imponer períodos de vigencia de larga duración, de entre tres y cinco años.
Ante esa situación tanto los socialistas como la UGT defendían la necesidad de presentar un frente único, una plataforma reivindicativa común sobre las necesidades más urgentes de los trabajadores. Por eso se llamaba a una acción unitaria y generalizada, promoviendo en cada centro y en función de sus posibilidades concretas asambleas, paros, etc., hasta lograr un movimiento huelguístico general. La debilidad de los trabajadores era fruto de la dispersión y la falta de unidad.
La plataforma reconocía que el coste de la vida se había disparado, absorbiendo los aumentos salariales de todos los trabajadores que se habían conseguido en los últimos tiempos, por lo que el poder adquisitivo se había reducido de forma escandalosa. Eso debía paliarse con una exigencia inmediata, como vimos, de un aumento salarial de tres mil pesetas para todos los trabajadores.
Los beneficios empresariales habían sido altos en 1972, y eso había sido debido al esfuerzo de los trabajadores en su contribución al proceso de producción, pero eso no había repercutido realmente en los salarios. No se podía seguir tolerando el salario mínimo interprofesional de 156 pesetas, por lo que exigía un salario digno en jornada normal con escala móvil, de acuerdo con el incremento del coste de la vida y de la productividad.
La jornada laboral era otra cuestión determinante porque en Vizcaya era de 44 horas semanas, pero no se respetaba en muchos centros de trabajo, por lo que había que luchar por la de 40 horas, previa consecución de la de 44.
Un problema importante era el de las contratas, y que, al parecer, había llegado a un nivel alarmante en Vizcaya porque se había convertido en una práctica habitual. La plantilla de Astilleros Españoles tenía una plantilla inferior al personal de contratad que trabajaba en la fábrica. Las contratas constituían una especie de ejército de mano de obra eventual, desasistido socialmente. Había que luchar por la incorporación de estos trabajadores con preferencia a los de fuera a las plantillas de las empresas.
A las trabajadoras se las pagaba menos y tenían menos promoción profesional. Pero, además, había muchos trabajadores jóvenes en las contratas, empujados por la falta de puestos de trabajo estables y de escuelas profesionales. El trabajo eventual era ocupado en gran parte por estos jóvenes, con las carencias que hemos reseñado. Por eso, en la plataforma se planteaba la lucha para que no se discriminase por razón de sexo o edad.
La jubilación debía ser digna y no se podía retrasar a más de sesenta años con el 100% y escala móvil. Había que garantizar el poder adquisitivo de los pensionistas, independientemente de los años trabajados en la última empresa.
Al parecer, el Gobierno había retrocedido en su deseo inicial de incrementar el Impuesto del Rendimiento del Trabajo Personal del 9 al 14%, y eso había sido por el movimiento de protesta que se estaba gestando. Pero no había renunciado a gravar más y más los ingresos de los trabajadores, simplemente optando por una implantación escalonada de la medida fiscal. Había que luchar no sólo por este aumento, sino también por la supresión del 9% del I.R.T.P.
Y por fin, había que luchar por el reconocimiento de las libertades sindicales y políticas, porque había que permitir poder asociarse para la defensa de los intereses de los trabajadores.
Hemos trabajado con el número del 22 de febrero de 1973 de El Socialista.
Eduardo Montagut
Doctor en Historia. Autor de trabajos de investigación en Historia Moderna y Contemporánea, así como de Memoria Histórica.
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