Historias de montañeros (I)
- Escrito por Emilio Alonso Sarmiento
- Publicado en Tribuna Libre
En 1921, se celebró el primer siglo de existencia de La Compañía de Guías de Chamonix. Pero también cabe recordar ese año, por el nacimiento de tres figuras del montañismo, cuyos libros guiaron mis primeros pasos, en mi condición de montañero y, más importante, marcarían el alpinismo, tras la Segunda Guerra Mundial: los franceses Lionel Terray, Louis Lachenal y Gaston Rébuffat. Es difícil entender que fuera una casualidad, que los tres iconos nacieran el mismo año, 1921. Figuras claves para entender el alpinismo, tal y como hoy se entiende, al menos en gran parte. Terray representa el visionario, el cerebro, el ideólogo. Lachenal el genio y la velocidad. Rébuffat la elegancia y la reflexión.
La famosa expedición al Annapurna de 1950, de la que los tres formaron parte, derivó en la conquista de la primera cima, de más de 8.000 metros, pero dinamitó sus existencias y, los acabó separando para siempre. Los libros escritos por los tres, forjaron un modelo: no había alpinista, que no desease poseer su pasión, su gusto por la aventura y/o la conquista, su sentido profundo y auténtico, de la amistad.
En 1941, Terray y Rébuffat se conocen en Juventud y Montaña, institución de corte militar, donde el primero sorprende al segundo, con una concepción del alpinismo, adelantada a su época. Amigos, comparten el trabajo en la granja de Terray, en Les Houches. Esa vida no les entusiasma, pero están en el lugar perfecto para escalar y, juntos, descubren el terreno de juego alpino. Terray es, además, un esquiador excepcional, da clases en invierno y, como Rébuffat, quiere vivir por y para la montaña.
En 1946, Terray conoce a Louis Lachenal. Nunca dejarán de ser amigos. De la mano, baten récords de velocidad, en las caras nortes alpinas y, firman la segunda ascensión, de la terrible cara norte del Eiger. Es esa cordada soñada, la que revitaliza el ritmo del alpinismo, con un impulso diferente. Terray definía así a Lachenal: “Fue el alpinista con más talento, que jamás conocí, un virtuoso, un genio. Los horarios que era capaz de completar, eran sencillamente increíbles”. Lachenal no realizó, ni siquiera intentó, primeras ascensiones (salvo la del Annapurna) porque en su concepción del alpinismo, no perseguía las escaladas de gran dificultad, sino los grandes recorridos alpinos, donde buscaba la perfección estética y técnica, ir más allá de sí mismo.
Cuando llegó la fiebre nacionalista, por conquistar los ochomiles del planeta, Francia organizó una gran expedición, escogiendo a sus élites. Terray, Lachenal y Rébuffat, no podían faltar. Maurice Herzog (el director de la expedición) y Louis Lachenal, firmaron la cima del primer ochomil. Pero sólo sobrevivieron, gracias a la ayuda de Rébuffat y Terray. Herzog sufrió la amputación de los dedos de las manos. Lachenal perdió todos los dedos de los pies y, entregó su vida de alpinista. El horrible sufrimiento dejó una imagen: Lachenal, a penas un saco de huesos, incapaz de caminar y, con los pies vendados y congelados, en brazos de Terray, para poder bajar del avión, a su llegada a Paris (ver foto). Entre quirófano y rehabilitación, Lachenal descubrió la velocidad y los coches. En 1955 se rompió el cuello, cuando descendía, esquiando, el blanco valle de Chamonix y, empezaba a soñar, con recuperar una cierta vida de alpinista.
Por el contrario, el Annapurna catapultó a Lionel Terray. Bulímico, logró dejar su huella, en casi todas las grandes montañas del planeta.
Pues eso.
Emilio Alonso Sarmiento
Nacido en 1942 en Palma. Licenciado en Historia. Aficionado a la Filosofía y a la Física cuántica. Político, socialista y montañero.