Moción de censura. II
- Escrito por Emilio Alonso Sarmiento
- Publicado en Tribuna Libre
Del Molino dice que leer hoy aquellas jornadas de la moción de censura, en el “Diario de Sesiones”, asombraría a todos los que sólo han conocido, los Plenos del Congreso actuales, en general preconizados y guionizados de antemano. Pero que escucharlas – y especialmente verlas en las grabaciones de TVE – es una experiencia impresionante.
La sonrisa de Suárez en su escaño, mientras Santiago Carrillo le recuerda que una vez, quiso formar un gobierno de coalición con él. Las réplicas elegantes, casi siempre improvisadas, de todos los portavoces. Las carcajadas llenas de civilización, que salen de todos los escaños…
Por supuesto que la “moción de censura”, fue un movimiento estratégico, que obligó al gobierno a defenderse y, puso a Felipe en el escaparate de toda la nación, como un tribuno sensato y, preocupado por los gravísimos problemas que, Suárez, hundido en las arenas movedizas de su propio partido, no sabía atender.
Pero también fue un rearme moral del parlamentarismo, el examen de reválida de una democracia, que muchos percibían como retórica.
El gobierno de Suárez, que no tenía mayoría absoluta, se encontraba atrapado entre la debilidad de la UCD, que se desmembraba en capillas y caudillos, ávidos de repartirse los despojos de su presidente y, una oposición que le apretaba por la izquierda. Tanto Felipe González como Santiago Carrillo, había aprendido de la legislatura constituyente, que no les sentaba bien, mostrarse condescendientes con el poder. Con la moción, Felipe no sólo recuperaba, su papel de opositor duro, sino que se ofrecía al pueblo español, como el líder necesario que entendía, la situación grave del país. En su discurso sacó todos los temas de la crisis, de las colas del paro a los coches bomba, de los quinquis al índice de precios al consumo. No dejó de mencionar ni uno de los problemas, eludiendo con elegancia las discusiones doctrinales sobre izquierdas y derechas, o sobre socialismos y socialdemocracias, en la que querían embarrarle, los diputados de la UCD. Sabían, o pensaban saber, que invocando el fantasma del comunismo, tenían una escapatoria. Ni Felipe ni Alfonso Guerra, mordieron el anzuelo de los antifascistas. Perseveraron en el papel de prohombres con la corbata bien puesta. Ética y estrategia, siempre unidas.
El propósito no era destronar a Suárez, sino obligarlo a salir de la Moncloa y exponerse en la dialéctica parlamentaria, para enseñar después a toda España, a través de la televisión, sus pedazos por el suelo. El presidente no se despeinó, ni perdió esa media sonrisa, tan encantadora, como algo cínica: incluso roto parecía entero.
Suárez aguantó medio años más. Dimitió en enero de 1981, abriendo las puertas del Congreso, a su noche más triste, la del golpe de Estado del tricornio y los disparos del 23 de febrero. Pero esa historia es de sobra conocida. Estas otras sesiones de la moción de censura, que se encuentran entre las mejores, del parlamentarismo español, se recuerdan mucho menos. Pero si los disparos de Tejero, sólo rompieron la escayola de la bóveda, sin derrumbarla sobre la democracia, en parte fue porque esta tenía ya cimientos fuertes, fraguados en tardes como las de la moción de censura, de mayo de 1980.
Pues eso.
Emilio Alonso Sarmiento
Nacido en 1942 en Palma. Licenciado en Historia. Aficionado a la Filosofía y a la Física cuántica. Político, socialista y montañero.