Cultura de proximidad
- Escrito por Emilio Meseguer
- Publicado en Tribuna Libre
Hace unas semanas escribía sobre lo saludable que sería para los vecinos de pueblos y barrios mantener una estrecha relación con la cultura. La necesidad de que nuestros representantes, las personas que han sido elegidas para gestionar nuestra organización social, que por supuesto no los consideramos como seres superiores, solo que se brindan y comprometen a trabajar por lo público y para los ciudadanos durante un periodo de cuatro años. Sin malicie y sin apenas molicie, con tesón y sin desviaciones, sin engordar arcas ajenas y sin vaciar el arca de lo común. Esos diligentes seres, que no dirigentes; los gestores de lo público, hacen caso omiso a la petición de acciones que conduzcan a la participación en la gestión de lo público a los vecinos. Cuando eso ocurre y los elegidos no se colocan de espaldas al ciudadano, al final lo común toma forma, se integra y expande entre los vecinos. En ocasiones, cuando la ilusión es más fuerte que el freno de los munícipes, se saltan las barreras del tiempo y se concluye dando vida a una idea.
Me estoy refiriendo a la valentía que ha tenido el mal tratado barrio de Malasaña. Mal tratado como tantos otros barrios y distritos, al menos en lo que atañe al hecho cultural; la cultura participativa, la cultura de base, la cultura de proximidad. Y no olvidemos que no es cultura alternativa. La cultura alternativa es la que proponen nuestros gestores públicos en mor del pavoneo económico de cara al turismo.
Como decía, Malasaña se ha echado a la calle en el aspecto cultural. Gracias a que el barrio cuenta con muchos pequeños teatros y unas cuantas escuelas de artes escénicas: danza, música, teatro, van a manifestar públicamente su arte entre los días 13 al 23 de abril. Desde las plazas públicas a espacios privados aportan al ciudadano que llega de fuera del Foro, a los vecinos de otros barrios un montón de propuestas en cuanto a las artes escénicas se refiere. Colabora a tal efecto divulgador como espacios culturales: la Cruz Roja, el Instituto Lope de Vega, asociaciones, salas de teatro y hasta un centro religioso. Esto que va a producirse es lo que todos conocemos como solidaridad interbarrial.
Los que se autodenominan autoridades no quieren saber nada de esta cultura de base y participativa, porque no lo manejan ellos. No les interesa saber que eventos de este tipo potencian el mercadeo en el distrito. Hay personas que vendrán solo a disfrutar de la cultura durante un finde, se alojarán en el distrito, comerán, beberán, comprarán en los establecimientos de esas calles y plazas. Pondrán el nombre de Malasaña en la guía de la cultura. Eso sí, sin la obligada y necesaria colaboración de los ediles electos y lo harán sin vaciar las arcas públicas que parecen servir solo para acometer obras urbanas.
El asociacionismo tampoco hace pública la necesidad de la participación de los vecinos en el hecho cultural de cada barrio o pueblo. Acabamos de leer las propuestas de cultura que piden a los gestores de lo público y están bajo mínimos. Solo reivindican participación en las fiestas. Ni siquiera se plantean definir a que espacios se les considera contenedores culturales.
Nos seguimos preguntando: ¿De dónde venimos? ¿Dónde estamos? ¿A dónde nos dejan ir? Y la cosa de la cultura no pinta nada bien. Sale a flote por instantes, pero los seres de escasas necesidades culturales las siguen pretendiendo hundir.
No, no se equivoquen, no me meto solo con quien gestiona la cultura de la Villa y Corte, tampoco la de la CM. Nos podemos acercar a Ciudad Real y vemos como durante el florido mes de mayo, “De Primavera Arteatro inclusivo” “Nos vemos”, como el “Teatro La Sensación”, lleva celebrándolo XXXVII ediciones. Lo denominan “Teatro posible”, pero posible gracias a un grupo de ilusionados artistas que nadan contracorriente. Ellos subrayan que no obtienen colaboración alguna de la Junta de Comunidades de Castilla La Mancha. El apoyo viene de los vecinos. Celebran también la XIX Muestra Internacional de Teatro Infantil. Todo un récord de la no colaboración público-privada.
Los trabajadores de la cultura son tenidos por los gestores públicos como seres que se permiten el lujo de perder y hacer perder el tiempo al resto de la productiva comunidad donde están integrados. Pero, son obstinados, no quieren obedecer a su instinto, ese que les dice que la cultura, las artes, desde cualquiera de sus ángulos, ofrece humanismo a sus vecinos y a sus visitantes. La cultura a secas, no hace falta que sea exportada desde el reino de las excelencia.
Estoy convencido que debería de existir algo similar a una Red Española de Desarrollo Humano Sostenible. Creo que nos sentaría bien a todos una buena dosis de arte con su energía renovable y renovante. Pero de momento ni se la ve ni se la espera, solo se potencia la cultura de grifo y serpentín.
Aunque bien pensado lo mismo sería una estrategia de esa hipotética Red Para el desarrollo Humanos Sostenible:
- ¡Pónganos dos poemas de Miguel Hernández con poca espuma!
- ¿Y de tapa?
- Una cazuelica de Jotas navarras.
- ¡Marchando!
- ¡Ah!, y nos pone una necesaria ración de biblioteca pública abierta en jornada completa.
Emilio Meseguer
Ergónomo PhD. Profesor del Master Prevención de Riesgos Laborales en Suffolk University Campus Madrid. Sindicalista. Dramaturgo y Escritor. Vicepresidente del Colectivo de Artistas Liberalia. Guionista y conductor de los programas de radio: Mayores con reparos, Salud y Resistencia y El Llavero.