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Reflexionando sobre el fracaso de la Primera República


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Si abril es el mes de la Segunda República, febrero lo es de la Primera, proclamada el once de febrero de 1873 después del precipitado final del reinado de Amadeo de Saboya, un experimento de Monarquía democrática, distinta a la extremadamente conservadora Monarquía constitucional isabelina, que fracasó, como después lo haría en un breve período de tiempo la propia primera experiencia republicana española dentro del ajustado Sexenio Democrático tan sugerente y estimulante para los historiadores, como para los españoles y españolas del presente. Este artículo quiere plantear, muy sucintamente, algunas claves, precisamente sobre el fracaso de la República desde una postura que intenta calibrar o, al menos, valorar causas que no tienen que ver exclusivamente con los supuestos errores del republicanismo español, que parece que fueron los determinantes según posturas historiográficas que, al parecer, siguen imperando, como no hace mucho hemos visto desde altas instituciones académicas sobre la supuesta bondad general de los regímenes monárquicos en la historia contemporánea española.

Efectivamente, siempre se han cargado las tintas en las disputas internas del republicanismo español entre distintas posturas, especialmente en relación con la organización territorial de España, entre opciones más unitarias y otras de signo federalista. Además en el propio federalismo, propiamente dicho, habría diferencias intensas, porque se podría hablar de un federalismo desde arriba o más institucional, que quería establecerse el nuevo régimen a través del Proyecto Constitucional, y otro más radical, o desde abajo, con fuerte componente social, que surgiría y se desarrollaría con el cantonalismo. Además, es indudable la efervescencia del movimiento obrero con el desarrollo del primer internacionalismo en España. Las divisiones, las presiones de un lado y otro del universo republicano no ayudaron, efectivamente, a estabilizar el régimen que se planteó en 1873. Ni tan siquiera se aprobó el texto constitucional preparado.

Pero no podemos olvidar que la República tenía enemigos poderosos. ¿Estaba la oligarquía española, formada por la alianza entre la aristocracia y la burguesía, a favor de una solución política, plenamente democrática, con contenido social y con una nueva manera de concebir la organización territorial de España superando el centralismo tan querido para casi todas las ramas del liberalismo español?, ¿y no seguía teniendo fuerza el carlismo contrario a cualquier régimen liberal por muy tibio que fuera y que estaba en plena tercera guerra, especialmente en el norte y noreste?, ¿y la primera Guerra de Cuba no tiene su importancia?, ¿el golpe final, con la escena de la primera entrada militar en el Congreso, no pretendía impedir que el federalismo regresara claramente al poder después de la deriva conservadora de Castelar.

A pesar de la efímera existencia en la Historia contemporánea, la Primera República planteó una forma distinta de entender España desde una apuesta por la democracia, las primeras discusiones y políticas sociales y, sobre todo, por una forma distinta de entender su estructura, alejada del centralismo, pero también de los desafíos que vinieron casi inmediatamente después por parte de los nacionalismos sin Estado. Podemos ver dicha experiencia desde estos aportes y no sólo como tradicionalmente se nos ha planteado, como una supuesta “jaula de grillos”.

Doctor en Historia. Autor de trabajos de investigación en Historia Moderna y Contemporánea, así como de Memoria Histórica.

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