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La altura del Congreso frente a la astracanada


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Astracanada: "Obra teatral o espectáculo con situaciones disparatadas y chabacanas para hacer reír"

Después de un periodo de agitación y deterioro, el Congreso de los diputados ha ganado la altura que le corresponde con la desautorización demoledora de la instrumentalización de la moción de censura y de la Constitución por parte de la ultraderecha, pero además con una respuesta seria, crítica y a la vez respetuosa a la pretenciosa intervención del profesor Don Ramón Tamames como candidato interpuesto.

Es cierto que no se ha visto nada nuevo en el exordio de Abascal en esta segunda moción de censura. El mismo de ruido y la misma furia, está vez como guiñol y como farsa. Si en la primera fue la vís profética de un Nostradamus que amenazaba con el apocalipsis, en ésta su discurso se ha adentrado directamente en el insulto, la posverdad y la antipolítica, tan caras a la ultraderecha, sobre la ruina económica, el recorte de derechos y libertades y el autoritarismo del 'ilegítimo' gobierno socialcomunista. Un relato apocalíptico de ruina, odio y totalitarismo para luego dar paso al candidato como telonero.

La réplica del gobierno ha sido demoledora para el proponente Abascal, incluso a nivel personal, con referencias explícitas al patriotismo de hojalata de quien se escaqueó del servicio militar y de una más que dudosa austeridad y honestidad desde su chiringuito en el gobierno corrupto de la Comunidad de Madrid.

Una situación también incómoda para Feijóo, a pesar de hacerse el sueco con el anuncio de una abstención vergonzante y curiosamente buscando refugio en la embajada de Suecia en vez de asistir al debate, a diferencia de la imagen nítida de ruptura con la ultraderecha de su predecesor.

El presidente Sánchez no ha desaprovechado la oportunidad para hacer balance de una legislatura de cambio social, de avance en derechos y de estabilidad y compromiso europeo poniendo como espejo deformado las políticas de austeridad y el recorte de derechos y libertades de la derecha a raíz de la crisis financiera.

La novedad, aunque no lo nuevo, ha venido del lado del candidato supuestamente independiente pero coincidente en tópicos y prejuicios sobre la memoria histórica, la inmigración, la demografía, el gobierno del poder judicial y la economía con la ultraderecha, que ha añadido además al debate parlamentario la nostalgia del pasado y el estilo profesoral, unas veces docto, otras banal y las más de las veces pretencioso.

Sin embargo, un contenido sin demasiado interés, ya que además de previsible porque se había filtrado el borrador del discurso y lleno de filias y fobias contradictorias, aunque convenientemente afinado por los proponentes para no chocar demasiado con las posiciones clásicas de la ultraderecha, en sus valoraciones como ciudadano, como antiguo catedrático de economía y como miembro de la generación de la Transición.

Otro acierto del gobierno de coalición es que finalmente haya sido la vicepresidenta Díaz, de la misma tradición comunista del candidato, la que se encargarse de desmontar las contradicciones y las renuncias de su relato, tan carente de memoria como de proyecto y de programa de gobierno.

En definitiva, la moción se ha vuelto contra sus mentores, y finalmente más que una moción de censura de Vox por parte de un candidato independiente a presidente del gobierno, sin embargo ha sido ante todo el esperpento del relato de la ultraderecha convertido en burda charla de sobremesa. Un esperpento que comenzó en la sobremesa etílica de una marisquería madrileña. Y todo porque les duele España, sobre todo cuando no es suya.

La moción ya ha fracasado por tanto en su pretensión inicial de enfrentar, más de cuarenta años despuésa, a la generación política de la Constitución con la del gobierno de coalición y sus apoyos parlamentarios. También han fracasado en su obsesión por la degradación del parlamento, del diálogo y de la política como corazón de la democracia. Y fracasará en la votación final. En definitiva, lo que querían que fuera el aperitivo chusco de lo que antes hicieron de forma trágica en Washington y en Brasilia, finalmente se ha convertido en una astracanada que mueve tan pronto a la risa como a la verguenza.

El Congreso ha salido airoso porque no ha perdido la oportunidad de reaccionar con seriedad y sin aspavientos frente a la burla de la ultraderecha a la política y a la democracia. Unos y otros de los grupos parlamentarios han denunciado el fraude que supone una moción de censura destructiva e instrumental, han puesto en evidencia sus espurias intenciones, como también la actitud ambigua y equidistante de la derecha del partido popular. Una derecha que una vez más ha demostrado que no es un partido de Estado y que no merece gobernar.

Médico de formación, fue Coordinador General de Izquierda Unida hasta 2008, diputado por Asturias y Madrid en las Cortes Generales de 2000 a 2015.