El virus trumpista
Con el asalto del Capitolio hemos sido conscientes de la fragilidad de la democracia. Incluso en países con siglos de convivencia democrática y donde pensábamos que estaba firmemente consolidada, como es el caso de Estados Unidos, el riesgo existe, especialmente con el resurgimiento del populismo y el nacionalismo exacerbado. Donald Trump ha inoculado ese veneno durante cuatro años, socavando las instituciones, alentando las más bajas pasiones, procurando el enfrentamiento entre partidarios y detractores, y ha puesto a la primera democracia del mundo en jaque. La turba de insurrectos tomando la sede de la soberanía popular se ha de erigir en un aprendizaje para toda la sociedad frente a los peligros que conlleva ese radicalismo destructivo.
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