En la India, al capitán Burton, debido a sus raras creencias y a sus extrañas prácticas, sus colegas y oficiales, de la Honorable Compañía de las Indias Orientales, le calificaron de “negro blanco” y, le motejaron de “malvado Burton”. A edad muy temprana, aprendió a guardar para sí, ciertas opiniones e intereses, hasta llegar a ser un consumado maestro, en una práctica de los musulmanes shiíes, denominada “taqiya” – es decir, el disimulo o el ocultamiento – a tenor de la cual, las creencias religiosas propias del individuo, se mantiene ocultas frente a todos los demás. Tuvo además su faceta menos agradable que, por desgracia, salió demasiadas veces a la luz pública y, es que podía llegar a mostrarse exacerbadamente intolerante, para con otros hombres, así como brutalmente sarcástico, reflejando, hasta extremos insospechados, los prejuicios populares contra los negros, los judíos o los asiáticos. Ahora bien, comprendió a la perfección, los perniciosos efectos que iba a producir la occidentalización, entre las diversas poblaciones indígenas y, advirtió en reiteradas ocasiones acerca de esta amenaza, aparte de mostrar una enorme simpatía por la raza árabe en general y, en particular por los habitantes del desierto, que denominamos con excesiva vaguedad, beduinos.