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La rima política


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El cómo sí es un procedimiento cualitativo que permite interpretar lo desconocido. Se encuentra en la base epistemológica de la comparación y su hermana mayor la metáfora, siendo usada de forma profusa en la educación. En términos bíblicos les llaman parábolas, pero esa es una cuestión de contexto; a pequeña escala cognitiva son ejemplos o casos. Los ejemplos no siempre establecen las equivalencias de sentido, reduciéndolas a trasmitir procedimientos.

Las elecciones son las ocasiones más poéticas que las democracias pueden ofrecer. Las patrias y los patriotas dan lugar a fáciles juegos florales, fuegos eternos y demás luminarias: “en picos, palas y azadones, cien millones…”. Los estados y los ciudadanos no dan ocasión a escribir loas a los procedimientos administrativos, a las garantías o la transparencia. Aún estamos a la espera de una buena oda al papel timbrado. Sin embargo, en las elecciones se produce la rima entre la oferta política (personas, ideas, siglas, imágenes) y los ciudadanos. Una rima que muestra una afinidad latente de un tipo u otro entre (válgame cualquier dios o diosa) la oferta de representación y la demanda de ella. Y esa es una de las cuestiones: representar qué. Pueden ser intereses, ideas, dar palo o en otra no darlo, ya sea por afecto o simpatía.

El voto militante es voto consonante. Completo y previsible, se puede averiguar cómo terminarán las frases siguientes según las precedentes. Qué versos los de aquel tiempo, antes de la crisis económica de 2008, en los que “contad si son catorce, y está hecho”. Después llegó el votante de la rima asonante, donde la sonoridad venía atenuada, y aunque el ritmo era previsible (un patrón reconocible) se abría la puerta a mayores opciones de finalización del verso. Vale lo de la fortaleza de las conexiones débiles, pero sus resultados son más imprevisibles. Tras la crisis política de 2011 el electorado se llenó de versos blancos. Aún quedaba la métrica regular, pero la falta de rima (con qué partido rimaría cada uno) ya era para añorar sonetos. Para más cómo me las maravillaría yo, llegaron los versos libres muy en dar palo o no darlo. Ya sin rima ni ritmo, sin estructura o patrón ponen las velas al viento de su mejor o peor humor.

Y esto adónde. Pues a Cantabria (Revilla), Andalucía (Moreno), Galicia (Núñez) y todos aquellos (también los hay o lo intentan desde otras esquinas) que han acuñado un nuevo concepto: el alcalde autonómico. No son partidos, ni siquiera dan imagen de líderes políticos (a lo comúnmente establecido), promocionando un perfil de bonhomía. Trasversales y paternales, cubren con su sonrisa los intereses del partido. Tras sufrir esa enfermedad del alma democrática llamada con tantos nombres (Pablo, Isabel, Santiago o Albert), ofrecen el bálsamo de las buenas palabras y en un arrullo acunar el pasado. Puede que sea la nueva ola, la moda electoral: el papel decisorio de los versos blancos y los versos libres. Con ello, tras la redefinición de la rima entre políticos y ciudadanos, parece llegar una nueva forma (con partidos con una imagen más diluida en apariencia que no en su profunda realidad organizacional) de hacer poesía electoral. Ahora, parafraseando a Jennifer López, ¿las propuestas políticas pá cuándo?

Catedrático de Sociología Matemática.