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Disciplina y discrepancia en un partido: reflexionando con Lorenzo Bisbal


(Tiempo de lectura: 2 - 3 minutos)

Sobre las discrepancias y disciplinas internas de los partidos políticos tenemos de forma periódica noticias y debates, surgidos en todo el espectro político de nuestro país, aunque cuando se escribe este artículo estén más frescas las disputas internas que han existido en el Partido Popular, pero, en honor a la verdad, insistimos, eso se da en todas partes.

¿Se puede discrepar en el seno de los partidos políticos? No es fácil contestar a esta pregunta, y para reflexionar aportamos, de nuevo, un material histórico, de la mano de un destacado líder socialista balear, Lorenzo Bisbal, que tuvo un destacadísimo papel en el socialismo mallorquín y balear, además de llegar a ser alcalde de Palma de Mallorca en tiempos de la República.

En mayo de 1930 reflexionó sobre el tema de la discrepancia dentro de los partidos políticos, compartiendo sus ideas con los lectores de El Socialista.

Bisbal elogiaba al Partido Socialista porque consideraba que su mayor fuerza no se derivaba del número de afiliados sino de su organización democrática y por su disciplina, que no era férrea ni esclavizaba, ya que era voluntariamente aceptada por sus afiliados y tenía como finalidad la defensa más eficaz de los ideales.

En esta afirmación no nos interesa en sí el elogio al PSOE, sino la idea de que Bisbal armonizaba la democracia con la disciplina internas de una formación política. ¿Y eso cómo se podía hacer?

Bisbal consideraba que era muy importante que un partido político contase con muchos militantes, pero de poco le serviría si cada uno usaba su libre albedrío y tiraba por su lado sin el vínculo disciplinario que le obligaba a encuadrar sus actos dentro de una norma general, y aquí ya comenzamos a ver la conciliación entre ambos conceptos, establecida democráticamente.

Sobre la fijación de estas normas se podía discrepar con absoluta libertad en el momento oportuno de la discusión, es decir, existía un tiempo para discrepar, para debatir, pero una vez que se tomaban las decisiones por mayoría, éstas se convertían casi en sagradas y debían cumplirse. Lo contrario ya no era discrepar sino “desentonar del principio democrático”.

Bisbal consideraba muy conveniente la discrepancia. El conjunto de las discrepancias formaba un todo armónico. Desentonar, en cambio, era romper con el método, salirse de la “órbita moral del partido”.

Cuando se presentaban casos en los que predominaba más el sentido individualista que el socialista (no olvidemos que Bisbal estaba hablando en clave de Partido Socialista), el orgullo personal más que la conveniencia de las ideas, el amor propio que el de la colectividad, el espíritu de crítica de lo que hacen los otros más que el de la propia labor en el campo de la organización sindical y política, se estaba abriendo la puerta a males mayores. Ese era el momento, a su juicio, de marcar la disciplina.

Así pues, la disciplina era necesaria, pero solamente se nacía de la democracia.

Doctor en Historia. Autor de trabajos de investigación en Historia Moderna y Contemporánea, así como de Memoria Histórica.

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